Por Javier
Tolcachier
En los
meses por venir tendrán lugar varias citas electorales en la región. En octubre
deberán celebrarse elecciones en Bolivia y un plebiscito en Chile sobre la
posibilidad de cambiar la Constitución. En noviembre, los ciento cincuenta
millones de electores brasileños estarán llamados a designar autoridades
municipales. En diciembre, la cita electiva será en Venezuela para renovar la
composición de la Asamblea Nacional y normalizar su funcionamiento. En febrero
de 2021 se votará para elegir un nuevo ejecutivo y cámara legislativa en
Ecuador.
En su
costado aliciente, las experiencias recientes de Argentina y México han
mostrado que, para las poblaciones de dichos países, luego de la asfixia
neoliberal de apenas un período en el primer caso y de una larga agonía de
continuados sexenios en el segundo, los gobiernos de Fernández y López Obrador
constituyen hoy un respiro y una apertura a mejores posibilidades para las
mayorías.
En ambos
casos, la vía que posibilitó la derrota de los candidatos de las finanzas
corporativas y del sometimiento neocolonial fue el logro de una unidad con contradicciones,
pero con el suficiente potencial para dar término a la catástrofe social
anterior.
Mirado en
perspectiva histórica, el fenómeno no es novedoso. Todas las revoluciones
ocurridas en el primer decenio del siglo XXI tuvieron como común denominador la
construcción de mayorías a través de la acumulación de sectores diversos
alrededor de un programa alejado del yugo neoliberal.
Las
derechas y el capital, por su parte, también buscan sumar. Toman para ello como
eje la demonización de los gobiernos populares, siendo asistidos por el
golpismo, la manipulación mediática y la corrupción del poder judicial,
marionetas cuyos hilos se anudan en el deseo geopolítico de los Estados Unidos
de retomar su preeminencia perdida en la región.
Bolivia,
retomar el hilo constitucional y un renovado Proceso de Cambio
Luego de
sucesivas postergaciones, la ley aprobada indica que deberá votarse el 18 de octubre.
La reedición de una campaña sucia contra Evo aún sin ser candidato (idéntica a
las usadas en todas las campañas anteriores) junto al recrudecimiento de las
persecuciones a líderes sociales y personalidades del MAS indican que la
campaña electoral de odio de la derecha ha comenzado.
Aún cuando
en los recientes bloqueos se verificaron indicios de fisura en el consenso
popular, aún cuando la candidatura de Luis Arce no haya conformado del todo al
sentir indígena, es obvio que, dada la enorme polarización, el ex ministro de
Evo contará con la mayoría de los votos en la elección.
La
estrategia de los sectores reaccionarios estará, por tanto, puesta en maniobras
de proscripción del masismo, de auto proscripción para favorecer la acumulación
alrededor de un candidato o de aglutinar el voto anti evo en una segunda
vuelta. El primer caso producirá una oleada de indignación difícil de contener,
salvo desatando una mortífera represión. Si la intención del imperialismo
occidental (EE. UU.+Europa), enfocada en recuperar la explotación leonina de
los recursos naturales del país, es guardar las formas, pondrán todos los
recursos a su alcance para “bajar” algún candidato, fomentar el divisionismo en
el seno del sector indígena-campesino-trabajador, apostar a sumar para una
segunda vuelta o seguramente todas a la vez.
La opción
del campo popular es clara: Unidad más allá de las contradicciones o
legitimación del golpismo en las urnas.
Chile
Una semana
después de la cita electoral en Bolivia, tendrá lugar en Chile el plebiscito
que abrirá el camino para desarmar la dictadura neoliberal impuesta a sangre y
fuego por el poder corporativo y su sicario Pinochet.
A la
pregunta ¿Quiere usted una Nueva Constitución?, los chilenos deberán responder
con un claro Apruebo o Rechazo. Sin embargo, como continuidad de la tendencia
tramposa instalada en la arquitectura de la vieja constitución, los herederos
del viejo régimen instalaron una segunda pregunta mucho más confusa para el
ciudadano de a pie.
Acerca del
tipo de órgano que deberá redactar la Nueva Constitución, el elector tendrá
como opciones “Convención Mixta Constitucional” o “Convención Constitucional”.
El casi imperceptible “mixta” introduce la posibilidad de que integrantes del
Congreso – considerado la “política de la cocina” (es decir, de las
componendas) por la mayoría de los chilenos – conformen un 50% de la
convención, fortaleciendo su carácter “reformista” y no refundante.
Otro truco
formal es la cláusula de que dos tercios de los convencionales sean necesarios
para aprobar el nuevo texto constitucional. Lejos de querer reflejar a una
amplia mayoría de chilenos, como señalan sus defensores, la traba de los dos
tercios fue uno de los principales cerrojos de la constitución pinochetista
para impedir su modificación.
A un año de
la gesta de octubre en la que “Chile despertó”, también aquí las opciones son
nítidas: Apruebo y Convención Constitucional. La ahora impermitida aspiración
de una Asamblea Constituyente Plurinacional, Soberana y Paritaria, como el
reclamo de amplios sectores sociales, deberá constar en el reclamo “AC” con el
que pueden ser refrendadas las papeletas. Esto quedará como horizonte real de
lucha posterior para un pueblo endeudado, empobrecido y maltratado por treinta
años de dictadura mercantil, para el cual será necesario seguir creando
conciencia y consolidar un sujeto político popular decisivo.
Brasil
En la
actual tragedia sanitaria, social y política que atraviesa el Brasil, una
elección municipal puede parecer un detalle sin importancia. Sin embargo,
muchas de las decisiones cotidianas que afectan a la población son tomadas por
gobiernos locales y autoridades federales. Al mismo tiempo, es precisamente
desde las entidades municipales, desde los concejales y prefectos, más cercanos
a la base social, desde donde debe erigirse la resistencia y alternativa a la
monstruosidad hoy gobernante en los poderes ejecutivo y legislativo, siempre
mucho más cercanos al poder económico concentrado.
El panorama
de las municipales es diverso y todavía confuso. Bolsonaro no logró legalizar
su nueva fuerza política (Alianza por el Brasil), cuya estructura reposa en el
entramado de iglesias neopentecostales. Sin embargo, es obvio que la extrema derecha
posicionará a sus candidatos en otras listas (Republicanos, PSL, etc.). La
izquierda mantiene fuertes diferencias y, salvo en unas pocas ciudades, no ha
logrado alianzas en la mayor parte de las grandes capitales. El cálculo de las
fuerzas progresistas es lograr pactos en segunda vuelta para evitar que, como
parece a priori, los partidos conservadores como el PSDB – golpeados en el
ámbito nacional por sucesivos escándalos y la falta de figuras aglutinantes –
retomen el control estratégico de los principales municipios.
Para no
fracasar en el intento de retomar la senda de gobiernos soberanos y solidarios,
es evidente la necesidad de un frente popular que nuclee a todas y todos, pero,
sobre todo, que retome una íntima ligazón con los sectores populares.
Venezuela
Las
principales naciones protagonistas del régimen capitalista prooccidental, los
medios de confusión a su servicio, gobiernos súbditos y títeres locales
advierten que no aceptarán el resultado de las elecciones legislativas en
Venezuela por efectuarse en condiciones viciadas. No se refieren con ello a la
situación de bloqueo financiero y comercial, las extendidas medidas coercitivas
unilaterales del gobierno de Donald Trump, la demonización de la que ha sido
objeto la revolución bolivariana durante más de 20 años, los ataques a la
soberanía nacional mediante intrigas, las amenazas de invasión, el apoyo
continuado al golpismo, la instalación fallida de un gobierno paralelo, entre
otros factores, sino a supuestas irregularidades producidas por el gobierno en
la composición del poder electoral o en las directivas de algunos de los
partidos políticos contendientes en las presentes elecciones.
Venezuela
es una nación bajo asedio imperial y ese es el factor esencial que debería ser
removido para garantizar circunstancias de relativa normalidad en el
funcionamiento político del país.
Para
reemplazar el actual legislativo, de mayoría opositora y de conducta de bloqueo
interno durante los cinco años desde la peor derrota electoral del chavismo, se
aprestan a participar, además del oficialista Gran Polo Patriótico (GPP),
numerosos partidos opositores y organizaciones regionales.
También
aquí hay fricciones internas en el universo de facciones que apoyan a la
revolución y competencia entre los partidos opositores por ocupar los puestos
con mayor proyección política en la futura Asamblea.
La mejor
opción para los revolucionarios en la coyuntura sigue siendo la unidad en la
diversidad, favoreciendo la participación popular, una distribución equilibrada
de poder dentro de sus filas y valorando la existencia de un contrapoder
democrático. De este modo, pueden fortalecerse los consensos en un proceso de
diálogo participativo, debilitando así las opciones violentas y revanchistas
locales y extranjeras.
Ecuador
Las elecciones
presidenciales y legislativas están previstas en Ecuador para el 7 de febrero
de 2021. Si bien de acuerdo con el cronograma dado a conocer por el CNE la
inscripción de candidaturas recién procederá formalmente a partir del 18 de septiembre,
una veintena de candidatos ya han sido nominados por las más diversas
agrupaciones.
La
profusión de candidaturas, a las que se suman las de asambleístas y
representantes al Parlamento Andino, hace, al menos en principio, poco
inteligible el panorama. Sin embargo, es previsible que tan sólo tres fuerzas
políticas concentren los votos en primera vuelta. Por el progresismo, Andrés
Aráuz, joven ex ministro de Economía de la Revolución Ciudadana, respaldado por
Rafael Correa; Guillermo Lasso, banquero representante del neoliberalismo
salvaje y Cristina Pérez, la cara bonita – ex Miss Guayaquil y presentadora
televisiva – del socialcristianismo manejado por Jaime Nebot.
Otras
propuestas, como las del indigenismo, la socialdemocracia o las débiles
continuidades del actual desgobierno (Construye – ex Ruptura o lo que queda del
otrora mayoritario Alianza País) serán sin duda factores de dispersión del
voto. Lo mismo, con expresiones menores de la derecha como el expresidente
derrocado Lucio Gutiérrez, el ex prefecto de Azuay Paul Carrasco, el Movimiento
Suma o la Unión Ecuatoriana del ex fiscal del Estado Pesántez Muñoz.
Sorprendente,
y con muchos interrogantes que se disiparán más adelante, fue la renuncia de
Otto Sonnenholzner, ex vicepresidente de Moreno, a ser candidato, a quien los
medios aliados habían posicionado con fuerza en la escena política. En
realidad, éste representaba una renovación generacional gatopardista, o vino
viejo en odres nuevos, a la usanza de “Marito” en Paraguay, Carlos Alvarado en
Costa Rica o Bukele en El Salvador.
De hecho,
faltan aún muchos meses para la contienda y muchas cosas pueden ocurrir. Lo que
es seguro para el campo popular es que, más allá de las contradicciones
evidentes que pudiera suscitar el regreso de la Revolución Ciudadana al poder
político, es la única opción no alineada con el sometimiento del Ecuador a los
poderes del capital y del imperialismo. Facilitar una nueva unidad alrededor de
esa candidatura para resistir la profundización del sometimiento a los dictados
del gobierno estadounidense, aparece como la alternativa más coherente.
Un
escenario social de fragmentación e incertidumbre
¿Por qué
parece delinearse un horizonte de tintes grisáceos? ¿Adónde reside la
dificultad para nuclear y organizar masivamente voluntades y cimentar mayorías
consistentes? ¿Cuál es la lectura de trasfondo que, a primera vista, pareciera
desteñir el futuro inmediato, invitando a sentidos pragmáticos más que a hondas
transformaciones? ¿Dónde quedó el ímpetu emancipador y revolucionario? ¿Acaso
estas líneas dejan translucir la derrota cultural de los proyectos populares de
cambio emergidos en la primera década del siglo XXI? No es el caso.
Sin
embargo, hay factores sicosociales que no son idénticos a los de finales del
siglo pasado, a los que se debe prestar la debida atención en la coyuntura y
que posiblemente no estén siendo suficientemente recogidos en el análisis.
Hay un
avance momentáneo de las corrientes retrógradas en todo el mundo que no se
debe, como habitualmente se cree, a particulares estrategias exitosas de
recolonización, sino que éstas se aprovechan de tendencias en un marco de
evidente decadencia sistémica que pueden resumirse en los siguientes factores:
1. La
vertiginosa aceleración del tempo histórico, que irrumpe como desestabilización
de paisajes conocidos, superando a la capacidad de adaptación de amplias capas
poblacionales.
2. La
incertidumbre generalizada sobre la dirección de los acontecimientos, que
genera la desgarradora necesidad de asideros estables, lo que supone ansiedades
de regreso a mundos reconocibles, localizables idealmente en el pasado.
3. La
disolución de vínculos de contención y relación sociales, provocados por el
desgaste de valores y hábitos que daban sustento a lazos anteriores, secundado
por la difusión de ideologías individualistas. La soledad absoluta en un
universo enrarecido es una sensación compartida por muchos seres humanos.
4. La
exclusión de una sociedad gobernada por la concentración económica, la angustia
del éxito y la falta de alternativas suficientes para mayorías empobrecidas,
azotadas por la desigualdad y el fracaso individual como destino colectivo.
5. La falta
de sentido existencial en las propuestas de acumulación material propuestas
incluso desde una redistribución más justa de los recursos comunes.
6. La
reacción pendular por los avances conseguidos en la igualdad de condiciones de
la mujer, los negros, los indígenas, las disidencias sexuales y otros
colectivos discriminados.
7. La
reacción de identidades culturales a un proceso de globalización dirigido por
el poder multinacional.
Como
correlato de la conjugación de estos vectores, sumados al desgaste por
burocratización de los procesos de cambio y la permanente amenaza
contrarrevolucionaria de ahogar en la nada a los derechos humanos de las
mayorías, se ha producido cierto enlentecimiento o degradación en los proyectos
de humanización o la franca reversión a cargo de fuerzas conservadoras en
dirección política regresiva.
Hacia un
nuevo sujeto cultural, social y político humanista
Más allá de
la coyuntura presente, que presenta obstáculos a las aspiraciones comunes de
felicidad, justicia, coherencia y unidad, entre otras, existen, como en cada
bifurcación de la historia, opciones que recogen lo mejor del momento anterior
y lo proyectan de manera renovada a la próxima fase de la evolución social.
Podría
ocurrir que esas opciones fueran apenas un sustrato esencial a veces no
reconocible en el fragor y la fanfarria de la confrontación con la injusticia y
el difícil ascenso hacia una sociedad plenamente humana.
Podría ser que,
en los pliegues de las nuevas sensibilidades generacionales, en sus poderosas
vertientes feministas, en las exigencias de cuidado medioambiental y de otras
especies, en la utilización a escala y para beneficio humano de las
posibilidades tecnológicas, anide parte de la respuesta.
Podría ser que,
en la sed de horizontalidad, de democratización real, de desconcentración del
poder, de libertad, creatividad y buen trato, en un sutil clamor por un nuevo
paradigma en el que la espiritualidad y la lucha por mejores condiciones
objetivas de vida no sean términos excluyentes, esté parte del enigma futuro.
Podría ser
que lo que hoy aparecen como verdades de identidad irreconciliables y
definitivas exacerbando el racismo, la violencia, el secesionismo y el
desencuentro, encontraran una luz de esperanza en un nuevo humanismo integrador
de las diferencias. Si así fuera, estaríamos ante la presencia embrionaria de
un nuevo sujeto cultural, social y político cuyo objetivo será, sin concesiones
ni exclusión alguna, la superación revolucionaria del dolor y del sufrimiento
que hoy padece la humanidad.
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