Por Carlos Aznarez
Recientemente el
régimen brasileño, a través del accionar de sus fuerzas represivas, invadió y
destruyó una parte del campamento que el Movimiento de los y las Sin Tierra de
Brasil, viene manteniendo desde hace 20 años en Quilombo Grande do Campo, en
Mina Gerais. No es extraño que esto ocurra, ya que el MST está en la mira de la
burguesía, los terratenientes y por supuesto del genocida gobierno de Jair
Bolsonaro, son un ejemplo de otro mundo diferente y con su resistencia iluminan
a muchos y muchas en el continente y el mundo. Para hablar de lo allí ocurrido,
nos comunicamos con Daniel Pereira, dirigente en el área de producción del
Movimiento, y uno de los integrantes del campamento atacado.
–Cuéntanos cómo
ocurrieron los hechos del campamento Quilombo Campo Grande. Cómo se dio el
ataque policial y qué representaba ese campamento que durante tantos años ha
construido el Movimiento Sin Tierra de Brasil
-Quilombo Campo Grande
es un campamento popular, localizado en Campo do Meio y que posee 450 familias.
Es un campamento que resiste hace más de 20 años, en un área que era dedicada a
la plantación de caña de azúcar para la producción de alcohol. En este proceso
de lucha existen dos procesos jurídicos de desapropiación de la tierra. Uno de
ellos, es el que hace a las sedes de la antigua hacienda. Y el restante, es de
las 3900 hectáreas. El proceso de ataque y “reintegración» que sufrimos se
refiere a un área menor pero importante, que es donde está la sede de la
antigua hacienda. Esa área son 26 hectáreas. Por manipulación judicial en el
proceso, fue ampliada a 52 hectáreas y cuando se hizo la delimitación para
hacer la "reintegración" eso llegó a las 100 hectáreas. En esa área
existía una escuela de formación, que había sigo creada hacía más de 60 años
(rebautizada con el nombre de Eduardo Galeano). Cuando surge el campamento, los
niños y adultos estudiaron allí, se alfabetizaron, crecieron participando en
las actividades de la escuela. Además, había predios antiguos que fueron
aprovechados para alojar a algunas familias. Había áreas, o lotes, donde vivían
familias. Entonces, sobre esa área, se llevó a cabo el ataque policial brutal
que empezó el 12 de agosto y terminó el 14 de agosto a la tarde. Fueron 56
horas de dura resistencia. La policía cumpliendo un acto judicial, desalojó a
las 14 familias que vivían en ese territorio. No solo eso, se destruyó y se
derribó la escuela. Se derribaron las casas de las familias. Se destruyó todo
lo que las familias habían plantado. Fundamentalmente, en medio de ese proceso,
la policía se valió de un aparato represivo muy grande, de vehículos, de
máquinas, de drones, de helicópteros, de muchos efectivos policiales. Bombas de
gases lacrimógenos fueron disparadas contra las personas tanto por tierra como
desde los helicópteros. Algunas personas quedaron heridas por los impactos de
las bombas de gases lacrimógenos, todas sufrieron las dificultades generadas
por esos gases, incluso una persona que tenía problemas del corazón precisó de
tratamiento especial y tuvo que ser asistida por las familias, porque no hubo
asistencia médica por parte de las autoridades policiales.
¿Ustedes sabían que
esto iba a ocurrir, o fue de improviso que apareció la policía? Dijiste que
había un planteo judicial, ¿ustedes se imaginaron que iba a haber un desalojo
con características tan violentas?
-En el primer momento
que nos dimos cuenta de que iba a venir el desalojo, las familias acá se
organizaron y se involucraron en su gran mayoría. En ese proceso de
resistencia, algunas hicieron bloqueos en los caminos, donde estaban las tropas
de la policía. Otras tantas dieron soporte con alimentación, cuidaron los
niños, prepararon los cuidados de salud. Sobre el proceso en sí, es un proceso
que lleva, en términos judiciales, varios años. El veredicto se activó a
finales del año pasado y comienzos de este. En marzo de este año estaba
decretado que ocurriera esta “reintegración” (ataque y despojo). ¿Qué sucede?
Surgió la pandemia del coronavirus y la “reintegración» quedó suspendida hasta
que la pandemia pasara. Lo que nos indigna es que, en medio de la crisis de salud,
que es de nivel mundial, el gobierno de Minas Gerais y el juez que condujo el
proceso, todos determinaran que se reactivara este ataque. No se tuvieron en
cuenta los riesgos a la salud ni otros elementos de los derechos de las
familias. Sabiendo que había una decisión judicial, fue una sorpresa en el
sentido que no imaginábamos el tamaño de crueldad al realizar una acción como
esa durante la pandemia.
-Por lo que entendí,
lo que se reintegró o lo que ocuparon las fuerzas policiales fue una parte, ¿La
otra la siguen teniendo ustedes como campesinos y campesinas o eso también
quedó inhabilitado por ahora?
-Ha sido una parte. En
el otro sector del campamento permanecen las familias resistiendo, produciendo,
generando educación, construyendo valores, desarrollando vida digna y nuevas
formas de sociabilidad. Especialmente, la producción con foco en la
agroecología en el sentido de demostrar que somos los campesinos los que
colocamos el alimento saludable, de calidad, en la mesa de las familias. Es esa
producción precisamente lo que nos fortalece y nos permite resistir en ese
espacio. Demostramos que entramos a la tierra para producir, para generar vida.
¿Qué están produciendo
allí y a quiénes van esos productos?
En el campamento
Quilombo Grande se producen una gran cantidad de alimentos: hortalizas, frutas,
verduras, y también café. Hay familias que crían ganado, vacunos y cerdos,
gallinas, venden huevos. Es una diversidad muy grande la de la producción. En
términos de café, por ejemplo, en los últimos años, se llegaron a producir más
o menos 900 mil kilos de café en grano. Eso es lo que las familias producen, el
café para dar un ejemplo. Pero tenemos que sumar la cantidad de animales que
tienen en su producción, la cantidad de árboles frutales, de verduras y así por
delante. Esa producción, especialmente lo que se refiere a hortalizas, se
comercializa en diversos locales. La vendemos en ferias, aquí en el municipio,
en otra ciudad próxima. Fuera de eso, semanalmente entregamos en este período
especial de la pandemia, lo que llamamos cestas agroecológicas en otras
ciudades para más de 50 familias. Vamos a llevar todas las semanas a un local
fijo diversos alimentos. El café es parte de toda la producción, está industrializada,
tenemos diversas variedades de café que son comercializados tanto a nivel local
ismo también en otras ciudades, incluso en San Pablo. Eso lo hacemos
especialmente a través de la red de almacenes de campo, creados por el
Movimiento Sin Tierra.
-Por último, ¿cuál es
el poder que ustedes están enfrentando a nivel local? ¿Quién gobierna Minas
Gerais? Supongo que por todo lo que está viviendo Brasil con esta dictadura de
Bolsonaro, el Movimiento Sin Tierra está todo el tiempo en la mira de esta
gente.
-Observando el
contexto político, en la región, en el Estado de Minas Gerais, tenemos un
gobernador de derecha que tiene posición claramente contraria al MST y a
cualquier movimiento popular. Viene realizando toda una política que podemos
comparar con la política nacional, que es genocida, que es no tener
consideración de lo que sucede con la pandemia y permitir que se realicen
intervenciones como esta que hemos sufrido. Es tanto en el nivel de campo como
en el urbano. Junto con él hay diputados y funcionarios que son de derecha, con
una posición conservadora o ultraconservadora. Por lo tanto, son totalmente
adversas al movimiento. En la municipalidad, a nivel local, el alcalde
municipal también tiene una posición contraria al MST y si fuera por su
voluntad nosotros ya no estaríamos aquí. Entonces, nosotros enfrentamos un
contexto político muy adverso, pero permanecemos firmes y resistiendo. Pero lo
principal es que pese a las adversidades hemos contado con el apoyo del pueblo,
de las personas que viven en la ciudad, de los pequeños productores, de los
estudiantes de las universidades, de los profesores, los sindicatos y así
muchos. Esa solidaridad nos ayuda y da fuerza en nuestra lucha. Conseguimos esa
solidaridad porque hemos demostrado que hemos venido a trabajar la tierra, a
producir alimentos, a transformar esta realidad, a transformar una tierra que
antes era improductiva y ahora consigue generar vida y dignidad para las
personas que viven en ella, pero también una vida mejor con más calidad y más
salud a quienes viven en la ciudad.
-Muchas gracias por
esta entrevista, nuestra solidaridad desde Argentina y también desde los
compañeros que integramos ALBA Movimientos y hemos tratado de difundirlo para
tratar de mostrar que el MST no está solo.
-Gracias Carlos,
gracias a los compañeros y compañeras que han demostrado en estos días su
solidaridad y apoyo ya sea por mensajes, llamadas telefónicas y que están muy
atentos a lo que está sucediendo acá. Esa solidaridad internacionalista es
fundamental en nuestra lucha. Nosotros estamos convencidos de que, si es
necesario, también seremos solidarios en relación con ustedes y sus luchas, y
estaremos juntos para construir una sociedad y un proyecto de sociedad
diferente, donde las personas vivan con dignidad y donde se supere la
explotación y la opresión.
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