viernes, 4 de septiembre de 2020

En el día internacional de mujeres indígenas que no te victimicen, ni te folcloricen

 


Por Ollantay Itzamná

En 1872, luego de una sublevación aymara, comandada por el mítico duo Bartolina Sisa y Zárate Willka, en lo que actualmente es Bolivia, fueron públicamente descuartizadas las y los sublevados, como escarmiento para que nunca más indígenas se constituyesen en sujetos de su emancipación.

En 1983, en el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América, en Tiahuanaco, Bolivia, en honor a Bartolina Sisa, se acordó recordar cada 5 de septiembre como Día Internacional de la Mujer Indígena. Desde entonces, progresivamente, en toda Abya Yala, recordamos con diferentes actividades dicha fecha.

No existe “la mujer” indígena. Tampoco las indígenas son víctimas folclóricas

En nuestro sentipesamiento indígena y campesina, no existe la noción ontológica de “la mujer”. Es decir, la categoría de la individuación como elemento constitutivo del runa (ser humano en interrelación, en el idioma quechua) es inexistente. Somos runas en la medida que somos y estamos con los demás.

Warmi (mujer con y entre las y los demás, en quechua) es una categoría que refiere a Ella en cuanto ser con las y los demás, determinado por los principios de complementariedad y la interrelación. Quizás sea una de las razones de las expresiones de la homeostasis que pervive en las comunidades indígenas (como la vestimenta, las costumbres…). La individuación no es bien vista en ninguna de sus expresiones.

Con preocupación observamos que cada 5 de septiembre se torna cada vez más una especie de “olimpiadas de víctimas y folcloristas”. Es decir, se expone a nuestras hermanas y madres indígenas en foros/webinarios para que expresen sus penurias acumuladas, y quien cuente más penas y con más ropaje indocolocial, y si acaso porta algún título académico, es la “indiecita” más cotizada y requerida en los foros de las ONG, eventos estatales o de la cooperación internacional.

Nuestras madres, hermanas e hijas no son víctimas. Son cosujetos con derechos, obligaciones y utopías. Ellas luchan, gastan sus existencias sobre la Pachamama para que nosotros/as coexistamos y caminemos tras las utopías que nos mostraron Bartolina Sisa/Zárate Willka, Micaela Bastidas/Túpac Amaru II,…

 

El folclorismo (apariencia espectacular que agota al indígena en la vestimenta o el sonido) es tan letal como el victimismo indígena. Y, peor aún cuando ese victimismo o folclorismo está determinado por la “apoliticidad” de la academia “multiculturalista”.

Somos indígenas, muchos portamos títulos académicos, pero no para alardear, ni para competir en las olimpiadas de la titulocracia (estrategia colonial), sino para utilizarlos como llave que abre la conciencia libertaria de los nuestros y de los otros.

El 5 de septiembre es una oportunidad para reflexionar la ética y la mística subversiva de Bartolina Sisa/Zárate Willka que los encaminó por el camino del no retorno hacia su inmolación.

Las condiciones de dominación y violencia para los pueblos de Abya Yala, lejos de mejorar en relación a la época del primer siglo republicano, han empeorado. Y, en los pueblos indígenas y campesinos, son nuestras madres, hermanas, hijas… quienes llevan el peor peso de las repúblicas criollas y de los estado/empresas neoliberales.

Por ello, el Día Internacional de las Mujeres Indígenas es un motivo para ratificar nuestras luchas desde los territorios, y calibrar nuestras estrategias compartidas.

 

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