Por: Patricio
Montesinos
Tras el show del discurso sobre el Estado de la Unión ante el Congreso del
mandatario Donald Trump de hace pocos días, recordé aquel filme famoso de 1940
dirigido y actuado por el afamado cineasta norteamericano Charles Chaplin,
titulado “el gran dictador”, una condena, y sátira al fascismo y al nazismo
hitleriano de la centuria pasada.
Una parte de su auditorio, por supuesto
Republicano, se paraba a aplaudir a la señal del vicepresidente de EEUU, Mike
Pence, luego de una y otra mentira o amenazas pronunciadas por el inquilino de
la Casa Blanca.
Lo único que faltó a lo más parecido a los
actos de la entonces Alemania de Adolf Hitler fue que los partidarios del
gobernante de Washington alzarán la mano derecha en señal de aprobación de las
sandeces expresadas por el “orador”, mientras sus adversarios Demócratas enrojecían
sus rostros o se burlaban en su propia cara.
Fue todo un espectáculo mediático montado al
estilo del frustrado actor que es Trump, y de quien Chaplin de seguro haría el
mejor filme de su historia después de “el gran dictador”.
Claro, tendría otro título que podría
ser “el gran depredador del mundo”, que es lo que realmente es hoy el
presidente de EE.UU., a juzgar por su conducta agresiva hacia sus
conciudadanos, contra la inmensa mayoría de la comunidad internacional y el
planeta tierra.
Trump es el Hitler del siglo XXI, guerrerista
y racista, igual al germano, injerencista, intervencionista, violador de los
derechos humanos, destructor del medio ambiente y de la naturaleza, y el
clásico farsante que se cree dueño hasta del Universo.
Pero sus alucinaciones, patognomónicas de un
enfermo mental, lo hacen olvidar que el hitlerismo, e imperios como el romano,
fueron al final derrotados, lo que vaticinan ocurrirá con el de Washington, más
temprano que tarde.
Su afán protagónico, propio también de su
demencia, le impide ver que este siglo XXI es otro, con naciones muy potentes
que no le permitirán a EE.UU. dominar el mundo, lo que ha venido haciendo en la
historia más reciente.
Podrá emplear todas las estrategias y
artimañas posibles, guerras, incluidas las bacteriológicas como la que se
sospecha le ha hecho a la poderosa China con el “coronavirus”, bloqueos y
sanciones para intentar mantener su hegemonismo, pero le será imposible lograr
su objetivo.
Ya hay expertos que se atreven a pronosticar
la reelección de Trump en los comicios de este año, lo cual es prematuro
augurar ahora, aunque todo pueda suceder, mientras otros analistas consideran
que EE.UU. necesita con urgencia decorar nuevamente su actual pésima imagen
internacional, similar a lo ocurrido al final de la era del también psicópata
George W. Bush.
Otro mandato de Trump podría apresurar el fin del imperio
de Washington, y en el peor de los casos el holocausto con una eventual
conflagración mundial, que de desatarse, como bien predijo el presidente ruso,
Vladimir Putin, no habría vencedor alguno.
Los poderes fácticos, dígase las grandes
transnacionales y los tanques pensantes, que en realidad son los que gobiernan
en EEUU, tendrán que sacar bien sus cuentas de si es conveniente o no que “el
gran depredador” permanezca en la Casa Blanca. Esperar para ver.
Patricio Montesinos Periodista español
residente en La Paz, Bolivia.
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