En 1872, luego de una sublevación aymara, comandada
por el mítico duo Bartolina Sisa y Zárate Willka, en lo que actualmente es
Bolivia, fueron públicamente descuartizadas las y los sublevados, como
escarmiento para que nunca más indígenas se constituyesen en sujetos de su
emancipación.
En 1983, en el Segundo Encuentro de Organizaciones y
Movimientos de América, en Tiahuanaco, Bolivia, en honor a Bartolina Sisa, se
acordó recordar cada 5 de septiembre como Día Internacional de la Mujer
Indígena. Desde entonces, progresivamente, en toda Abya Yala, recordamos con
diferentes actividades dicha fecha.
No existe “la mujer” indígena. Tampoco las indígenas
son víctimas folclóricas
En nuestro sentipesamiento indígena y campesina, no
existe la noción ontológica de “la mujer”. Es decir, la categoría de la
individuación como elemento constitutivo del runa (ser humano en interrelación,
en el idioma quechua) es inexistente. Somos runas en la medida que somos y
estamos con los demás.
Warmi (mujer con y entre las y los demás, en quechua)
es una categoría que refiere a Ella en cuanto ser con las y los demás,
determinado por los principios de complementariedad y la interrelación. Quizás
sea una de las razones de las expresiones de la homeostasis que pervive en las
comunidades indígenas (como la vestimenta, las costumbres…). La individuación
no es bien vista en ninguna de sus expresiones.
Con preocupación observamos que cada 5 de septiembre
se torna cada vez más una especie de “olimpiadas de víctimas y folcloristas”.
Es decir, se expone a nuestras hermanas y madres indígenas en foros/webinarios
para que expresen sus penurias acumuladas, y quien cuente más penas y con más
ropaje indocolocial, y si acaso porta algún título académico, es la “indiecita”
más cotizada y requerida en los foros de las ONG, eventos estatales o de la
cooperación internacional.
Nuestras madres, hermanas e hijas no son víctimas. Son
cosujetos con derechos, obligaciones y utopías. Ellas luchan, gastan sus
existencias sobre la Pachamama para que nosotros/as coexistamos y caminemos
tras las utopías que nos mostraron Bartolina Sisa/Zárate Willka, Micaela
Bastidas/Túpac Amaru II,…
El folclorismo (apariencia espectacular que agota al
indígena en la vestimenta o el sonido) es tan letal como el victimismo
indígena. Y, peor aún cuando ese victimismo o folclorismo está determinado por
la “apoliticidad” de la academia “multiculturalista”.
Somos indígenas, muchos portamos títulos académicos,
pero no para alardear, ni para competir en las olimpiadas de la titulocracia
(estrategia colonial), sino para utilizarlos como llave que abre la conciencia
libertaria de los nuestros y de los otros.
El 5 de septiembre es una oportunidad para reflexionar
la ética y la mística subversiva de Bartolina Sisa/Zárate Willka que los
encaminó por el camino del no retorno hacia su inmolación.
Las condiciones de dominación y violencia para los
pueblos de Abya Yala, lejos de mejorar en relación a la época del primer siglo
republicano, han empeorado. Y, en los pueblos indígenas y campesinos, son
nuestras madres, hermanas, hijas… quienes llevan el peor peso de las repúblicas
criollas y de los estado/empresas neoliberales.
Por ello, el Día Internacional de las Mujeres
Indígenas es un motivo para ratificar nuestras luchas desde los territorios, y
calibrar nuestras estrategias compartidas.
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