Por Oto Higuita
Los Estados Unidos buscan afanosamente
recolonizar el continente latinoamericano, han perdido algunos espacios
estratégicos y busca cómo resolver la grave crisis, de causas múltiples, que lo
tienen golpeado. Ya antes de la pandemia del coronavirus venía avanzando algunas
de las posiciones que había perdido a manos de procesos populares y gobiernos
soberanos e independientes como en Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Retomando el Monroísmo y al mejor estilo del
viejo Oeste, pretenden capturar al presidente legítimo del país Bolivariano,
Nicolás Maduro, ofreciendo una recompensa, usando todo
tipo de estrategias conspirativas, golpes, paros, saboteos. Con ello buscan
revertir la derrota que sufrieron con el triunfo aplastante que lideró Hugo
Chávez en 1998 quien con apoyo del pueblo sacó del poder a su aliada, la
apátrida oligarquía petrolera.
La maltrecha potencia imperial busca retornar
al que ha considerado su “patio trasero” tras la derrota que sufrió en el Medio
Oriente (Irak, Afganistán, Libia, Siria e Irán) Pero no va a ser fácil el
retorno del águila negra, y ahí podría estar el
problema, porque encontrará pueblos que se han sacudido del letargo de las
dictaduras que impusieron durante los años 60s y 80s y han devuelto el
golpe levantándose contra el modelo
neoliberal que sirvió de proceso de acumulación capitalista durante las
dictaduras.
Está empeñada en recolonizar el continente
para paliar la crisis múltiple que desencadenará, de un lado, la pandemia del
coronavirus y, del otro, la recesión global que sufrirá la economía y que los
está golpeando más duro que a otras potencias. Una muestra de ello es el
desempleo masivo que se ha disparado cuadruplicando el anterior registro,
estimado en 3.28 millones de desempleados hasta marzo.
La pérdida del liderazgo mundial, el fracaso
en el Medio Oriente y ahora su cuestionada capacidad para ayudar a la Europa de
la Unión en medio de la grave crisis del coronavirus, lo tienen en aprietos. Particularmente
ante una Unión Europea medio paralizada por el coronavirus, donde Italia y
España, los países más afectados por la nueva “peste”, ante el silencio a los
llamados de ayuda a sus vecinos de la Comunidad, recibió en cambio ayuda de Rusia, China y Cuba (que
de nuevo ilumina con luz propia en medio de la pandemia a pesar de sufrir
un bloqueo económico por más de 60 años).
Europa más que unión entre pueblos y naciones
para la cooperación y ayuda mutua en tiempos de problemas comunes, es un
acuerdo económico basado en el modelo neoliberal (con sistemas de salud en camino a la privatización)
para la circulación de mercancías y ciudadanos europeos, mientras, por otro
lado, se amuralla contra la inmigración no europea.
La contextualización anterior es necesaria
para entender por qué EE. UU. buscan, en medio del caos y crisis que ha generado
la pandemia, asaltar Venezuela. Siempre lo han intentado, pero han fracasado
(uno) por la unidad, solidaridad y resistencia del pueblo Bolivariano y (dos)
porque no han encontrado las condiciones y el momento adecuado para llevar a
cabo el asalto y lograr sus objetivos.
No obstante, bajo el mandato de Donald Trump,
parten de que existen las condiciones favorables para asestar el golpe. Cuentan
con aliado incondicional en Colombia, donde un gobierno genuflexo e
incondicional a sus intereses, encabezado por un presidente, Iván Duque,
elegido con fraude, ilegítimo y en manos de una derecha aliada del
narcotráfico, que ha usado el paramilitarismo como caballo de batalla
para exterminar la oposición, está dispuesto a
lanzarse como un suicida apoyando los ataques contra Venezuela que
pueden desatar una guerra regional aún “desconocida”.
Sin una prueba real, salvo los montajes, a
pesar de la capacidad de vigilancia e inteligencia con que cuentan, sobre
cultivos de hoja de coca, ni de carteles de narcotraficantes, ni del uso del territorio venezolano para traficar,
por el contrario, el gobierno Bolivariano ha demostrado que combate el
narcotráfico.
Colombia como ninguna otra nación del
continente, donde hay miles de hectáreas sembradas de hoja de coca,
gobernada por un presidente elegido con votos comprados con ayuda de narcos,
un embajador que tenía laboratorio de producción de coca en las afueras de Bogotá, es la aliado
fundamental de EEUU en su propósito de atacar a Venezuela.
Las razones para atacar Venezuela y derrocar
su gobierno están en sus enormes riquezas minerales y petroleras, donde desde
1998 no gobierna la oligarquía lacaya, riquezas de las que no pueden disponer
como lo hacían cuando controlaban sus riquezas petroleras a su antojo, y que
ahora se usan para distribuirla entre las necesidades básicas de todo un pueblo
y no de una minoría privilegiada. Es el control sobre esa enorme riqueza la que
EE. UU. y sus aliados, la oligarquía colombo-venezolana heredera del
santanderismo, buscan afanosamente volver a apropiarse.
Para eso están preparando tropas mercenarias
al lado de la extensa y porosa frontera con Colombia, los llamados contratistas militares privados, como lo
acaba de confirmar la captura y pantomima del ex militar prófugo de la justicia
venezolana, agente de la DEA, Cliver Alcalá Cordones donde
confiesa el complot contra Venezuela que implica a Juan Guaidó, J.J. Rendón y
reconocidos golpistas de la oposición.
Falta ver qué consiguen con esta nueva
aventura, una guerra de consecuencias “desconocidas”.
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