El balompié es del
pueblo, del arrabal. Como lo son las flores silvestres, la hiedra, los
zacatales y las calles enlodadas. Las casitas de adobe, de champas de lámina,
el hambre, los sueños inalcanzables, el lomo macizo y curtido, la frente en
alto, la mano amiga, el hombro que apoya, la mirada que lleva el alma en las
pupilas. Los turnos de trabajo a deshoras, el sol y el frío pegados en la
piel. Y los pueblos no tienen fronteras, ni idiomas, religión, ni
nacionalidad, se compactan en uno solo, todos los pueblos son uno solo cuando
se trata del fútbol.
Porque el fútbol es como
el oxígeno, como el agua de lluvia que embellece las plantas y los campos
baldíos donde juegan chamuscas los cipotes, en el arrabal es el sustento,
porque el fútbol nutre el alma. El balompié es el catalizador por excelencia de
la periferia, el que provoca la mayor de las alegrías y el mayor de los
dolores compartidos cuando pierde o gana un equipo. Y no es por lo que han
hecho las mafias con él, que eso es aparte.
Es la pasión de
pasiones, el que hace hervir la sangre, el que eleva a los cielos a quien anota
un gol, el que baja a los infiernos a quien falla un penal, ni la droga
más potente, ni la tortura más cruel ha podido con la efervescencia que
provoca el balompié en el alma humana. Sino hay que preguntarle a Mujica, cómo
se vivió el fútbol en sus 12 años encarcelado. Entonces, para comprender
que los pueblos del mundo lloran la muerte de Maradona hay que entender lo que
significa el fútbol en los lugares marginados, donde una de las pocas alegrías
la da el deporte más hermoso del mundo.
Analizando primero esto,
después es muy fácil comprender por qué Maradona fue tan querido por el pueblo
que no le da su corazón a cualquier dios. El corazón del pueblo no se vende, se
gana, el amor del pueblo nace solito. Y cómo no iba a amar a Maradona que pudo
olvidarse del lodo del arrabal, del hambre de la miseria, del abrazo cálido de
los que no tienen más que su dignidad para afrontar la vida, que como
Evita se codeó con los poderosos pero jamás vendió su alma llanera, pueblerina,
de alcantarilla y que se dio a los suyos, aún con las consecuencias que esto
trajera.
Porque a Maradona no lo
expulsaron del fútbol de élite por las drogas, lo sacaron por su irreverencia
de arrabal, por esa prestancia suya de pararse con la frente en alto y hablar
cuando otros callaban o se ponían de alfombra o de rodillas, por los dos goles
contra Inglaterra que jamás se los perdonaron. Por el orgullo de alcantarilla,
por hacer lo que se le venía en gana cuando otros doble cara guardaban las
apariencias. Qué bueno que pudo, que intentó ser libre a su manera, en este
mundo que nos esclaviza de una u otra forma. Por lo menos uno de nosotros
intentó volar sin olvidarse llevar en sus alas la honra del arrabal.
Se extravió en el camino
tal vez, ¿pero ¿quién no lo hace?, solo que él por ser el Dios del fútbol
cualquier suspiro era público. Y quienes lo odiaban por su origen, por sus
arrestos de identidad de clase, lo dimensionaban más. De ahí mundanos
somos todos, unos más que otros pero al final también chapoteamos en el mismo
lodazal. ¿Por qué él tenía que librarse del machismo y del patriarcado? ¿Acaso
nos hemos librado nosotros? ¿Por qué poner sobre sus hombros el peso milenario
de la misoginia y no tomar la parte que nos toca? ¿Por qué
lapidarlo cuando somos todos parte de este sistema que violenta a las mujeres?
¿Y por qué no pensar en lo que hace la exclusión y los golpes (físicos y
emocionales) en la mente y el alma de un niño de arrabal? ¿Por qué él
tenía que librarse de sus infiernos, solo porque era el Dios del fútbol? ¿Y
nosotros nos hemos librado de los nuestros? ¿Por qué tenía que librarse él de
los encantos que brinda el patriarcado en el mundo del fútbol a los hombres?
¿Acaso no era humano también? ¿Acaso tuvo guía alguna en la vida? ¿Acaso no fue
solo a enterrarse de narices desde la miseria al mundo millonario del fútbol de
élite? ¿Por qué tenía que ser ejemplo y tener equilibrio en su vida? ¿Y el
sistema, qué decimos del sistema y el entorno? Es cierto, uno debe ser en
los deportes lo que es en la vida misma. Pero eso aplica para todos, no solo
para un ser humano. ¿Lo hemos logrado nosotros? ¿Y si lo hemos logrado qué nos
da el derecho derecho para señalar a los demás?
Lo que sucede con
Maradona es que el odio que le tienen es tanto porque jamás le perdonaron que
no olvidara su origen, que no vendiera su alma de arrabal ante el lujo de la
opulencia, de los que violentan a los pueblos. Y que por el contrario, en lugar
de buscar la sombra y el acomodo de los fascistas se fuera del lado de los que
llevan palo y metralla cuando no tenía necesidad alguna. Cuando pudo olvidarse
de ellos.
No era solo su habilidad
deportiva, su técnica de domino de balón, su genialidad con las fintas, sus
goles espectaculares, lo que hace inmenso a Maradona es su identidad de clase y
su memoria histórica. Decidir de qué lado de la vida estar, aunque eso le valió
el flagelo de los que le contaron las costillas cada vez que pudieron.
Por eso lo lloran los
pueblos, porque pudo venderse, ponerse de alfombra o de rodillas ante los
oligarcas y las grandes mafias del fútbol y del capital, pero
decidió tragar tierra con los que chapotean entre el lodo, de ahí que su
piernas crearan arte dentro del campo de fútbol con la arcilla y
sus actos rebeldes enamoraran el alma de los arrabales. Y desde los arrabales
del mundo le decimos gracias, por habernos dejado soñar y disfrutar con la
pasión de pasiones, pero por levantar la voz cuando pudo callar y olvidar su
origen y a los suyos.
Por mi parte la
selección de mis amores es y será Brasil y mi jugador favorito Pelé, pero a
Maradona lo que es de Maradona.
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