Por Carlos Aznárez
Periodista argentino
Nuevamente la impudicia de Donald Trump se ensaña contra Venezuela
Bolivariana. En realidad, la gran obsesión del ultra millonario supremacista
blanco que mal gobierna Estados Unidos, se llama Nicolás Maduro. Contra él
fundamentalmente y otros altos funcionarios ha apuntado ahora todos sus cañones
creyendo que el gobierno revolucionario puede amedrentarse con sus bravatas. Si
ya era ridícula, si no fuera dolorosa por sus consecuencias, aquella primera
sanción decretada por Obama acusando a Venezuela de ser “un peligro para la
seguridad de Estados Unidos”, qué decir de esta última patraña del dúo
Trump-Mike Pompeo, poniendo como excusa de la agresión, que Maduro y su
gobierno están acusados de «narcoterrorismo, tráfico de armas, lavado de dinero
y corrupción”.
A Trump le molesta el enorme liderazgo de Maduro, de la misma manera
que Bush se dio una y mil veces la cabeza contra la pared buscando la fórmula
para atacar al comandante eterno Hugo Chávez. La actual figura presidencial USA
no es distinta a ninguno de los últimos mandatarios norteamericanos:
despóticos, guerreristas, genocidas, ignorantes, en lo que hace a no poder
hacer política si no es contando con el recurso de las armas, las invasiones,
las imposiciones autoritarias, las políticas devastadoras, la corrupción a gran
escala.
Por su parte, Chávez y Maduro representan todo lo contrario y por
eso contaban y cuentan con el apoyo incondicional de su pueblo. Decir Chávez,
en la Patria Bolivariana y también en Nuestramérica, es expresar las mayores
reivindicaciones a las que aspiraban y por la que lucharon durante años
millones de venezolanos y venezolanas. Desde alfabetizarse hasta recuperar la
auto estima en todos los niveles.
Decir Maduro, es la continuidad declarada y leal de esas mismas banderas, el hombre que se cargó al hombro «la madre de todas las responsabilidades» y trata de llevarlas a cabo con toda dignidad y solvencia a pesar de las agresiones de adentro y de afuera.
Por eso el Imperio lo ha elegido a él y a Diosdado Cabello como los
“interlocutores” a eliminar en primer término, para luego apoderarse de las
riquezas del país, que es lo que más ambicionaría Trump en el corto plazo. Pero
se equivoca de cabo a rabo, ya que cada vez que ha intentado generar
desestabilización en Venezuela ha tenido que retroceder perdiendo sus
batallitas y hasta pasando vergüenza entre su propia tropa. Patinó con el
execrable Grupo de Lima, volvió a perder terreno cuando trató de invadir el
país caribeño con la anuencia del títere secretario de la OEA, y no deja de
quedar a la intemperie, cuando sigue apostando a un delincuente como Juan
Guaidó. Cómo estará maldiciendo Trump a sus “muchachos” de la CIA que les
recomendaron a sus peones colombianos Iván Duque y su mánager Uribe Vélez.
Ambos intentaron (incontables veces) motorizar invasiones de paramilitares
ligados al narcotráfico (como Los Rastrojos y otros similares) y siempre se
quedaron con las ganas. Si no les alcanzó con el papelón que pasaron con “la
entrega de la ayuda humanitaria” (donde reunieron a lo más granado de la
derecha continental) cuando las milicias populares y los guardias nacionales
bolivarianos los pararon en seco en los puentes lindantes a Cúcuta, ahora
acaban de pegarse el último resbalón, intentando entrar (a través de un militar
traidor como es Cliver Alcalá, al que para disimular lo ponen también en el
listado de sancionados) un grupo de comandos armados para asesinar y generar
miedo en la población. Y lo hicieron, aprovechando el momento en que se declaró
la cuarentena obligatoria, cuando Venezuela está dando ejemplo de cómo se
enfrenta la guerra bacteriológica en la que seguramente también están metidos
hasta la cabeza los amigos epidemiólogos de la CIA y de Trump.
Golpeado internamente por las chapuzas orquestadas para controlar el
virus que golpea a su propia población y por el tremendo descrédito de una
sanidad pública casi inexistente (en Yanquilandia se salvarán los ricos con sus
clínicas privadas y el resto, sobre todo los más humildes, quedarán seriamente
expuestos a la enfermedad) Trump intenta huir hacia adelante poniendo a Maduro
y Venezuela como excusa.
Con la ayuda de Pompeo, que parece creerse un vaquero de alguna mala película de su país, proponen una recompensa de 15 millones para “detener” al presidente legítimo de Venezuela. ¿Pero qué se han creído esta pandilla de terroristas de Estado, con estas nuevas amenazas? ¿Pensarán que el pueblo bolivariano va a admitir mansamente semejante “propuesta”? ¿Imaginarán que el resto de los luchadores y luchadoras de la Patria Grande se quedarán con los brazos cruzados frente a semejante desprecio hacia nuestro continente, que no es ni será jamás su patio trasero?
Con la ayuda de Pompeo, que parece creerse un vaquero de alguna mala película de su país, proponen una recompensa de 15 millones para “detener” al presidente legítimo de Venezuela. ¿Pero qué se han creído esta pandilla de terroristas de Estado, con estas nuevas amenazas? ¿Pensarán que el pueblo bolivariano va a admitir mansamente semejante “propuesta”? ¿Imaginarán que el resto de los luchadores y luchadoras de la Patria Grande se quedarán con los brazos cruzados frente a semejante desprecio hacia nuestro continente, que no es ni será jamás su patio trasero?
No, Trump va a volver a hocicar, porque Venezuela no está en venta y
ha ido generando un concepto al que jamás podrán aspirar sus enemigos internos
y externos, cuentan con una alianza cívico militar de tal calado que no solo le
servirá para replicar cualquier agresión por la vía que fuera, sino que ahora,
cuando el mundo entero vive un momento grave y doloroso, este noble país junto
con Cuba son el ejemplo latinoamericano de autodefensa popular más potente
contra el virus pero también contra la prepotencia imperialista, que no son lo
mismo pero se parecen por lo destructivos.
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