· El
fracaso de las políticas públicas
· Entre
la flexibilidad y la incapacidad
Por
Francisco Gómez Maza
Como
dijera El Chavo del 8 – un garbanzo de a libra entre la mediocridad de la
televisión mexicana – “y ahora ¿¡Quién podrá defendernos!?”
Muchos
líderes y dirigentes políticos se propusieron abatir la pobreza, acabar con el
desempleo, equilibrar las relaciones de producción.
Tales
propósitos los venimos oyendo los mexicanos desde que México es México. Desde
Lázaro Cárdenas, tanto gobernantes sedicentes nacionalistas como de derecha
declarada como el PRI y el PAN, han prometido acabar con la pobreza. Felipe
Calderón, un político de la extrema derecha yunquista, siendo aspirante a la
presidencia de la república se autocalificó “presidente del empleo”.
Tan
sólo viendo el empleo, de acuerdo con el Reporte de Investigación 103 del
Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM, durante el sexenio de
Calderón (2006-2012), para el tercer trimestre de 2012, la Tasa de Desempleo en
México fue de 15.1% y la población desempleada, de 8 millones 671 mil personas,
2 millones 137 mil personas más respecto al inicio del sexenio del panista, lo
que representa un aumento de 32.7% en los seis años.
Simultáneamente,
la Tasa de Empleo Informal fue de 54.5% y la población empleada informalmente,
de 26 millones 574 mil personas, 3 millones 411 mil más que a finales de 2006,
lo que significa que creció la informalidad en un 14.7%.
La
ocupación en general, a lo largo de todo el sexenio, sólo creció 13.7%, menos
que el aumento del sector informal y mucho menos que el aumento del empleo, por
lo que ningún programa del gobierno contribuyó significativamente a uno de los
mayores problemas que dejó esa administración.
El
estado de cosas continuó igual o peor durante el gobierno de Enrique Peña
Nieto, caracterizado por una brutal corrupción y saqueo del Erario. En el
“sexenio del empleo” —denominado así por el mismo presidente de la
autodenominada centro-derecha priista, el 74% de las nuevas plazas no pagaban
más de 3,842 pesos.
Según
los registros del IMSS, EL total de trabajadores formales se ubicó en
19,418,455 personas en 2017; o sea que se experimentó un crecimiento
importante. Pero tales lo que creció realmente fue la mala paga. La generación
de puestos de trabajo estuvo enfocada en rangos salariales bajos y lo que
realmente explica gran parte del incremento de la fuerza laboral.
Con
todo, de acuerdo con datos del INEGI, el 34% de la población ocupada percibía
de uno hasta dos salarios mínimos; es decir, una percepción que fluctuaba entre
1,921 y 3,842 pesos mensuales; y 26% se ubicó en el nivel salarial de dos hasta
tres minisalaros; es decir de 3,842 a 5,763 pesos. O sea que todos estaban jodidísimos,
dijera el boxeador de la Bondojito. Y seguía habiendo trabajadores de salario
mínimo (el 19 por ciento de la fuerza de trabajo), que ganaban hasta 1,921
pesos mensuales.
Tan
sólo estos datos del empleo, nos indican que las políticas públicas fracasaron
en el demagógico intento de acabar con el subdesarrollo, con el desempleo y la
pobreza. O sea que el modelo económico del FMI y de los muchachos de Chicago ha
fracasado rotundamente, tanto que muchos, dentro de Wall Street, están pensando
ahora coger el chirrión por el palito, temerosos de que los pobres se organicen
en hordas y les corten el cogote.
“Debemos
pasar desde el capitalismo de accionistas (shareholders) hacia un capitalismo
de los grupos de interés (stakeholders)”, declaró recientemente secretaria
ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcenas, en apoyo a los debates celebrados en
Davos. Bárcena indicó que el capitalismo ha mostrado gran flexibilidad, ha
aumentado su expansión geográfica y hoy es constante evolución e interactúa con
un mundo global que enfrenta un importante cambio tecnológico. Sin embargo, es
incapaz de garantizar una distribución equitativa de la riqueza generada.
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