Por Ilka Oliva Corado. Blog de la autora: https://cronicasdeunainquilina.com
Apareció
con su cámara colgada del cuello y comenzó a ofrecer sus fotografías, como
quien ofrece queso fresco cuarteado, flores recién cortadas, escobas, limar
cuchillos, comprar botellas y papel periódico; así simple en un día cualquiera
de arrabal. Fue para la década del noventa cuando en Ciudad Peronia solo
existía un fotógrafo que llegaba de la capital los domingos a retratar y
regresaba a las semanas a entregar las fotografías que dejaba fiadas
y que le iban pagando por pocos.
Era
importante retratar a los niños recién nacidos y al güiralito conforme iba
creciendo y si se podía el retrato familiar, las fotografías eran inversiones
grandes que se hacían en el arrabal en aquella época, porque se desajustaba el
escaso dinero que se tenía para la sobrevivencia, pero era importante tener un
recuerdo, uno solo, porque no es que se tomaran varias fotografías por familia,
tal vez una o dos cada cinco años.
Doña
Vicky vivía en la colonia, para ese entonces andaba por ahí de los treinta años
y fue alegría tener una fotógrafa en la colonia, una fotógrafa de Ciudad
Peronia. La gente conocía su casa y cuando necesitaban fotos solo le iban a
tocar la puerta. Y ahí iba doña Vicky con su cámara en mano y su bolsa colgada
del hombro y fue tan bien recibida que después tuvo que comprar una libretita
para anotar direcciones, nombres, fechas y cobros por hacer. Con el paso del
tiempo se tenía que hacer cita si se quería un retrato familiar.
No
tomó clases de fotografía en ningún lugar, la cámara aprendió a manejarla al
pedalazo, una cámara básica a la que le cambiaba el rollo con gran agilidad en
las fechas de desfiles, cumpleaños, bautizos, bodas y graduaciones. Doña
Vicky, como le decíamos, fue la primera mujer fotógrafa que tuvo el arrabal,
era madre de familia y tenía las obligaciones propias y fue de las insurrectas
de la época, por la osadía de haber conseguido una cámara fotográfica,
ingeniárselas para manejarla y crear su propio medio de ingresos.
Doña
Vicky no fotografió a grandes celebridades de los deportes, la cultura y
política, no se codeó con personajes famosos, no publicó libros de fotografía,
no realizó exposiciones, no recibió reconocimientos, no tuvo tiempo de
ocio para tomar su cámara y perderse entre los barrancos y fotografiar
insectos, hojas, celajes o paredes de adobe encaladas.
No
la recordará la historia como una de las grandes fotógrafas de Guatemala. Y ni
falta que hace, porque la estoy nombrando yo, hoy, como una de las mujeres
insurrectas que marcaron la historia de Ciudad Peronia y que con su cámara
llenó de alegría al arrabal y con esto haciendo su aporte a la memoria
familiar e histórica de Ciudad Peronia como la primera fotógrafa
del arrabal.
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