Por Ollantay Itzamná
Cuando se creía que las últimas movilizaciones sociales defenestrarían,
incluso en tiempos de pandemia, al gobierno de facto de Bolivia, la élite del
Movimiento Al Socialismo (MAS) desmovilizó e hizo que se le levantasen la gran
mayoría de los puntos de bloqueos de caminos, porque “ya se promulgó una Ley
que fija como plazo tope de elecciones generales el 18 de octubre próximo”.
Las últimas movilizaciones populares, por su magnitud y alcance
territorial, fueron las primeras en la fase post Golpe de Estado. Y no eran
para exigir elecciones únicamente, sino, sobre todo, la renuncia del gobierno
golpista de Jeanine Ánez, ahora, entroncado, con los poderes fácticos de los
fascistas croatas bolivianos.
¿Volverá a ganar las elecciones el MAS?
Ningún proceso electoral, bajo un gobierno dictatorial y fascista,
permitirá que los subalternos (¿socialistas?) ganen las elecciones. Añez fue
categórica cuando sentenció en Sucre, a principios del año: “No permitiremos que los salvajes vuelvan a gobernar”.
Para asegurar aquella honesta sentencia política, la autoproclamada puso
como guardián y Presidente del Tribunal Supremo Electoral, nada menos que
a Salvador Romero[2]. No sólo amigo íntimo del candidato Carlos Mesa (segundo en las
encuestas) sino también “democratizador” del Golpe de Estado en Honduras
(2009) y legitimador de la permanencia en el poder de la élite golpista
(Partido Nacional) en aquel país centroamericano.
El gobierno norteamericano, no sólo promovió y respaldó el Golpe en
Honduras, sino también hizo de ese golpe toda una escuela para posteriores
golpes en Abya Yala. Contrató y capacitó, mediante sus ONG, y aparatos como la OEA, a
potenciales “expertos técnicos” en legitimar y mantener gobiernos de factos
“ratificados” en las urnas. Salvador Romero es uno de esos
“expertos” adiestrados en Honduras post Golpe.
Si la combinación Áñez-Romero ya era una garantía para que “los salvajes
nunca más vuelvan a gobernar”, la necesaria incorporación en el gobierno de facto de los descendientes
de los croatas fascistas de Santa Cruz consolida dicha apuesta. Ahora,
las y los bolivianos ya no son considerados salvajes (personas primitivas)
sino bestias (animales sin derechos).
Los animales no deben organizarse, no deben protestar, no debe elegir,….
Mucho menos ser gobierno. La aniquilación física de “las bestias” ya no será mediante las fuerzas
del orden (eso crearía más responsabilidades penales al gobierno de facto),
sino mediante los ciudadanos organizados en comités cívicos y sus
paramilitares…
Bajo el régimen dictatorial actual, Bolivia podrá asistir a las urnas
muchas veces… Pero jamás reconocerán como válido el voto consciente. El MAS
nunca más volverá a ganar las elecciones.
Áñez-Romero-Croatas (expresión del entronque oligarquía-Imperio) jamás
soltarán el poder. A Evo Morales no lo dejarán entrar a Bolivia. Luis Arce y la
élite masista, si no se portan bien, tendrán optar entre el encierro, el
destierro o el entierro. En este panorama, es probable que el MAS tenga menos
tiempo de existencia legal que el vetusto MNR (partido de la revolución del
52).
Ud. no me cree. Pues, venga para Honduras. Péguele una mirada a la historia reciente del post Golpe made in USA. O
pregunte a los “siempre derrotados” candidatos del partido de la resistencia
Liberta y Refundación.
Ojo, en Honduras constitucionalmente está prohibida la reelección
presidencial. Y muy a pesar de ello, EEUU y la OEA mantienen al gobierno dictatorial “reelecto” por fraudes
electorales. En Bolivia la Constitución permite la reelección.
Además, tienen a los croatas de Ustachá como la guardia pretoriana del gobierno de facto
indefinido.
En Bolivia, no sólo está juego la “democracia electoral”. En el país
suramericano se ensaya y tomará forma la nueva geopolítica post pandemia donde
los derechos humanos o “protocolos internacionales” estarán supeditados
legalmente a los intereses financieros del herido sistema económico que sale
hambriento por todo y por todas partes.
Bolivia, después de las elecciones del 18 de octubre, conocerá la
epifanía de la bestia post pandemia ungida en las urnas fraudulentas.
Por ello, el único camino que nos queda a los pueblos de Bolivia es
salir a las calles y las plazas para expulsar del poder al régimen golpista, y
recuperar el Estado. Si eso no ocurre antes de las próximas elecciones
generales (18 de octubre), sobre Bolivia post electoral se cierne un panorama
muy sombrío con aroma a sangre indoboliviana.
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