Por Ollantay Itzamná
Lo indígena no es un asunto cultural. Mucho
menos es una cuestión de caridad social. Lo indígena es esencialmente político.
Por nuestra condición de subalternidad fáctica estamos constreñidos a pensarnos
y a asumirnos como sujetos sociopolíticos.
Mientras anotamos estas letras, los pueblos
quechuas, aymaras, guaraníes… movilizados en Bolivia, son duramente castigados
por el gobierno de facto, producto del Golpe de Estado, que se resiste a
convocar a elecciones generales. Ocurrió con los kanas en Perú, los mapuches en
Chile, …Colombia es letal para los pueblos.
Si antes y durante la pandemia la presión
del capital en los territorios indígenas, y la represión de sus defensores, fue
y es brutal, en la etapa post pandemia la presión y la represión será aún mucho
más porque los agentes del sistema financiero herido saldrán de la pandemia en
busca de todas las riquezas por todas partes.
En ese contexto, ¿cuál son los desafíos de
los pueblos indígenas?
Articulación interna y supranacional. La
pandemia demostró que las y los indígenas, por más que nos portemos bien, e
intentemos modernizarnos, siempre seremos los NO ciudadanos (sin derechos, ni
oportunidades) en los estados criollos y neoliberales.
Por ello, la tarea primordial es
organizarnos para ejercer nuestros derechos colectivos en los diferentes
países, y avanzar hacia una articulación continental para hacer frente al
sistema neoliberal y al supremacismo imperial. Ojalá que esa articulación no
sea únicamente de “representantes indígenas” de las ONG, sino de voluntades
colectivas significativas desde y en los territorios.
Transitar de lo folclórico a lo
sociopolítico. La narrativa indígena preponderante, en los últimos 30 años, en
Abya Yala, fue en buena medida folclórica. Un discurso agotado en el
culturalismo y victimismo. Las y los indígenas no somos víctimas, ni
productores culturales únicamente.
Urge transitar de la narrativa de los
derechos cultural hacia el ejercicio de los derechos sociopolíticos. Debemos
convencernos de que nuestros derechos colectivos a la restitución de tierras y
territorios, el derecho al consentimiento previo, el derecho a la
autodeterminación, son derechos vigentes y vinculantes. En consecuencia debemos
ejercerlos.
Repensar los bicentenarios estados criollos.
La pandemia también nos ratificó que los estados colapsados por el libre
mercado son incapaces de salvar vidas. En ese sentido, debemos repensar los
bicentenarios estados criollos y atrevernos a pensar y organizar nuevos estados
plurales desde abajo hacia arriba.
Los pueblos de Bolivia y Ecuador lo
denominan estados plurinacionales. Sin importar el adjetivo que le coloquemos,
los estados post pandemia deben reconocer y promover los autogobiernos en los
territorios indígenas. Esto implica procesos constituyentes que ya se oyen
desde los pueblos indígenas en Chile, Perú, Honduras, Guatemala.
Disputar el poder con organización política
propia. Las repúblicas criollas nos trataron e hicieron creer que las y los
indígenas somos “cuasi ciudadanos bajo tutela”. Y en las últimas décadas, las
ONG neoliberales nos empoderaron como víctimas apolíticos. De ese modo asumimos
prácticamente la condición colonial de “no ser”.
En la post pandemia debemos acelerar el
salto de la conciencia y el ejercicio de los derechos culturales hacia los
derechos sociopolíticos. Debemos crear nuestras propias organizaciones
políticas, como brazo electoral de nuestros movimientos sociales, para disputar
el poder en las urnas a las élites hegemónicas. Los pueblos de Bolivia (MAS),
Ecuador (PACHAKUTI) y Guatemala (MLP) ya están en ese camino.
Sin el ejercicio responsable de los
derechos políticos, la liberación y la autodeterminación de los pueblos
indígenas seguirá siendo una quimera. Lo indígena no es un asunto cultural.
Mucho menos es una cuestión de caridad social. Lo indígena es esencialmente
político. Por nuestra condición de subalternidad fáctica estamos constreñidos a
pensarnos y a asumirnos como sujetos sociopolíticos.
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