Por Ollantay Itzamná
Los pueblos de Bolivia, en las pasadas elecciones
generales del 18 de Octubre reciente, no sólo derrotaron en las urnas al
intervencionismo norteamericano vía OEA/USAID, ni la derrota circunstancial la
sufrió únicamente la deteriorada oligarquía neo republicana tradicional y
emergente.
Una de las principales élites vapuleadas en las urnas
fueron las jerarquías católica y evangélicas. El 18 de octubre pasado fue
prácticamente un plebiscito popular que castigó a la institucionalidad católica
y evangélica, promotoras y ejecutoras del Golpe Estado, y legitimadoras del
desastroso y sanguinario gobierno de facto de 11 meses.
El 18 de octubre, en un sentido figurado, fue la
victoria de la Wiphala sobre la Biblia. De la Hoja de Coca sobre el crucifijo
sangriento. Fue el triunfo casi escatológico de los vencidos por la primera y
segunda evangelización sobre los evangelizadores que se reunieron en la Universidad Católica Boliviana para acordar la
sucesión (in)constitucional post Golpe de Estado…,
y guardaron un cómplice silencio sepulcral ante las impunes masacres contra
indígenas en nombre de Dios, y el desfalco de las arcas públicas en plena
pandemia…
La Conferencia Episcopal Boliviana (CEB) se siente
ofendida porque el Gobierno de Evo Morales, mermó la hegemonía ritual católica
en actos oficiales. Los mitrados perdieron parte de sus privilegios, aunque el
Concordato que les exonera de impuestos, sigue vigente. Por eso se ofuscaron
con el Golpe de Estado y el antimasismo.
Los pastores evangélicos y católicos mitrados están
muy ofendidos, porque muy a pesar de la Biblia en el Palacio de Gobierno, y de
sus prédicas antimasistas, su feligresía de doble fidelidad (cristiana y
masista), votó por el MAS. Recuérdese que el gobierno del MAS abonó al
reflorecimiento de las espiritualidades indígenas, y afectó en alguna medida a
la hegemonía de la ética cristiana. Esto implica, a la largar, disminución de
privilegios.
Los jinetes de la barbarie golpista como Luis F. Camacho, Jeanine Añez, Chi Hyun, Centellas (Presidente de la CEB) fueron humillados
en las urnas por su propia feligresía.
De éstos, el Arzobispo Ricardo Centellas, que fungió
como el “fundamento espiritual” del golpismo, aún tiene la desfachatez de pedir públicamente “la realización de una auditoría internacional al
reciente proceso electoral boliviano”. Muy a
pesar de la unánime aprobación y respaldo internacional al proceso y resultados
de las elecciones generales en Bolivia. Lo hace porque sus catequistas
juveniles articulados en la resistencia juvenil cochala[6] y la unión juvenil cruceñista van
quedando huérfanos en su vandalismo y relatos de “fraude electoral”.
A los jerarcas católicos, intelectual y moralmente
envejecidos, la estupidez del Golpe los llevó por el camino de la derrota.
Ahora, no sólo que su feligresía ya no les obedece, sino que las y los
bolivianos despiertos seguirán abandonando o relativizando su pertenencia cultural
al catolicismo, y apostándole más a la apostasía.
El Golpe de Estado golpeó y golpeará muy duro aún a
las prepotentes “certezas” de la jerarquía católica sobre las que se cimentaba
el barnizado del catolicismo boliviano. Será peor, en la medida que los privilegiados
en nombre de Dios sigan desvirtuando a la razón y a la voluntad popular
expresada en las urnas.
Mientras tanto, el gobierno electo, una vez asumido el
mando, deberá revisar a profundidad la conducta permisiva del anterior gobierno
del MAS con los privilegios religiosos establecidos en el Concordato y
autorizaciones de la Cancillería.
Si queremos caminar por el sendero de la
decolonialidad, y la equidad, la supresión del Concordato con el Vaticano y de
los privilegios cristianos es un imperativo ético para prevenir posteriores
golpes de Estado.
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