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Análisis a Fondo
· Empleo informal, el
sostén de las familias
· De 53 millones, 30
millones fuera de la ley
Por Francisco Gómez
Maza
Lenta, pero segura, la
actividad económica nacional se recupera en medio de la pandemia del
coronavirus, y no por mérito ni del gobierno ni de quienes detentan los medios
de producción, sino por el empuje de las leyes de la necesidad.
Los ciudadanos, confinados
por lo menos durante medio año, con sus salidas de urgencia al mercado “en
busca de la chuleta” (así se le dice en México a la tarea de los mexicanos para
producir lo mínimo para saciar el hambre individual y familiar), necesitan
comer y dar de comer a su familia.
Y se animan a salir a
la calle a crear pequeñísimas empresas callejeras, pues las empresas formales
no se animan aún a despabilarse de la tragedia del coronavirus, y muchísimas no
buscan la manera de financiar un significativo “empujón” a su producción y
ventas.
Muchos que fueron
expulsados por la gran empresa, cuando aún agarraba fuerza la Covid-19, allá
por marzo-abril, se ven obligados a lanzarse al mercado negro, que les permite
algunos exiguos recursos para irla pasando, mientras los ricos capitalistas
deciden fortalecer sus procesos productivos con la contratación de personal.
De acuerdo con las
cifras de la ENOE (Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo), la recuperación
de la ocupación en el país sigue siendo en el terreno informal, en los
corredores de la economía subterránea, que hoy por hoy es tolerada por las
autoridades porque es, como las remesas que envían los mexicanos que trabajan
en Estados Unidos de Norteamérica, la actividad que está paliando la pobreza de
muy extensa porción de la población total del país.
Según la ENOE,
la población
ocupada aumentó en 1.9 millones de personas en octubre de
2020, de los cuales 1.6 millones (86%) lo hicieron en la economía informal.
Así, la población
empleada pasó de 51.1 millones a 53 millones de personas en octubre. Dentro de
este monto, el total de empleos informales cerró octubre en 29.7 millones de
personas. La Tasa de Informalidad Laboral se situó en 56%, cifra superior en
1.1 puntos porcentuales comparada con la de septiembre inmediato anterior.
Lo que más crece,
pues, es la economía subterránea o informal, esa que no está atada ni a las
leyes fiscales ni a la seguridad social, que no da sobresueldos, ni
prestaciones de ninguna especie y que no da al trabajador el beneficio de la
jubilación y menos de una pensión con la que pueda satisfacer sus necesidades
cuando ya es viejo.
Sin embargo, da de
comer el día de hoy. ¿El mañana? No existe para estos trabajadores.
La tasa de
desocupación descendió a 4.7 por ciento, después de haber cerrado septiembre en
5.1. En las condiciones de crisis sanitaria y económica una décima de punto
porcentual es una muy buena noticia. O sea que, en octubre, hubo 2.6
millones de personas desempleadas.
La PEA o Población
Económicamente Activa absorbió a 1.74 millones de personas. En este mes
(octubre), la PEA pasó de 53.8 millones a 55.6 millones. Y
de los 12 millones de personas que salieron de ella en
abril, retornaron en octubre unas 10.2 millones.
Según las cuentas del
Inegi, la población subocupada en octubre fue de 7.9 millones;
es decir, el 15% de la población ocupada. En marzo de 2020, esta población
era de 5.1 millones de personas.
O sea que, si todo va
bien y mejorando, por supuesto respetando las medidas sanitarias para evitar
los contagios y las muertes por el coronavirus, más pronto de lo que imaginamos
la economía estará generando los empleos expulsados por la crisis.
Pero no podemos ser
demasiado optimistas, pues quedará un enorme pendiente: el valor del empleo, el
precio de la mano de obra, el salario remunerador y que no se habrá logrado aún
el pleno empleo en la economía.
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