sábado, 30 de noviembre de 2019

Explosión de indignados pone en el banquillo al modelo neoliberal chileno





SANTIAGO, 25 nov 2019 (IPS) - Cinco semanas de protesta con más de cuatro millones de indignados en las calles han desnudado las carencias del modelo neoliberal de Chile tras una explosión social con más de 23 muertos, 220 tuertos por balines policiales, miles de heridos,  detenidos, procesados y millones de dólares en daños.
La movilización social aparentemente no cesará hasta que aumenten los salarios y las pensiones, mejoren los planes de salud, baje el precio de los medicamentos y se ponga una lápida a la Constitución de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), que ha representado y representa una rémora para la democracia del país.
Están abiertas varias interrogantes sobre el futuro político, económico y social que no se dirimirían hasta que este país de unos 19 millones de habitantes cuente con una nueva carta fundamental, según coinciden especialistas y actores de diferentes lados de la crisis institucional abierta en octubre.
Un punto alto del estallido social se vivió con 1,2 millones de personas protestando en el centro de Santiago el 25 de octubre.  Siguió con cientos de marchas y cabildos autoconvocados (asambleas de debate) y manifestaciones pacíficas en todo el país.
En forma simultánea se producen, hasta ahora, actos de pillaje, saqueos, vandalismo e incendios que afectan a grandes centros comerciales, iglesias, cuarteles de policía, bancos y pequeños comercios en ciudades del norte y sur.
Efectivos de Carabineros (policía) han sido sobrepasados, coinciden alcaldes de todas las tendencias, quienes lamentan saqueos y robos en sus comunas (municipios).
Las organizaciones sociales y algunos partidos de izquierda, como el comunista,  exigen cambios estructurales a un modelo neoliberal que se aplicó hasta el exceso y que fue la espita de la explosión social. Anuncian que seguirán movilizados.
Presionados por la multitudinaria movilización de la calle, el derechista presidente Sebastián Piñera, partidos y legisladores de izquierda, centro y derecha apuraron el paso y tramitan varias de esas demandas, a fin de responder a la movilización social, aunque, al menos por ahora, sin cambiar el modelo que originó el estallido social.
Y hay una tercera línea más dura, de extrema derecha, que en las redes sociales pide una represión mayor para mantener incólume el modelo socioeconómico y volver al que llamaban oasis chileno previo al 18 de octubre.
Carolina Espinoza, portavoz de la Mesa de Unidad Social, que reúne a más de 200 organizaciones populares (sindicales, poblacionales, medioambientales, feministas y estudiantiles), contó a IPS que en estas semanas avanzó la reconstrucción del tejido social y político chileno para reparar el déficit de democracia que persiste casi 30 años después de acabarse la dictadura.
Un grupo de análisis de esa Mesa, que coordina la movilización social, ya recibió más de 1 150 actas de cabildos realizados en 180 comunas (de un total de 346) en los que unas 20 000 personas debatieron una nueva constitución. La Mesa impulsa una Asamblea Constituyente paritaria, multiétnica y plenamente elegida por los chilenos.
La opción de una nueva Constitución y el mecanismo para elaborarla se definirán en un referendo en abril del 2020, si se concreta un acuerdo logrado por   parlamentarios y líderes políticos de todos los sectores, con excepción del izquierdista Frente Amplio y del Partido Comunista.
La socióloga Lucía Dammert, de la pública Universidad de Santiago, elogió la realización de cabildos “en un país cuyo debate político había sido invisibilizado. Se había despolitizado la conversación cotidiana, la  mitad de la gente votaba y muchos eran escépticos de la política, pero escépticos sin acción”.
Los cabildos “tienen que seguir avanzando, pero no solamente en términos de proveer propuestas, sino  también en el entendimiento de lo que significa esta toma de decisiones”, dijo a IPS.
“Un gran desafío es que estos cabildos no repliquen los niveles de segregación socioterritorial de Chile. Porque, finalmente, los cabildos terminan siendo conversaciones entre gente muy similar y homogénea y eso puede perder la riqueza del  debate”, advirtió, en un país signado no solo por la desigualdad sino por el clasismo.
Espinoza subrayó que la Mesa seguirá bregando por una Asamblea Constituyente y por otras demandas económicas y sociales, entre las cuales un salario mínimo equivalente a 625 dólares y no a solo 430 como propone Piñera.
“Eso significa seguir en la calle, realizar actividades  culturales y usar todas las  herramientas que la historia de la humanidad entrega para alcanzar justicia social.  Por supuesto hay que racionalizar y focalizar porque no podemos vivir todos los días marchando y tocando cacerolas, pero la calle no la vamos  abandonar”, declaró.
Espinoza advirtió  que es crucial “la investigación, justicia y reparación a  las graves violaciones a los derechos humanos” ocurridas en estas semanas.




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