· Agredirían sexualmente
hasta a su madre
· Comisión de la Verdad
para atacar corrupción
Por Francisco Gómez
Maza
Me avergüenzo de que
mis antepasados hayan decidido anexarse a un país, en donde lo menos que se
respeta es la dignidad humana (y eso que he aprendido a amar a este país
llamado México), donde la violación de los derechos humanos, el atraco del
erario, el robo a las arcas nacionales, la discriminación, el racismo, la
abismal desigualdad sean parte fundamental de la filosofía de vida del
mexicano. Ah y la violencia en contra de las mujeres, auspiciada desde las
cúpulas.
Causa indignación a
cualquier bien nacido. Yo a veces creo que, como periodista que ha visto mucha
agua putrefacta correr por las venas de México, he perdido la capacidad de
asombro. Sin embargo, cuando miro que la policía, el más bajo escalón de la
escalera humana, se ensaña contra manifestantes, y particularmente mujeres, y
hasta las desnudan y muchas veces las violan, se me revienta el hígado, se me
salta el corazón, físicamente, materialmente, no es ninguna figura literaria.
Así me ha ocurrido
desde que tengo memoria y más ahora que ya friso las tres terceras partes de un
siglo, un año más viejo que el inolvidable Raúl Moreno Wonche, doctor de
profesión, pero dirigente obrero y periodista por vocación, que acaba de partir
a la gran terminal. Así que biológicamente estaría yo a las puertas de dejar
este mundo matraca.
A esta esta edad me
sigo encabritando cuando veo a un genízaro golpear a un manifestante, sea mujer
o varón. Pero cuando veo a una mujer vejada en plena calle, a la luz del
día, recuerdo a mi madre, a mis hijas, a mis amigas que han tenido que soportar
la violencia feminicida de los cuerpos policiacos, ejercitados, entrenados para
reprimir a quien levante la cerviz y grite su dolor, su inconformidad ante la
injusticia de quienes deben de ser sus aliados porque son sus empleados: las
“autoridades”.
Lo que ocurrió el
sábado 22 en la cosmopolita ciudad de León, tierra de mi amiga y admirada
colega Angélica García, es digno de la condena generalizada e inclusive de la
renuncia de las autoridades municipales, que no tienen la capacidad ni de
controlar a sus cuerpos policiacos que, supuestamente, tienen que reaccionar
(no responder porque no son seres racionales) a una sola palabra, una orden del
superior.
Pues ese día, un grupo
de mujeres jóvenes marchó por las calles leoneses (de autoridades ¿leoninas?)
con el objetito de poner a la vista de todos la violencia sexual ejercida por
policías municipales en contra de una joven, precisamente no en lo oscurito,
sino en las inmediaciones de la caseta de policía de la Plaza del Expiatorio,
en el mero centro de la ciudad, a la vista de todo transeúnte que caminaba
enfrente de donde los esbirros de Héctor López Santillana, esbirro mayor que
encabeza el “H. Ayuntamiento”, reprimían a la mujer.
Pues como lo denunció
la senadora Malú Mícher, la reacción de la policía ante la marcha fue actuar
con más violencia sexual, con más detenciones arbitrarias e, incluso, con uso
desproporcionado de la fuerza, ya que se realizaron 23 detenciones arbitrarias
bajo el argumento de que las manifestantes habían “cometido infracciones al
Reglamento de Policía y Vialidades”. Púchales, ese reglamento debe de ser la
palabra de Dios escrita en los libros sagrados de las grandes religiones.
La senadora recogió
testimonios de violencia sexual e incluso de tortura sexual en contra de
algunas jóvenes manifestantes por parte de los changos vestidos de
policías.
Y de nuevo la
hipocresía de los panistas. Guanajuato está desgobernado por uno de ellos. Son
realmente falsos estos panistas de la actualidad. Ya los viera don Manuel Gómez
Morín o el profe Alejandro Avilés Inzunza y otros preclaros varones que, siendo
conservadores de ideología, fueron humanistas respetuosos de sus alteridades.
Pues hablando de hipocresías, el pasado 8 de marzo, los gobiernos encabezados
por el PAN se sumaron a las protestas feministas para denunciar la violencia
contra las mujeres y niñas en el país. Dicen una cosa y hacen todo lo
contrario. Si los conoceré. Tiran la piedra y esconden la mano.
A DESFONDO: En verdad no sería
nada descabellado crear una Comisión de la Verdad para vigilar las
investigaciones de corrupción, como lo ha sugerido el zacatecano Ricardo
Monreal Ávila. Y yo digo que habría que comenzar con exigir que se haga
transparente la investigación de la Fiscalía en torno del comportamiento del
hermano presidencial, pillado recibiendo un sobre amarillo, presuntamente
cargado de una bomba de, dicen, un poco más de un millón de pesos, de parte de
un empleado, en aquel entonces (2015), del desgobernador corrupto, Manuel
Velasco Coello que parece dedo chiquito de don Andrés. La tal comisión de la
verdad serviría, también, para cumplir con las exigencias ciudadanas de
profundizar y acompañar las investigaciones sobre corrupción y otros delitos en
el país.
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