· Una economía apuntalada por la austeridad
· Muy difícil el reto para AMLO el año venidero
Por Francisco Gómez Maza
Muchas interrogantes, aparentemente sin
respuesta, saltan a la mente, a poco más de un trimestre de iniciar el año
económico 2021, un año que puede ser caótico y dramático, marcado por la más
profunda recesión de la actividad productiva, en medio de fuertes rebrotes de
la Covid-19, como lo han estimado las autoridades sanitarias, así como una
generalización de la pobreza y ya no decir de la extrema pobreza y la miseria.
La crisis sanitaria, que hizo estallar
el SARS-Cov-2, ha producido ya miles de fallecimientos, tragedias familiares, y
ha frenado seriamente la marcha de una economía, que ya venía “en retirada”,
desde antes del primer caso de contagio de Covid-19, allá por mediados del mes
de febrero de este año, debido a la enorme volatilidad de los mercados
internacionales y a la agresión aparentemente comercial del presidente de los
Estados Unidos, Donald Trump, a China.
En estas condiciones de miedo a todo, de
pánico, comenzando con el miedo al contagio de coronavirus, el gobierno de
López Obrador deberá de presentar y entregar, este martes 8 de septiembre, a la
Cámara de Diputados el Paquete
Económico (ley de ingresos y presupuesto de gasto) para el ejercicio 2021, cuyo propósito fundamental será atender las
principales demandas del país relacionadas con los efectos de la
pandemia de la Covid-19 y la recesión, principalmente la destrucción de micro,
pequeñas y medianas empresas así como el desempleo generado por la destrucción
de miles de negocios.
El presidente tendrá que cumplir con lo
asentado en el paquete en el sentido de que no habrá control de precios en los
combustibles, las gasolinas, y no habrá nuevos impuestos directos ni
indirectos, ni aumentos ni del Impuesto sobre la Renta ni menos del Impuesto al
Valor Agregado, que generalmente engordan los consumidores más pobres.
Con todo, en este asunto, a pesar del
compromiso público del presidente López Obrador, el líder de la mayoría en el
Senado, Ricardo Monreal Ávila, advirtió hace unos días que la crisis económica
llegará al grado de que no se debe dejar de hablar de la necesidad de una gran
reforma fiscal, pues la crisis económica será descomunal por lo menos en los
primeros meses del nuevo año, aunque algunos analistas son ligeramente
optimistas.
El paquete económico 2021 incluye, como
parte de su médula, un plan de infraestructura, coordinado con el sector
privado, que seguirá privilegiando la participación de inversionistas privados
particularmente en el sector energético y en el de comunicaciones, plan que
deberá ser hecho público antes de que concluya la primera quincena de este mes
de septiembre.
El secretario de Hacienda, Arturo
Herrera, mientras tanto, deberá de explicar, en la conferencia matutina del
miércoles venidero, el contenido de un presupuesto, que será muy austero.
Difícil reto que tendrá que afrontar el gobierno de la Cuarta Transformación en
2021, cuidando de que no se distraigan recursos destinados a la reactivación
económica y a la lucha contra la pobreza de millones de mexicanos.
Debido a esto, el Paquete Económico que
hará llegar al Gobierno federal tendrá como prioridad atender programas
sociales y proyectos de infraestructura.
Debido a la pandemia, cuyos rebrotes en
casi seguro que cubrirán gran parte del año venidero, y a la recesión,
difícilmente se cumplirán los propósitos hechos por las autoridades
hacendarias, que originalmente ya planteaban objetivos muy conservadores.
De acuerdo con los precriterios, la
estimación de finanzas públicas para 2021 consideraba un marco macroeconómico
que preveía un crecimiento económico puntual de 2.5% real, un tipo de cambio
promedio de 21.3 pesos por dólar, una tasa de interés nominal promedio de 5.8%
(Cetes 28 días), un precio promedio del petróleo de 30 dólares por barril, y
una plataforma de producción de petróleo promedio de 2,027 mbd.
Los economistas habían estimado que, en
2021, los ingresos presupuestarios serían menores en 405.8 mmp en pesos de 2021
respecto al monto previsto en la LIF 2020, resultado de las siguientes
variaciones en sus componentes: Menores ingresos petroleros en 340.4 mmp
debido, fundamentalmente, a la disminución en el precio del petróleo; ingresos
tributarios inferiores en 64.9 mmp y mayores ingresos no tributarios del
Gobierno Federal en 1.6 mmp, menores ingresos propios de las entidades que se
llamaban paraestatales distintas de Pemex en 2.1 mmp.
El paquete se planteaba una meta de
déficit en el balance público de 3.5% del PIB e ingresos estimados que
implicaban que el gasto neto total pagado para 2021 disminuiría en 65.4 mmp en
pesos de 2021 con respecto al monto aprobado en el PEF 2020; es decir, una
reducción real de 1.0%, así como otros rubros.
Pero tales proyecciones fueron alteradas
por la agudización de la crisis y la recesión.
Y así, independientemente de cifras y
estimaciones, de proyecciones y pronósticos económicos, el 2021 no será nada
promisorio para las economías de las clases medias y populares, aunque
obviamente mucho menos dolorosas para las clases medias. Sólo la gozarán los
grupos empresariales y las clases altas; es decir, las clases dominantes.
Un año en que el gobierno de la 4T
tendrá una prueba de fuego verdadera, obligado a reactivar la gran economía y
reforzar la capacidad de compra de trabajadores empleados y las legiones de
desempleados. Habrá que recrear cientos de miles de pequeñas y medianas
empresas que son las que generan el grueso de los empleos en la economía.
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