Es enorme el valor de una prensa libre, independiente, ética y con capacidad investigativa.
Apoyar a la
prensa independiente es una forma de ejercer ciudadanía.
Por Carolína
Vásquez Araya
Una de las
principales estrategias de las dictaduras –explícitas, solapadas o en plena evolución-
es atacar a la prensa independiente para cercenar de un certero golpe la
capacidad de reflexión, análisis y convocatoria de la ciudadanía ante los
abusos de sus gobernantes. La prensa correctamente orientada hacia el ejercicio
irrestricto de la libertad de expresión y el derecho del pueblo a ser
informado, es el instrumento indispensable en la consolidación de las
democracias. Esto lo saben bien quienes aspiran a ejercer el poder sin fuerzas
opuestas, en un ambiente controlado al cual no tenga acceso la mirada pública.
Los ataques
a reporteros en las manifestaciones de protesta solo siguen un instructivo
propio de regímenes absolutistas; al igual como la infiltración de elementos
criminales en el corazón de acciones pacíficas con el objetivo de generar
miedo, dudas y deserciones, el ataque físico contra los elementos de la prensa
se dirige puntualmente a evitar la divulgación de la noticia veraz y la
denuncia de abusos policiales contra la población indefensa. Los ejemplos de
Guatemala, Francia, Hong Kong, Chile y otros países en plena ebullición
política muestran de modo explícito cuán importante es para los proyectos anti
democráticos silenciar a los periodistas independientes, mientras engrasan la
mano de los mercaderes de la prensa con millones de dólares en publicidad y
sobornos.
El precio
de no saber es demasiado elevado como para ignorar ese peligro. La población
jamás debe permanecer ajena al flujo de la información sobre los planes,
acciones y riesgos implícitos en el actuar de sus instituciones. Por eso la
represión y los ataques contra la prensa desde gobiernos aliados con
organizaciones criminales, como sucede en Guatemala; o dirigidos hacia el
expolio total de las riquezas nacionales, como en Chile; o hacia la destrucción
de valores humanistas, fundamentos de una de las democracias más sólidas, como
en Francia.
El
ejercicio periodístico está bajo enormes presiones y una de las más riesgosas
es el debilitamiento de sus fuentes de financiación. El marco tradicional de
periódicos y noticiarios de televisión con grandes plantillas de reporteros,
editores, fotógrafos y diagramadores comenzó a disgregarse paulatinamente con
el acceso fácil a la información desde las redes sociales y los medios
digitales y hoy son miles los periodistas desempleados. Sin embargo, esta
realidad que golpea fuertemente a los profesionales de la prensa también es un
hachazo al derecho de la ciudadanía a ser informada.
El peligro
de no saber es real y, de hecho, ha tenido gran influencia en la profunda
ignorancia de algunas sociedades sobre la verdad de su pasado, así como los
peligros de su presente y de su futuro. Esta es la realidad de muchos países en
manos de grupos de poder corruptos, pero premunidos de un sistema de propaganda
casi infalible, mediante el cual -y gracias al recurso de contratos millonarios
con medios aliados- engañan a un pueblo desinformado y logran su objetivo de
consolidar posiciones en cada proceso electoral, elevando al poder a los
individuos más nefastos.
El derecho
a la información pública es inalienable en cualquier sistema democrático. Sin
embargo, quienes lo ejercen todos los días para dar a la ciudadanía un reporte
veraz y exhaustivo sobre las decisiones que afectan su vida, su economía y el
futuro de su familia, han de luchar contra fuerzas opuestas arriesgando su vida
en el proceso. Respaldarlos y contribuir a mantener esa independencia es hoy
una importante tarea de las sociedades, por su propia supervivencia.
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