martes, 29 de diciembre de 2020

A 24 años de los Acuerdos de Paz en Guatemala, y a 4 años en Colombia

 

Foto: Mujer maya. Guatemala. Internet

Por Ollantay Itzamná

En 1996, luego de 36 años de guerra interna, las guerrillas de Guatemala aglutinadas en la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) firmaron lo que se conoce como Acuerdos de Paz con el Estado/Ejército de Guatemala con frondosas promesas de paz y desarrollo para el país.

En 2016, luego de más de medio siglo de guerra interna, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), también firmaron la paz con el Estado/Ejército de Colombia. Igual, sin comprometer o tocar las causas centrales que los obligaron a levantarse en armas: pobreza rural y el acaparamiento de tierras.

La guerra interna, en Guatemala y Colombia, sirvió para acelerar el acaparamiento de tierras fértiles para empresarios y militares. En Colombia asesinaron cerca de 220 mil personas, y en Guatemala, 240 mil. En ambos países la pobreza y poblaciones desplazadas crecieron en porcentajes peores que al inicio de la guerra interna.

En Guatemala los Acuerdos de Paz prometía democratizar el país en base al respeto de los derechos humanos, reformas tributarias y acceso al mercado de tierras para campesinos… 24 años después la democracia formal neoliberal diluyó al Estado, al grado de convertirlo en un Estado fallido, cooptado por el crimen organizado…

Los terratenientes, en su versión agroindustrial, se apropiaron casi de la totalidad de las tierras de cultivo del país mediante las reglas del libre mercado de tierras. Indígenas y campesinos, no sólo fueron excluidos del mercado de tierras, sino que por sus condiciones económicas paupérrimas se ven obligados a vender o alquilar sus pequeñas parcelas a las empresas de monocultivos.

Después de más de dos décadas de las promesas incumplidas de los Acuerdos de Paz, en Guatemala, se constata que no fue sólo el Estado el responsable para dicho incumplimiento, sino también los movimientos sociales y la misma URNG se distrajeron demasiado con la burbuja del financiamiento para la pacificación del país, y abandonaron las genuinas luchas sociopolíticas para la transformación del país.

Al grado que en la actualidad, ex comandantes o ex integrantes de las guerrillas que firmaron la paz se oponen expresa o tácitamente a las propuestas de nacionalización de los bienes y servicios privatizados que plantean los movimientos indígenas y campesinos. Al igual que a la urgente necesidad de avanzar hacia un proceso de asamblea constituyente incluyente para crear un Estado Plurinacional.

En la actualidad, en Colombia y en Guatemala, son asesinados impunemente defensores/as de derechos humanos y de sus territorios ante el silencio cómplice del Estado/empresa. En el caso de Colombia, los mismos ex combatientes, ahora desarmados, los asesinan impunemente.

En ambos países, las sumergidas condiciones de vida de los sectores y pueblos excluidos están empeorando hasta a niveles jamás antes vistas. A estos sectores se les incrementan las obligaciones sin derechos… Si reclaman, los asesinan. Mientras, las oligarquías nacionales gozan de privilegios y/o patrimonios quizás comparables a los reyes de la Edad Media.

En Colombia, los sectores campesinos e indígenas se movilizan exigiendo el cumplimiento de las promesas de la firma de paz. En Guatemala, comunidades indígenas y campesinas organizadas en resistencia, denunciando incluso el silencio cómplice de los revolucionarios firmantes de la paz, se articulan y pujan tras la propuesta de un proceso constituyente plurinacional, la nacionalización de los bienes privatizados, y la construcción de un Estado Plurinacional.

En Colombia, el partido Fuerza Alternativa Revolucionaria Común (FARC), nacido en el seno de los revolucionarios firmantes de los acuerdos de paz, aún no ha mostrado su capacidad y voluntad para canalizar por la vía electoral el descontento social del país. En el caso de Guatemala, los partidos políticos revolucionarios surgidos con o después de los Acuerdos de Paz, en buena medida, se neoliberalizaron y se acomodaron al sistema hegemónico que en algún momento combatieron.

Con la mayoría de las ONG dirigidas por “revolucionarios” ocurre otro tanto. Al grado que, ante el agotamiento del presupuesto internacional para la ejecución de proyectos de pacificación del país, ahora, ejecutan proyectos pequeños con fondos de la USAID…., y repelen cualquier intento de organización política que desafíe al régimen económico neoliberal pro EEUU.

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