· El virus aún no ha sido destruido
· “No hay solución y quizás nunca la haya”
Por Francisco Gómez Maza
Puede
parecer ocioso, mi querido médico, insistir en que el fuego del horno sigue
ardiendo a todo lo que da y aún no es momento de ir por más leña. Mejor esperar
que baje la lumbre.
Más
bien hay que apagarlo, porque en la bodega tenemos un arsenal de pólvora que
puede estallar como acaba de ocurrir en el Puerto de Beirut, ocasionando una
dolorosa tragedia, tan amarga como la que está causando el Covid-19, o los
sicarios de las bandas de narco, huachicoleros, feminicidas, la delincuencia
organizada, pues.
Me
refiero a que el SARS-Cov-2 aún no ha sido destruido porque aún no hay ningún
medicamento para ello, y es posible que no lo haya por muchos años, y menos una
vacuna que inmunice a los seres humanos, y si la hay es muy posible que sirva
para maldita sea la cosa, como lo vaticinó el director general de la OMS,
Tedros Adhanom Ghebreyesus. “No hay solución y quizás nunca la haya”, aseguró el etíope.
Cómo
me acordé de un cartón o meme de esos que quién sabe quién elabora, pero que se
difunden profusamente en las TIC, en el cual se ve a una rata con sus
ratoncitos, caminando por la calle, y un ser humano de pie en un crucero
mirando a ningún lado. Uno de los ratoncitos le dice a su mamá: - ¡Mira, ma!
¡Un humano! -. Y la rata le advierte “empanicada”: “¡Aléjate de él que es un
enfermo y puede contagiarte!”.
Así
están las cosas en este planeta tan vapuleado por la perversidad humana. Y en
este país de grandes contradicciones, en donde se pavonea, onda y lironda, la
desigualdad económica y social y apenas sobreviven legiones de pobres y
hambrientos, frente a una pequeña elite de privilegiados por la corrupción.
(Dicen que un gran escritor decía que, detrás de cada fortuna, siempre hay un
burro muerto y si no lo decía él, lo proclamo yo. Asumo la autoría.)
No
hay esperanzas de que la pandemia termine y la pobreza será mucho peor que
antes del primer contagio. Ya lo vaticinaron los expertos cepalinos que
coordina la maestra Alicia Bárcena, aquella avezada economista que, en los
mejores tiempos del periodismo, me orientaba y me daba información en su
cubículo del Instituto de Estudios Económicos y Sociales de la Facultad de
Economía.
La
CEPAL, que dirige Bárcena, acaba de publicar uno más de sus reportes sobre el
comportamiento y el desarrollo de la pandemia, particularmente en la región que
a ella le atañe, que es América Latina y El Caribe. Pues, la economista
mexicana acaba de advertir que, si no se controla la curva de contagios, será
imposible reactivar la economía, pero es lamentable que los mexicanos no lean
ni los titulares de las noticias y menos un informe sobre un asunto tan grave
en el que les va o la vida o la muerte.
Y
todavía hay quienes entran en trauma y se encolerizan con quienes están
encargados de conducir el cuidado de la salud, como si fueran expertos, cuando
son aprendices de todo y oficiales de nada.
Pero
la realidad es grave y nadie tiene la culpa de su letalidad. Es como una
venganza de la Naturaleza, un mortal reclamo de la Madre Tierra: Hasta el corte
del martes, los números no indicaban que hubiera que desmantelar los protocolos
de protección frente a la pandemia.
No
podemos relajar nada, menos el estado consciente, porque si traemos el virus en
las manos y nos tocamos la nariz, o los ojos, o los labios, ya nos llevó
Patetas. Nos enfrentamos a la tragedia más grande después de la gran corrupción
y la impunidad que se instituyó como filosofía de vida y de relaciones de
producción y intercambios en este país de las flores de Nochebuena y los
Cempasúchitl.
Es
más, existe el enorme riesgo de que, por lo menos la Ciudad de México, vuelva
para atrás. Estando en semáforo naranja, es muy posible que vuelva a ser
declarado en semáforo rojo porque no entendemos que tenemos que cuidar nuestra
seguridad sanitaria, cuidar a nuestros familiares y a nuestros amigos.
Junto
con los estados de Tabasco, Guanajuato y Veracruz, la Ciudad de México es, hoy
por hoy, donde hay las mayores cantidades de casos de contagio acumuladas e
integran el 43.8 por ciento del total en todo el país.
Miren
cómo están los datos al corte de este martes 4 de agosto:
Total
de contagios confirmados en el mundo: 18.585,774
Total
de fallecimientos en el
mundo:
701,665
Total
de contagios confirmados en México:
449,961
Total
de fallecimientos en México:
48,869
Y eso que las cantidades son conservadoras. En
la realidad, los contagios y los fallecimientos son incuantificables. La pandemia es la pandemia.
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