martes, 4 de febrero de 2020

La presidencia despierta un conflicto amargo en el seno de la clase dominante EE.UU.



Por John Catalinotto 

Traducción: María Piedad Ossaba, Lapluma.net.


Un amargo conflicto entre los dos principales partidos políticos que representan al imperialismo usamericano se perfila en el horizonte para este año.  La lucha en el Senado, en el juicio que seguirá a la votación de la Cámara de Representantes para destituir al presidente. Luego será la elección presidencial de noviembre.
Tanto el partido republicano como el demócrata son enemigos de los trabajadores del mundo. Ambos son enemigos de la clase trabajadora de EE.UU. Sin embargo, el mundo entero estará observando este conflicto. Afecta a todo el mundo.
¿Este conflicto –interno de la clase dominante imperialista usamericana– tendrá lugar de una manera que permita a la gente trabajadora común y corriente de EE.UU intervenir en sus propios intereses? Esto parece improbable en la actualidad, pero han ocurrido cosas más sorprendentes.
Según la Constitución de los EE.UU, para destituir a un presidente, la Cámara de Representantes debe votar, por mayoría simple, para presentar cargos contra un presidente en ejercicio, acusaciones que ella considere lo suficientemente graves como para destituirlo del cargo. El Senado organiza posteriormente un juicio basado en esos cargos. Para condenar y destituir al presidente de su cargo se requiere el voto de por lo menos dos tercios de los miembros del Senado.
En la historia de EE.UU, el presidente Andrew Johnson fue sometido a juicio político en 1868 y Bill Clinton en 1998. Ni Johnson ni Clinton fueron condenados por el Senado. Los republicanos controlan el Senado de hoy. No hay indicios en el presente de que estos republicanos condenen a Trump.
La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, una de las principales demócratas, dice que enviará las órdenes de destitución al Senado sólo cuando los líderes republicanos de allí garanticen un “juicio justo”. Pelosi se refiere a un juicio en el que los demócratas pueden llamar a los antiguos colaboradores de Trump a testificar bajo juramento. ¿Y a quién quieren los demócratas llamar como testigo? A nada menos que al halcón John Bolton.
Antes de 2016, los estrategas imperialistas –incluyendo a Bolton– habían basado la dominación mundial de EE.UU. en una alianza con otras potencias imperialistas (Europa Occidental, Japón, Australia). Al igual que en la OTAN, EE.UU. es la potencia hegemónica y hace el trabajo militar pesado y se lleva la mayor parte del saqueo imperialista. Trump antagonizó a estos estrategas cuando pareció amenazar a la OTAN.
El odio del pueblo
Por razones completamente diferentes, Trump se ha ganado el odio de grandes sectores de la población usamericana – y del mundo. Ha hecho incesantes comentarios insensibles y groseros, calumniando a los latinoamericanos y  a los africanos, insultando a las mujeres. Provoca la violencia ultraderechista.
En sus programas políticos ha hecho la guerra a los pobres. Ha nombrado jueces federales anti-mujeres. Mientras tanto, ha concedido la reducción de impuestos a los ricos, al tiempo que ha abierto las tierras indígenas y los recursos naturales al saqueo por las empresas; para ello, el 0,001% de los más ricos siguen vertiendo sus contribuciones en la campaña política de Trump.
De todos sus crímenes, la dirección del partido  demócrata escogió a propósito uno en el que Trump enfrentó a los estrategas de la Guerra Fría. Rechazó la ayuda militar al régimen derechista y anti ruso de Ucrania. Trump (presionó al presidente ucraniano para que investigara a Hunter Biden, el hijo de Joe Biden, que tenía un cómodo empleo en una empresa ucraniana. Trump hizo esto para obtener estrechas ventajas electorales.
Al escoger este crimen, los demócratas están tratando de demostrar que son más eficaces para representar los intereses imperialistas. También lo hicieron dando un apoyo casi unánime al nuevo presupuesto del Pentágono, que fue aprobado por la Cámara de Representantes por la friolera de 738 mil millones de dólares en diciembre.  Al mismo tiempo, un decreto presidencial estaba a punto de expulsar de los cupones de alimentos a casi un millón de personas, incluidos muchos niños y ancianos, y y sumergirlos en la hambruna.
Una de las pocas demócratas progresistas que se opusieron a este regalo al complejo militar-industrial, la representante Rashida Tlaib, de Michigan, declaró que “no puede apoyar un proyecto de ley que proporciona 738.000 millones de dólares para guerras y contratistas de defensa, mientras que este año sólo proporcionamos 190.000 millones de dólares en fondos discrecionales para la atención de la salud, la educación y la creación de empleos”. 
La diputada Tlaib, una de las cuatro representantes femeninas de color conocidas como “la escuadra” (The Squad), también criticó la guerra financiada por EE.UU. contra Yemen, la nueva Fuerza Espacial y las nuevas armas nucleares previstas en el proyecto de ley.
Políticos imperialistas y racistas
Trump presta apoyo político a los políticos imperialistas y racistas de todo el mundo, como Boris Johnson en Gran Bretaña, Marine Le Pen en Francia, Matteo Salvini en Italia, que trastocan la solidaridad de la clase obrera. Con sus tuits racistas, el presidente ha envenenado la atmósfera política, dividiendo a los trabajadores usamericanos  sobre la base de la raza, el género y la religión.
Hay muchas personas en los EE.UU. que odian –y algunos que temen– a Trump por buenas razones. Miles de personas en todo EE.UU. se manifestaron el 17 de diciembre en decenas de ciudades apoyando el proceso de destitución. En otras ocasiones durante los últimos tres años, estas o similares fuerzas protestaron por millones contra la misoginia del presidente, expresaron su solidaridad con los migrantes o defendieron el medio ambiente en diferentes momentos.
Para estas personas, la dirección del Partido Demócrata sólo ha dado la opción de ponerse del lado del reaccionario régimen de Ucrania y el imperialismo usamericano contra Rusia. Fue el Partido Demócrata bajo el gobierno de Barack Obama el que derrocó al anterior gobierno de Ucrania, permitiendo incluso a las fuerzas profascistas entrar en el nuevo régimen. Tomar partido en este esfuerzo no tiene nada que ver con los verdaderos intereses del pueblo trabajador de EE.UU.
No sólo las personas de la pequeña izquierda antiimperialista, sino incluso algunos miembros del Congreso del Partido Demócrata, como el representante demócrata Al Green de Texas, un africano-americano, han instado a que Trump sea acusado en el proceso de destitución por incitar a la violencia con base en sus comentarios racistas.
La presidencia de Trump ha desatado protestas progresistas en EE.UU contra la agenda de odio del presidente. Las personas con discapacidades han liderado la lucha por la atención médica; los maestros de los Estados que votaron por Trump han realizado huelgas desafiantes. Las mujeres han encabezado las protestas contra el abuso sexual y por su liberación. Las personas de origen latinoamericano han encabezado manifestaciones en solidaridad con los migrantes. Los pueblos indígenas han liderado protestas contra la crisis climática y para proteger la tierra.
¿Será posible que la dirección del Partido Demócrata frene la lucha contra Trump y la limite a atacar su crimen de buscar ventajas electorales estrechas? ¿O el pueblo romperá estos límites y comenzará a luchar por sus propios intereses?



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