Por Ángel
Guerra Cabrera
Luego de
dos postulaciones, en su tercer intento, el médico Salvador Allende ganó la
presidencia de Chile de la mano de una coalición de partidos de izquierda
llamada Unidad Popular (UP). La bandera de la UP era fruto de una historia de
luchas, iniciada con las heroicas huelgas de los trabajadores de las minas de
salitre en las primeras décadas del siglo veinte.
A 50 años
de la histórica victorial electoral de Salvador Allende, abanderado de la
Unidad Popular (UP) a la presidencia de Chile, es necesario reflexionar sobre
aquel primer intento, a escala universal, de avanzar hacia el socialismo por
vía electoral.
El gobierno
de la UP duró escasamente cuatro años, pero pudo acumular en ese tiempo
valiosas experiencias en la construcción socialista. Aunque sus enseñanzas
también son válidas para gobiernos que no se proponen el socialismo, como los
actuales de Argentina y México, pero tienen en común con aquel el afectar
importantes intereses oligárquicos e imperialistas, que no se resignan a perder
sus privilegios y por eso ofrecen la más encarnizada resistencia a los
gobiernos populares, a costa incluso de arremeter contra el Estado de derecho,
en una actitud crecientemente golpista.
Después del
triunfo de la revolución cubana, América Latina y el Caribe devinieron campo de
batalla política y, en algunos casos militar, entre el imperialismo yanqui,
aliado a las oligarquías locales, y las fuerzas populares. Chile fue un caso
emblemático. Allí, como en ningún otro país en nuestra región, un experimentado
movimiento de izquierda de orientación marxista y una clase obrera combativa,
organizada y politizada habían conquistado un espacio político e institucional
considerable y tenían posibilidades de llegar al gobierno por vía electoral con
un programa socialista de hondo contenido antimperialista. Existía, además, un
prestigioso líder, Allende, que, aunque no contaba con el respaldo de sectores
de su propio Partido Socialista (PS), poseía gran arrastre electoral, sobre
todo en la clase obrera, y gozaba del apoyo del Partido Comunista de Chile y la
entrañable amistad y solidaridad de Fidel Castro. Una radicalización a la
izquierda de sectores de clases medias llevó a numerosos militantes jóvenes a
abandonar la Democracia Cristiana (DC) para apoyar a Allende. En el PS muchos
no creían en la audaz propuesta de su candidato, quien, a partir de un análisis
de las singulares condiciones de Chile postulaba la tesis de que en su país era
posible transitar al socialismo por vía electoral. En efecto, el gran líder
popular resultó ganador de la presidencia en las elecciones de 1970.
Estados
Unidos había decidido desde antes echar en el país andino un pulso decisivo en
el enfrentamiento de clase que se desplegaba a escala de nuestra América. Acuñó
con el candidato de la Democracia Cristiana (DC) Eduardo Frei el demagógico
lema de “revolución en libertad” para contraponerlo a la Revolución Cubana, que
había desencadenado al sur del río Bravo un prolongado y vigoroso ciclo de
luchas populares. Como demuestran documentos desclasificados, la CIA, desde las
elecciones presidenciales de 1964, en que Allende se enfrentaba como candidato
a Frei, inyectó a favor de su campaña 2.6 millones de dólares, invirtió 3
millones de dólares en propaganda contra Allende y posteriormente se ufanó de
que esa y otras maniobras fueron indispensables para el éxito de Frei. En las
elecciones del 4 de septiembre de 1970, la agencia canalizó 350 mil dólares a
la campaña del derechista Jorge Alessandri por medio de la trasnacional ITT e
invirtió entre 800 mil y un millón de dólares para manipular el resultado
electoral, consignó después el informe del Comité Church del Senado
estadunidense.
El
resultado de los comicios: Allende, 36.6 por ciento; Alessandri, 34.9 y el
candidato de la DC Radomiro Tomic, 27.8. El 24 de octubre el pleno del
Congreso, de acuerdo con la Constitución, debía elegir entre las dos mayorías
más altas. Desde Washington, el presidente Richard Nixon ordenó a la CIA evitar
que Allende asumiera la presidencia. Pero no le funcionó su plan porque Allende
y Tomic (aunque democristiano, de orientación constitucionalista y progresista)
habían acordado que uno reconocería la victoria del otro si la diferencia
superaba los 5 mil sufragios. Para colmo un plan B de la CIA, que culminó en el
asesinato de René Schneider, comandante en jefe del ejército, favoreció el voto
de la DC a favor de Allende.
Nacionalización
del cobre, profundización de la reforma agraria, constitución de un amplio
sector social de la economía con participación obrera, incluyendo los bancos,
aumento de salarios, robustecimiento del mercado interno, política exterior
latinoamericanista, no alineada y de paz, restablecimiento de relaciones con la
Cuba hermana, son, entre otros, grandes logros del gobierno de la UP. La
gestión allendista heredó quebradas las arcas públicas por todas las importaciones
suntuarias realizadas para mejorar la imagen de Frei. Encima Estados Unidos lo
asfixió económicamente y desencadenó una terrible ola fascista culminada con el
sangriento golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, que, trágico presagio,
encontró a los revolucionarios chilenos desunidos. La soldadesca fascista
conminó a Allende a rendirse, pero este resistió horas en el Palacio de la
Moneda, donde murió abrazado al fusil Kalachnikov que un día le obsequiara
Fidel. ¡Allende vive hoy en la rebelión antineoliberal chilena!
Twitter:
@aguerraguerra
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