UN
SISTEMA SÓLIDO DE JUSTICIA PUEDE CONDUCIRNOS HACIA LA PAZ.
La
integridad del sistema de justicia, única garantía para alcanzar la paz y el
desarrollo.
Por Carolína Vásquez Araya
Los ataques
contra las Cortes, en Guatemala, constituyen una forma de suicidio,
institucional y colectivo. Guatemala es un ejemplo de esta dura realidad; un
país en donde se firmaron los Acuerdos de Paz y antes de secar la tinta ya se
habían amarrado los compromisos para neutralizar sus efectos. Un país cuyas
estructuras políticas, militares y empresariales han sido protagonistas de las
peores atrocidades contra la ciudadanía –y muy especialmente contra los pueblos
originarios- y en donde cualquier intento por imponer normas, administrar
justicia y reparar los errores históricos que han llevado a ese país a la
ruina, está condenado a ser combatido desde el Estado y sus aliados, hasta la
total anulación.
El ejemplo
de algunos líderes mundiales como Nelson Mandela, Martin Luther King o Mahatma
Gandhi nos dejó grandes enseñanzas. Una de ellas es que la búsqueda de la
justicia y la paz no está exenta de violencia. Perseguidos y encarcelados por
pregonar ideas contrarias al sistema establecido, su fuerza moral los sostuvo
durante años de persecuciones y campañas de desprestigio por parte de los
círculos de poder. Dos de ellos –Gandhi y Luther King- fueron asesinados en un
inútil y tardío afán de callarlos. De esa capacidad de resistencia, de esa
solidez intelectual y humana surgió el mensaje de estos pensadores, cuya
esencia transformó de manera radical la manera de ver al mundo y dejó para la
posteridad el mensaje de que el respeto de los derechos humanos de las grandes
mayorías es el único camino posible hacia la paz y el desarrollo.
La
resistencia pacífica fue, coincidentemente, una de las estrategias utilizadas
por estos tres personajes de la historia del siglo veinte. De ella emanó la
certeza de que, sin perseverancia, sin una conciencia clara del porqué de la lucha
y sin la convicción de cuál es el camino correcto para transformar las
condiciones de vida, no hay esperanza de cambio. Pero, además, constituyó todo
un ejemplo para las generaciones del futuro respecto de la importancia de
buscar la paz a través de la verdad como única manera de lograr la
reconciliación. En ese camino hacia el entendimiento, todos los senderos pasan
por la justicia. Por ello un sistema diseñado para favorecer a unos pocos en
desmedro del resto de la población, se interpondrá de manera inevitable en la
búsqueda de la paz.
Para
restablecer el imperio de la justicia, el conocimiento es básico. La búsqueda
de la verdad en países agobiados por la violencia pasada y presente, con una
historia de conflicto bélico y un gran porcentaje de sus habitantes viviendo
bajo la línea de la pobreza, implica un proceso de catarsis, revelación y
recuperación de la identidad alterada por décadas de silencio y represión.
Sin
embargo, la consecución de estos objetivos chocará frontalmente con la
resistencia feroz de quienes sostienen en sus manos las riendas del poder
político y económico, al considerar como una amenaza la participación de la
población en procesos de cambio incluyentes, capaces de abrir las estructuras
de poder para garantizar una auténtica democracia. El riesgo de esa
democratización de las instituciones que conforman la base del sistema, con las
Cortes a la cabeza, los lleva a cerrar filas contra cualquier intento de cambio
y, de paso, a crear mecanismos destinados a deslegitimar esos esfuerzos.
Solo la
justicia garantiza la posibilidad de efectuar procesos radicales y profundos de
transformación social. Significa la plena aceptación de los derechos de los
otros, la reivindicación de su sitio en la sociedad, el respeto a las
diferencias y el combate a la injusticia. No hay otro modo de alcanzarlos más
que con acciones contundentes para exigir y defender su integridad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario