Por LVS
Esto no es un asunto de izquierda o de
derecha. Es cuestión de elemental decencia: Evo Morales ganó y no fue por
fraude.
El líder Aymara no necesitaba ese pecado que
cometido por la casta es una “virtud” bendecida hasta por religiosos que
“medran falsificando la Palabra de Dios”, diría San Pablo a los Corintios.
En las últimas elecciones alcanzó el
porcentaje que le habilitaba un nuevo periodo presidencial en Bolivia.
Expertos académicos de Estados Unidos, no del
Foro de Sao Pablo, demostraron el año pasado cómo la oposición fraudulenta,
aparte de no aceptar los resultados transparentes, retrogradó al país
sudamericano a la triste época cuando los gorilas castrenses y las civiles
serpientes se hacían con el poder a costa de sangre, corrupción y violación de
los derechos humanos.
Tales investigadores constataron que la
Organización de Estados Americanos se apresuró a llamar a nuevas elecciones
cuando ni siquiera pudo verificar las acusaciones contra el tribunal electoral
y, por el contrario, al unísono con los golpistas, impidió la decisión del
soberano.
La poderosa fábrica internacional de
patrañas, a la que el destacado jurista de España, Baltasar Garzón, denomina
“la prensa sesgada”, resolvió que ahora esa nación alcanzó “su pacificación
social”. ¿Cómo? El letrado responde: “pretendiendo atacar al presidente Evo
Morales a quien presentan como un tirano, causante de todos los males de
Bolivia”.
La OEA de nuevo se decantaba en un sonoro y
decidido respaldo a la codicia organizada de América Latina. Lanzar por la
borda las mejores aunque escasas páginas del organismo, para ejecutar un
perverso remake de la Guerra Fría, parece ser el triste oficio de su actual
Secretario General, Luis Almagro.
Es obvio que si una ola de decoro
panamericano soplara en estos tiempos, los días de Almagro, como instrumento
del desprestigio hemisférico de la Organización, estarían contados. Esto
tampoco es una cuestión ideológica, que si la izquierda o la derecha tienen o
no la razón.
Es de orden moral.
Todo el mundo puede contar con sus propias
ideas políticas, pero eso no le otorga a nadie el derecho de retorcer los
hechos y sustituir las evidencias y los datos con la balumba de calumnias y
falacias de ultraconservadores que como Mario Vargas Llosa tratan de aplastar
la verdad.
Sí, el escritor peruano no soporta la
realidad, más cuando esta favorece a gente que como Evo no pertenecen a la
blanca alcurnia de Miraflores o Santa Cruz: “…el pueblo boliviano se levantó
contra su tiranía en razón del fraude electoral que se disponía a perpetrar,
como lo ha dicho, en un memorable discurso, el secretario general de la OEA,
Luis Almagro, el primer dirigente de la Organización de Estados Americanos que,
en su larga historia, se preocupa decisivamente por impulsar la democracia en
América Latina”.
“Memorable”. Don Mario seguramente se refiere
a la fabricación del Virreinato de Guaidolandia –del cual el primer “prócer”
guaidolandéssería su admirado Almagro– para demoler América Latina y El Caribe.
Ungir golpes de Estado, desestabilizar
naciones, glorificar a individuos que atropellan la Democracia en América;
alentar, en vez de impedir, el asesinato de la reputación, plegándose a la
derecha más rancia, no es la labor de la OEA ni de quienes jamás deportarían al
museo del olvido a George Washington, Abraham Lincoln, Miguel Hidalgo, José
Martí, Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander o Augusto César Sandino.
Ya se ha vuelto una malhadada tradición que
Almagro arme “misiones electorales” o de “derechos humanos” con el fin expreso
de justificar “protestas pacíficas” armadas contra gobiernos legítimos. ¿El
delito? Los vastos programas socioeconómicos y el desarrollo que dotan de vida
nacional a la ficción jurídica denominada “Democracia”, incomodan a las pinches
élites conservadoras.
Almagro y todo su aparato se han dedicado
minuciosamente a colocar sus piezas predilectas en el tablero internacional
para reinstalar en el poder a lo más atrasado de las sociedades
latinoamericanas.
Y es que a la burocracia oeísta antiamericana
nada le ha importado el voto ciudadano.
Nada le ha importado envilecer a sus dos
instancias llamadas “Misiones de Observación Electoral” y “Corte Interamericana
de Derechos Humanos “que descaradamente redactan sus “informes” a partir de las
fakenews y las agendas extremistas rubricadas por siglas vacías de humanidad y
oenegés adyacentes.
Ambas están hechas a la medida del deleite y
disfrute de politiqueros viciados que, hablando “en nombre de la patria”,
esperan “su” banda presidencial importada.
II
El reconocido exjuez español, Baltazar
Garzón, escribió en diciembre: “Lo que está ocurriendo ahora en Bolivia no es
ejemplo de una solución a una crisis constitucional, sino una perversión
misma de la democracia, de sus normas, principios y valores fundamentales.
“Ya no hace falta, como antaño, dar golpes de
Estado con tanques y aviones que bombardean el palacio de gobierno. Ahora
basta con sembrar la duda respecto del recuento rápido (preliminar) de votos en
unas elecciones, regar de incertidumbre su resultado con interpretaciones
parciales que no se basan en hechos contrastados, para generar un estallido
social”.
El jurisconsulto subrayó: “Ya son dos
informes internacionales los que aseguran que en Bolivia no hubo fraude
electoral. Uno es del profesor del Departamento de Ciencias Políticas y del
Departamento de Estadísticas de la Universidad de Michigan, Walter Mebane . El otro es del Center for Economic and
Policy Research (CEPR ). Ambos informes contrastan con la actitud
precipitada y poco fundamentada del informe preliminar de los observadores de la OEA , que en todo caso sospecha del
sistema de conteo rápido, pero no del recuento oficial efectuado por el
Tribunal Supremo Electoral”.
Ahora suman tres informes, doctor Garzón, y
no son elaborados por Cuba: todos son de Estados Unidos.
Esto comprueba que no hay tal “conspiración”
de la izquierda o de los movimientos populares contra las libertades, ni
“amenaza a la seguridad nacional” de ningún país. Es al contrario. La
hiperderecha constituye un serio peligro para la Democracia.
El Washington Post acaba de denunciar que en
Bolivia nunca hubo fraude, tal y como la OEA proclamó en contra de la decisión
ciudadana.
Con la “Operación Gorila:
Barrientos-Banzer-Ovando-Natusch-García Meza”, comandada por Almagro, quedó muy claro
que la OEA, por si acaso cabía alguna duda, no es el organismo más
calificado, ni moral ni jurídicamente, para andar juzgando procesos
electorales en América e imponiendo dictatorialmente –por encima de las
democracias locales, los votos, los tribunales electorales y las soberanías
nacionales–sus alquiladas resoluciones.
De acuerdo a un despacho de Notimex, con la
investigación de John Curiel y Jack Williams, se descartó el fraude en
las elecciones presidenciales de octubre de 2019 en Bolivia.
Ninguno es “comunista”. Curiel es científico
investigador del Laboratorio de Ciencia y Datos Electorales del
Instituto Tecnológico de Massachusetts (MTI), Estados Unidos, y doctor en
ciencias políticas de la Universidad de Carolina del Norte en la Chapel Hill.
Williams es investigador del mismo.
“Nuestros resultados fueron directos. No
parece haber una diferencia estadísticamente significativa en
el margen antes y después de la suspensión de la
votación preliminar.
“En cambio, es muy probable que Morales haya
superado el margen de 10 puntos porcentuales en la primera ronda”, sostienen
los investigadores.
En relación al anómalo actuar de la OEA, la
investigación destacó que asumió una postura sobre el escrutinio primario que
no estaba basado en los hechos. Además no tomó en cuenta muchos factores.
¿Uno de ellos? “Hay razones para creer
que las preferencias y los informes de los votantes pueden variar con el
tiempo: por ejemplo, las personas que trabajan votan más tarde”.
Asimismo, aseguran que la brecha en
infraestructura e ingresos aún es muy grave entre las zonas urbanas y rurales,
lo que sería la explicación a los cambios en los registros de la votación de
octubre.
III
La escritora Almudena Grandes recién
diagnosticó un mal de España, pero que en América es un cuadro clínico del
tamaño del continente, y de cuidados intensivos en países como Nicaragua:
“El problema más grande de España” surge
cuando “la derecha pierde el poder y se comporta como si se lo
hubiesen robado”.
Sí. A rajatabla lo denuncia la novelista,
como se lee en ABC Cultural.
Cambien el nombre de España y
pongan el de Nicaragua o Bolivia, y la sintomatología es la
misma, aunque con algunos “líderes” de papel periódico o televisivos el caso se
agrava más: el de la prosapia –y su derecha comadrona– que se cree la única
capaz de parir presidentes y magistrados.
Almudena lo expone así: “Es un problema,
porque tienen la sensación de que España es suya porque la han
heredado y los que tienen derecho a gobernar son ellos: si no lo solucionamos
pronto, vamos a comprometer el futuro de este país”.
Devolver un país al antro de la élite que fue
es un acto ya de por sí abominable, y peor si se trata del Estado al que no
solo le negaron una salida al mar, sino al concierto de naciones.
Almagro cometió así una infamia mayor en
América.
Conociendo los escritos de su compatriota
Eduardo Galeano sobre la historia del calvario boliviano, al acabar de ultimar
la Democracia en octubre de 2019 perpetuó lo mismo que la reina Victoria
perpetró desde Londres.
Él, con sualevosa “Misión de Observación Electoral
“del siglo XXI para anular la soberanía del Estado Plurinacional. Ella, con su
tiza imperial del siglo XIX para tachar en el Mapamundi al pueblo de Túpac
Katari con una frase de perdurables secuelas: “Bolivia no existe”.
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