Por Armando García
Editor y Fundador de Nuestra América Magazine
Este 31 de marzo se cumplen 93 años del natalicio
del líder campesino chicano, Cesar Chávez. Para los latinos en general que
habitan en EE. UU. y, en particular a los mexicanos o sus descendientes, Chávez
es su líder, su persona, que aunque ya no esté entre nosotros, su legado y su
causa siguen vivos en todos aquellos que luchan por la justicia social.
Todos los pueblos han tenido un líder el cual
ha luchado para que la justicia llegue a los más necesitados, a los
parias, a los desamparados, a los que con su sudor y su trabajo edifican la
riqueza de las sociedades en las que le tocó vivir. Es este caso, Chávez luchó
por los más humildes, discriminados, humillados y explotados en EE. UU.
Algunos de esos caudillos, pocos lograron su
objetivo, otros fueron cegados al principio o a la mitad del camino y
muchos con ahínco levantaron la bandera de su lucha y han seguido
adelante.
El dramaturgo alemán Bertolt Brecht dijo que
“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y
son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los
que luchan toda la vida, esos son imprescindibles”. César
es uno de esos hombres imprescindibles.
En abril de este año se cumplen 26 años de su
muerte, la historia de César Chávez sigue siendo narrada en muchos
rincones del país, y en otras ha intentado borrarla de los libros de la
historia. Sin embargo, manifestaciones se realizan en estas fechas por todo el
país honrando su nombre y levantando la bandera de lucha por conseguir
una reforma migratoria y por ende un fin a la xenofobia que ataca a las minorías
en esta nación..
César, en tiempo presentes, es nuestro líder en
Estados Unidos, principalmente del campesinado. Consiguió lo que muchos
fallaron por mucho tiempo, formar un sindicato, una unión, un movimiento
que sentó el ejemplo del estilo de lucha necesario en este país para conseguir
conquistas laborales, dignas de un ser humano.
Para los que tuvimos la fortuna de trabajar
cercanamente con él, en mi caso como editor administrativo y encargado de la
prensa de su sindicato, César nos mostró el camino sin violencia de la
lucha por la justicia social. Algo difícil de concebir por muchos llamados
revolucionarios que su meta es derrocar por la vía armada a los gobiernos,
la oligarquía, la burguesía en el poder.
César logró que las grandes empresas
agrícolas se doblegaran ante la presión del boicoteo a los productos
agrícolas, un arma económica, infalible, que afectó directamente a la
riqueza de los poderosos, los intocables, de los influyentes en todos los
aspectos de nuestra sociedad.
César logró abrir los ojos a una sociedad que
el alimento que uno se lleva todos los días a la boca, fue cosechado por
alguien que no tiene suficiente para comer y menos para sostener a su familia.
La sociedad estadounidense supo de la miseria, la desesperación, la
angustia del campesinado a través del boicoteo, a través de los ayunos y
sacrificios personales que César realizó
en su vida para levantar conciencia de la situación precaria del campesinado.
Los estadounidenses por muchos años vieron como miles de campesinos llegaban a
las grandes ciudades a pedirles a los consumidores que no compraran uvas o
lechuga, porque estaban manchadas de explotación, marginación y
humillación.
César dijo que el sufrimiento del campesino
no tiene precio, pero logró que los agricultores cedieran en compensar ese
sufrimiento al mejorar las condiciones de trabajo, los salarios, los
beneficios y prestaciones sociales.
El movimiento campesino, que él empezó,
sembró la semilla de los logros actuales de los mexicanos, latinos, hispanos
en todos los ámbitos de la sociedad estadounidense.
Sin sus enseñanzas y su ejemplo, hubiera sido
casi imposible que la población inmigrante, los estadounidenses de origen
hispano, tomaran conciencia del momento que les tocó vivir y supieran cuál
camino tomar para ser reconocidos en una sociedad hostil y discriminatoria
hacia la raza de bronce.
Cesar dijo en 1984 que muchos chicanos,
latinos, hispanos, en puestos prominentes en la sociedad, de una alguna manera
u otra estaban conectados a la lucha campesina que el inició.
Ya sea no hayan comprado uvas o lechugas boicoteadas o sancionadas, o
hubieran participado en una manifestación o línea de protestas en tiendas
o supermercados.
César ya no está físicamente con nosotros. La
consigna de ¡Sí se Puede! que se escuchó desde los surcos del campo hasta
las ciudades, ahora se escucha en todo el mundo y hasta el Presidente
Obama la utilizó ampliamente en su primera campaña electoral.
Su lucha no debe olvidarse, debe ser conocida
en todos los rincones del país y además la lucha debe seguir, ya que los campesino
que César organizó, la mayoría ya no están con nosotros. Nuevas
generaciones de mano de obra joven llegan a los campos, a las fábricas, a
las ciudades, provenientes de América Latina y de otras partes del mundo.
Algunos recogerán las conquistas de César, otros serán explotados y
humillados por sus patrones y discriminados por la sociedad que siempre lo
ha mirado con malos ojos.
Pero las enseñanzas de qué se debe
hacer, y cómo se puede ganar, ya están escritas, simplemente hay que
ponerlas a la práctica. Ya no hay que reinventar la rueda de la historia,
simplemente hay que tomar el timón y seguir adelante sin dar marcha atrás.
Las luchas por la reforma migratoria, por
reformas laborales, se pueden ganar sin violencia. Sigamos el ejemplo de
César Chávez y de todos aquellos que siguen su legado.
Armando García es el Editor y Fundador
de Nuestra América Magazine. Trabajó muy cercanamente con César Chávez como
editor administrativo de las publicaciones sindicales del United Farm Workers Union, incluso como director del boicoteo
a la uva en el en el Noroeste de EE.UU. y Canadá.
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