lunes, 2 de marzo de 2020

NUESTRA PATRIA: Entre el amor y el odio Anticipo exclusivo. Fragmentos del libro La Dinastía, los herederos del imperio Slim.


José Martínez Mendoza, periodista y escritor, autor de los libros: Carlos Slim, Retrato Inédito y Slim, los Secretos del Hombre Más Rico del Mundo, entrega a Análisis a Fondo Diario este texto, el cual es un fragmento de un nuevo libro, titulado La Dinastía, los herederos del imperio Slim, que forma parte de un trabajo periodístico para una bioserie sobre el magnate Carlos Slim Helú.


Carlos Slim - Andrés Manuel López Obrador


Por JOSÉ MARTÍNEZ M.*

El presidente Andrés Manuel López Obrador y Carlos Slim suelen jugar a las vencidas. El chiste es demostrar quién tiene más fuerza. En este enfrentamiento el tabasqueño ha mostrado sus músculos. Nunca antes Slim había sufrido una derrota en su deporte favorito de hacer negocios bastante lucrativos. Una demostración de fuerza fue la cancelación del aeropuerto de Texcoco, la peor herida sufrida por el magnate hasta llegar a un drama familiar, tras el divorcio del diseñador de dicho complejo Fernando Romero con Soumaya Slim.
Cuando Obrador asumió el poder una de las primeras medidas que tomó fue ordenar una investigación a fondo de sus archienemigos. Es decir, a todos aquellos que él consideraba como miembros de la “Mafia en el Poder”. Y así bajo el principio de que ‘el busca encuentra’, puso en la mira al primero de la lista capitaneada por el expresidente Carlos Salinas de Gortari, ni más ni menos que aCarlos Slim Helú, el empresario más poderoso de México y uno de los más ricos del mundo.
Slim, por su parte, jamás había confiado en Obrador tan es así que nunca votó por él. En las pasadas elecciones el empresario se inclinó por José Antonio Meade, al que respaldó al encontrar coincidencias en su proyecto de gobierno. No fue el caso de AMLO, al que Slim siempre ha visto con desconfianza, incluso en plena campaña del tabasqueño protagonizaron una serie de confrontaciones por el tema del nuevo aeropuerto que hicieron ruido en los medios.
Vis a vis Slim y Obrador se repelen, así ha sido desde que se conocieron. No hay esa ‘química’ que Slim ha tenido con otros conspicuos personajes del poder.
En el entendido de que durante su gobierno Obrador fuera incurrir en una locura, Slim se acercó al fundador de Morena y en su primera visita a Palacio Nacional ya con la banda presidencial en el pecho, en privado el magnate se atrevió a proponer algunas ideas al flamante prócer de la Cuarta Transformación, Obrador recibió las palabras del Ingeniero como un injerencia y hasta una ofensa, como diciendo ‘el Presidente soy yo, déjame trabajar’, así lo cuenta uno de los testigos que estuvo presente en esa reunión ocurrida en Palacio los primeros días del nuevo gobierno.
Después vendría el besamanos semanas después del triunfo electoral. En su calidad de presidente electo Obrador se reunió con los empresarios en un evento con ingenieros y aprovechó para hacer “las paces” con Slim. Ambos se dieron un fuerte apretón de manos y se fundieron en un abrazo simbólico recordando el mítico ‘abrazo de Acatempan’ como un mensaje de reconciliación pero que resultó falso porque una de las primeras medidas del gobierno de Obrador fue cancelar la construcción del aeropuerto de Texcoco donde Slim mantenía fuertes intereses. El magnate se sintió traicionado por la cancelación de ese proyecto que le iba a dejar ganancias multimillonarias. Para tratar de lavarse las manos Obrador actuó en base a una de sus famosas ‘consultas populares’.
Por culpa de Obrador, Slim ahora padece migraña. El poderoso hombre de negocios comenzó a sufrir de fuertes dolores de cabeza con el gobierno de la Cuarta Transformación.
Para él, Obrador resultó un acertijo, un personaje difícil de entender porque no se sabe cuál es el significado real de sus palabras, miel, por ejemplo, puede resultar un poderoso veneno.
Obrador, al fin y al cabo, es visto por los empresarios como un político populista en el que simplemente no se puede confiar, puede pasar de la injuria al apapacho pues es visto como un político bipolar con el que hay que tener cuidado cuando llegue a tener 40 grados de fiebre. Eso le ha quedado muy claro a Slim y al resto de los empresarios.
Como los boxeadores, Slim se ha curtido a base de golpes con los hombres del poder, con Obrador protagoniza un episodio más en los cuadriláteros del poder.
En su momento el presidente Felipe Calderón fue una piedra en el zapato de Slim. En una entrevista con periodistas de Bloomberg en Nueva York, Calderón les dijo que su gobierno jamás pretendió personalizar las políticas en pro de la productividad, pero acotó que “yo soy la autoridad y necesito regular los monopolios”.
Si Slim ha odiado a un político ese ha sido Calderón. Ambos mantuvieron constantes y fuertes diferencias por el tema de la regulación de Telmex y por inclinar la balanza a favor del duopolio de Televisa y TV Azteca.
Siempre acostumbrado a los apapachos del poder, Slim en su relación con el expresidente Carlos Salinas pasó de la luna de miel a un escandaloso divorcio. Salinas otorgó la concesión de la telefónica pero terminó cuestionando a Slim de enriquecerse de una manera desmedida por una deficiente regulación aplicada a Telmex lo que permitió erigirse como un monopolio privado que fue la palanca para extender su imperio en el extranjero y crear el gigante trasnacional que es América Móvil.
Desde la privatización de Telmex, Obrador fue uno de los que cuestionaron a Slim y apoyó la demanda del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas ante la PGR y el Congreso para que se enjuiciara al entonces presidente Salinas por el delito de traición a la patria y asociación delictuosa al considerar anticonstitucional la venta de Telmex al incurrir en el uso indebido de sus atribuciones al poner en venta una empresa que formaba parte del patrimonio nacional y que era altamente rentable.
Desde ahí surgió la fobia de Obrador contra Slim y fue de los promotores de la impugnación con el famoso Carlos and Charlie´s.
A partir de entonces Obrador asumió a Salinas como su principal enemigo. El “innombrable”, el “villano favorito” que conformó a la llamada “Mafia del Poder” a la que estaban ligados los grandes empresarios del país.
En esa lista, Obrador puso en primer lugar a Carlos Slim como parte de esa “mafia”. Obrador al que los expresidentes Vicente Fox y Calderón y los principales dueños del capital consideran como “un peligro para México”.
Con el respaldo de un amplio poder derivado de las urnas, Obrador ha subordinado el poder económico al poder político. Una muestra de ello se dio en la famosa cena del pase de la charola para la rifa de los boletos del “avión”. Muchos de los que acudieron a la reunión –pertenecían a la famosa lista de la mafia en el poder–, no le podían decir no al presidente, los menos asistieron con cinismo, otros con vergüenza, con miedo y con nervios.
Si el presidente Obrador esperaba que Slim se mostraría esplendido con la compra de los boletos de la rifa del “avión”, se llevó un fiasco, el magnate fue medianamente generoso pues hubo quienes se comprometieron con una cantidad mayor a la del magnate.
Días después de la polémica cena las autoridades fiscales le requirieron a Slim el pago de 8 mil 290 millones de pesos por concepto de impuestos sobre la renta que la empresa América Móvil tenía pendientes por los ejercicios fiscales de 2016 a 2019.
En la cena los empresarios habían estado bajo los ojos escrutadores de la directora del SAT Raquel Buenrostro, conocida como La Jefa, una funcionaria con mayor influencia que los secretarios de Estado en el equipo presidencial.
Los grandes empresarios acudieron confiados en que se trataba de un evento filantrópico para apoyar al gobierno con los problemas que aquejan al sector salud, pero en realidad fueron sometidos a un escrutinio para identificar y sopesar quiénes están y hasta dónde estaban comprometidos con el proyecto político de la llamada cuarta transformación.
Respecto al cobro de los impuestos multimillonarios a Slim,  Obrador actuó en consecuencia de la información que tenía en su poder como parte de la orden que dio de que se investigara a fondo a los empresarios.
Semanas antes Slim había sido requerido por funcionarios del SAT, pero él desdeñó la información en la que le hacían saber que no había cumplido con el pago de impuestos del ISR desde 2016 por lo que se le exigió el pago con todo y multas, lo que sumó la cantidad de 8 mil 290 millones de pesos. Slim no tuvo más remedio que pagar. De haber pagado a tiempo hubiera ahorrado una fuerte cantidad por concepto de multas y recargos.

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La relación de Slim y Obrador es una historia de encuentros y desencuentros. Tras la detención de Raúl Salinas –quien se enriqueció desmesuradamente haciendo negocios al amparo del poder–, Slim se ufanaba de haber inculcado a sus hijos el principio de no hacer negocios con políticos, y refrendaría que nunca hay que confiar en un gobernante porque puede terminar como lo sentencia la famosa Ley de Pudder: “todo lo que empieza mal acaba peor”.
Cuando Obrador despachaba como jefe de gobierno de la ciudad de México, muchos llegaron a considerar que eran “amigos” y que Slim apoyaba al tabasqueño. Pero las apariencias engañan. Cuando se llevó a cabo el rescate del Centro Histórico, todo mundo pensaba que relación entre Slim y Obrador estaba a partir un piñón y que las aparentes rencillas eran “pelillos a la mar”, pero quienes pensaban así se equivocaron. Desde que se conocieron Slim y Obrador han mantenido una relación distante aunque ambos suelen posar sonrientes para los reflectores. Al fin de cuentas tanto los políticos como los empresarios no tienen amigos, tienen intereses.
Parafraseando a Julio Scherer está claro que la sangre del político no es igual a la sangre del empresario. Corren por venas distintas y alimentan organismos distintos. No hay manera de unir sus torrentes sin envenenarlos.
También hay que señalar que existe una exótica especie en el Zoom politikón: los centauros. Mitad políticos – mitad empresarios.
Slim no es político pero hace política y de los políticos ha tenido que aprender a ‘tragar sapos sin hacer gestos’, aunque a regañadientes. Incluso un reconocido columnista político llegó a criticar a Slim ante el presidente Obrador cuando acudió como “invitado de honor” al Palacio Nacional a una de las famosas “mañaneras” para informar del acuerdo de la Comisión Federal de Electricidad y los gasoductos en conflicto que a estuvieron a punto de un litigio multimillonario ante tribunales internacionales. Obrador hizo venir a Slim a Palacio para mandar una señal de que había “consenso” y “concordia” entre el gobierno y los empresarios, aunque por debajo de la mesa constantemente se están tirando de patadas.
Ante el malhumor del presidente Obrador, Slim sabe que cuenta con el respaldo de sus pares, no obstante que no pertenece a ninguna cúpula empresarial. Slim es una especie de lobo estepario, pero por su poder e influencia, simplemente para la economía mexicana Slim es como una ballena en una laguna. Y eso lo tiene bien claro el Presidente.

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Esta relación de encuentros y desencuentros surgió cuando Carlos Slim conoció personalmente en el año 2000 a López Obrador por intermediación del escritor Héctor Aguilar Camín.
En un texto publicado por Camín en la revista Nexos en vísperas de las elecciones del 2018, el novelista e historiador escribió un perfil político sobre el tabasqueño en el que cuenta como se dio la relación entre éste y el magnate.
“Lo invité a un programa (Zona Abierta TV) con Diego Fernández de Cevallos, el ex presidente español Felipe González y el ex presidente mexicano Miguel de la Madrid, quienes vinieron también a una cena después de la grabación del programa. Trataba entonces de acercarlo a la experiencia del socialismo español, a través de Felipe González, y a la idea de un gobierno de izquierda que pudiera hacer las paces con el mercado. En ese camino, le presenté a Carlos Slim, con quien sostuvo una primera conversación en el año 2000, ya electo jefe de gobierno de la ciudad, y a quien invitó a invertir y con quien hizo una buena relación, cuyo fruto público fue la reanimación del Centro Histórico de la ciudad”.

En efecto, Slim dice que un “amigo” (omitió el nombre de Héctor Aguilar Camín) fue quien lo presentó con Obrador. “Vinieron a visitarme a la oficina, fue así como lo conocí”.
En apariencia todo indicaba que había cierto entendimiento pero las diferencias comenzaron a aflorar desde el principio.  
El rescate del Centro Histórico fue una iniciativa de Slim y el historiador José Iturriaga. Obrador estaba interesado en el Paseo de la Reforma e invitó a Slim a invertir, pero el empresario insistió que para él la prioridad debería ser el Centro Histórico siempre y cuando el presidente Vicente Fox apoyara el proyecto. Con Obrador o sin él, Slim estaba decidido a rescatar el Centro Histórico –como ocurrió finalmente–.
Estaba claro que la inversión requerida para mejorar la infraestructura y atraer nuevos habitantes rebasaba las posibilidades del Gobierno de la ciudad. Sometido a recortes presupuestales y a fuertes presiones por parte de las agencias de calificación de riesgos, el Gobierno contaba con pocas opciones para financiar su política de “recuperación” del Centro Histórico: acudir al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), una componente del Banco Mundial que en ese momento costeaba la mayoría de las rehabilitaciones de centros históricos en América Latina, o estimular la inversión privada.
Obrador optó por la segunda opción.
Así de una aparente luna de miel, Slim y Obrador pasaron a una relación de amor y odio, de te quiero pero no te aguanto.
Slim es sin duda uno de los personajes mediáticos del país y mucha gente cree que el rescate del Centro Histórico es obra exclusiva de él, pero eso no es cierto, fue de principales impulsores. Él invirtió en propiedades y ha sido severamente cuestionado por diversas irregularidades cometidas por sus empresas y fideicomisos.
Slim mismo dejó en claro que la remodelación era un problema del gobierno de la ciudad. “Los inmuebles que son propiedad del gobierno federal o capitalino será asunto de ellos reconstruirlos, restaurarlos o arreglarlos”. Está claro que Slim invirtió pero saliendo ganando, aunque luce como el gran benefactor.
En la relación de Slim con Obrador por el rescate del Centro Histórico, el Subcomandante Marcos (ahora Galeano) los puso bajo su lupa al dedicar un amplio espacio en su comunicado del 28 de febrero de 2003 durante la Duodécima etapa por el Distrito Federal (https://www.jornada.com.mx/2003/02/28/008n1pol.php?origen=index.html), cuando el tabasqueño se desempeñaba en el tercer año de gobierno.
Marcos escribió: 
“… López Obrador trabaja en otra construcción: la de un acuerdo con los grandes capitales de la industria y el comercio. Para obtener su beneplácito, el jefe de Gobierno oferta una ciudad bajo control social y policiaco, además de la infraestructura necesaria para la nueva metrópoli donde los ricos no serán los primeros, sino los únicos.
“Estos son los pasos: primero se señala que es necesario parar la construcción de viviendas en las delegaciones de la periferia del DF; luego se dice que es indispensable repoblar las delegaciones del centro; inmediatamente se crea el patronato Centro Histórico, encabezado por Carlos Slim Helú; luego se promueven tres megaproyectos: el corredor financiero (la calle de Reforma), el proyecto Alameda y el proyecto Centro Histórico; finalmente se anuncia que Carlos Slim está comprando terrenos y viejos edificios de toda esta zona. Así, la construcción de vivienda popular se parará, bajo el pretexto de que ya no es posible seguir creciendo hacia la periferia. Al mismo tiempo, tres delegaciones serán modelos de lo que será la Ciudad Global. El nivel de ingresos, educación, servicios médicos, servicios de comunicación y, desde luego, seguridad pública, serán muy otros en comparación con el resto de las delegaciones.
“Carlos Slim Helú, el hombre más rico de México y de América Latina, no está detrás de todo esto, sino al frente. En una especie de biografía no autorizada (Carlos Slim. Retrato inédito. Ed. Océano), el periodista José Martínez Mendoza (que antes escribió la semblanza de Carlos Hank González) da un perfil del señor Slim, quien se precia de ser un self made man, un hombre que ha cultivado con esmero la imagen de haber empezado desde abajo. Pero probablemente se refiera  a la planta baja de su mansión, porque Slim entra a la lista de los grandes millonarios después de comprar Teléfonos de México (Telmex) en 400 millones de dólares, siendo que su valor era de 12 mil millones de dólares. ¿Quién fue el vendedor? Carlos Salinas de Gortari. Desde 1984, cuando se asoció con otros empresarios en Libre Empresa SA (LESA), que compraría las paraestatales, Slim trabajó en la amistad con los políticos. Y después no limitó su círculo a los priístas, sino que lo amplió incluyendo a panistas y perredistas, a intelectuales críticos y artistas, a directores de medios de comunicación.
“De la misma inteligencia y pragmatismo, Slim y López Obrador pronto hicieron el click que no suele abundar entre políticos y empresarios. Pero ambos saben que lo suyo no es amistad. Son vecinos en Cuicuilco, tienen intereses comunes, se ofrecen intercambios y, como comerciantes, fingen cordialidad mientras revisan celosamente sus cuentas y, al final de cada reunión, buscan en sus bolsillos para ver si no falta nada.
“No son pocos los intelectuales y políticos que se precian de tener la amistad de Carlos Slim Helú. Algunos de ellos se vanaglorian de asesorar al señor más poderoso de Latinoamérica. Pero el señor Slim no tiene asesores ni amigos, tiene empleados. Sólo que algunos de ellos no lo saben”.

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Antes de concluir su mandato como jefe de gobierno al que renunció para contender por primera vez a la Presidencia, Obrador protagonizó una de las movilizaciones de protesta por el resultado de las elecciones de 2006 que derivaron en un apretado triunfo de Felipe Calderón menor al 1 por ciento del resultado electoral.
Fue cuando Obrador, encabezó un plantón en la capital del país al instalar campamentos a todo lo largo y ancho del Paseo de la Reforma. Obrador fue el candidato de la coalición ‘Por el Bien de Todos’. El bloqueo, que inició el 30 de julio del 2006, se dio tras una votación a mano alzada en la plancha del Zócalo, luego de que Calderón, el INE y Acción Nacional se negaran al conteo total de los votos, el famoso 'voto por voto', ‘casilla por casilla’.
AMLO dijo: “Les propongo que nos quedemos aquí, en asamblea permanente (…) que permanezcamos aquí, día y noche, hasta que se cuenten los votos y tengamos un presidente electo con la legalidad mínima que nos merecemos los mexicanos".
Después de 47 días de duración el plantón se levantó hasta el 15 de septiembre, luego de que el Tribunal Electoral declaró ganador de la elección a Calderón y tras el recuento de un grupo de paquetes electorales. Muchos negocios sufrieron pérdidas económicas superiores a los 10 mil millones de pesos.
La voz de Carlos Slim se sumó a la de los representantes de la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin), de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio (Concanaco), de la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera (Canirac) y de la Comisión interconfederacional del Sector Turismo que exigían a las autoridades que hicieran lo propio por retirar a los manifestantes y evitar más pérdidas.
"Pagamos un precio altísimo porque nuestros adversarios utilizaron esto como una campaña terrible de desprestigio”, reconoció López Obrador.
Slim criticó a Obrador al calificar de “locura mexicana, kafkiana” el “plantón” al tomar como rehén a la ciudad que los mismos perredistas gobernaban.
A parte de criticar a Obrador, Slim le dio su voto de confianza a Calderón luego de haber sido ratificado por el Tribunal Electoral como el presidente electo. “El nuevo gobierno –dijo Slim– incluyó desde su campaña posiciones sociales a fondo. Calderón será el presidente del empleo y estoy convencido de que “la pobreza se combate con educación y empleo”. Fue un “te apoyo, estoy contigo, pero no me toques”.

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Las coordenadas de Carlos Slim para las elecciones de 2018 contemplaban un escenario donde López Obrador resultaría el candidato ganador, no obstante que José Antonio Meade era el “gallo” de Slim, a quien brindó todo su apoyo.
En el escenario aparecía la figura del consuegro de Slim, Miguel Torruco Marqués como parte del equipo cercano a Obrador, al que incluyó finalmente en su gabinete como secretario de Turismo.
En previsión de que Obrador ganara las elecciones, los abogados de Slim apresuraron la renovación del Título de Concesión de Telmex. El presidente Enrique Peña Nieto se mostró cooperativo y accedió a la petición del magnate. Con diez años de anticipación de que concluyera el primer periodo de la concesión, Peña Nieto le extendió a Slim por treinta años más la prerrogativa de la telefónica. Así, durante tres generaciones los Slim tienen garantizada la explotación de los servicios telefónicos del país.
A partir de 1990 y durante un lapso de 66 años los Slim podrán disfrutar de los beneficios económicos derivados de la explotación comercial de la empresa más redituable en términos financieros, con lo cual está salvaguardada la inconmensurable fortuna de esta familia.
Con Salinas en el poder y el PRI en su mayor apogeo político, Slim  obtuvo la primera concesión de Telmex, después durante la alternancia en el poder con el PAN, sorteó numerosas dificultades que afectaron a su monopolio telefónico pero fue en el gobierno de Peña con un PRI ya en decadencia cuando los Slim obtuvieron la prórroga de su concesión hasta el año 2056. Sin embargo, en el año 2023 –un año antes de que concluya el mandato de López Obrador– el Instituto Federal de Telecomunicaciones decidirá en qué términos se refrendará el título de la concesión.
Aunque podría resultar temerario –en el escenario contradictorio de la llamada Cuarta Transformación– no se deja de especular con una revocación de la concesión lo cual sería un golpe demoledor contra el imperio de Slim pero representaría un riesgo para la economía mexicana por el impacto en los mercados internacionales una medida de tal naturaleza.
Pese a que Slim fue puesto por López Obrador en el mismo costal de la “mafia en el poder”, lo más seguro es que el propio AMLO ratifique la ampliación de la concesión de Telmex a los Slim como lo hizo en su momento el presidente Salinas.
Sin embargo, en política nada está escrito ni siquiera los “pactos de caballeros” y en su afán de trascender a la Historia, Obrador podría decretar una estatización por razones de “utilidad pública”, como en su momento ocurrió con la nacionalización de la banca en el ocaso del gobierno del presidente José López Portillo.
Como sea del gobierno de Salinas al de Obrador, en treinta años a partir de la concesión de Telmex Carlos Slim construyó un imperio económico que se extiende a más de 20 países.
Obrador ha sido cauteloso con Slim. El tabasqueño alegó que decidió cancelar la construcción del aeropuerto de Texcoco por temas de corrupción.
La historia del aeropuerto comenzó en el gobierno del presidente Zedillo cuando fungía como director de la paraestatal Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA), Alfredo Elías Ayub, hermano de Arturo, el yerno consentido de Slim.
El equipo de Obrador tenía información confidencial de los fuertes intereses que estaban detrás de la construcción del aeropuerto. Alfredo Elías Ayub dispuso indebidamente de esa información para beneficiar al grupo empresarial de Carlos Slim que con otros socios inversionistas pretendían construir un aeropuerto espectacular. Slim se refería a dicha construcción como una obra faraónica equiparable al Canal de Panamá.
Al inicio del gobierno de Peña Nieto, el director de la Comisión Federal de Electricidad Francisco Rojas Gutiérrez informó al Presidente sobre actos de corrupción donde presuntamente estaría involucrado Alfredo Elías su antecesor.
El Departamento de Justicia de Estados Unidos informó que Elías Ayub era investigado junto con otros funcionarios de la CFE y de la Secretaría de Energía por presuntos actos de corrupción al ser encontrados responsables de conceder contratos sin licitación a una empresa estadounidense subsidiaria de la corporación ABB de Suecia, “a cambio del pago de varios millones de dólares”.
Slim que enfrentaba momentos de tensión con el gobierno de Felipe Calderón intervino y ordenó a su amigo Ignacio Cobo que interviniera ante el presidente Peña para ayudar a Alfredo Elías porque de paso podría desprestigiar a su grupo empresarial. Todo mundo sabe la cercanía y amistad que hay entre Slim y Alfredo Elías.
Elías Ayub en su defensa ante los medios alegó que él había presentado una denuncia para que se investigara la corrupción en la CFE. Incluso Manuel Bartlett a las administraciones anteriores de malos manejos y de celebrar “contratos leoninos” con empresas privadas lo cual explica el origen de los apagones en el sureste del país.
En 2010 el nombre de Alfredo surgió de nuevo con el proyecto del aeropuerto de Texcoco. En el equipo de Obrador se prendieron los focos rojos. Alfredo tenía amplio conocimiento e información confidencial a su paso por la dirección de ASA y que pudo haber beneficiado al grupo de Slim. Aunque Obrador no ha profundizado en el tema su equipo tiene un amplio expediente para que un caso necesario utilizarlo como arma en contra del magnate.
El nombre de Alfredo Elías surgió como uno de los ‘asesores estratégicos’ de la empresa internacional Parsons para llevar a cabo  “acciones compensatorias” con los gobiernos del Estado de México, la Ciudad de México e Hidalgo en el marco de las obras del Nuevo Aeropuerto.

Como sus socios, Slim se mostraba entusiasmado cuando hablaba de construir una microciudad en lo que quedaría del aeropuerto “Benito Juárez” donde se haría una especie de Paseo de la Reforma sobre ambas pistas del aeropuerto, un bulevar que sería el más ancho del mundo. Obrador alegó razones ecológicas para no construir el aeropuerto de Texcoco.
Mucho antes de la cancelación –decidida por obrador y consumada en una consulta “popular– provocó un encendido debate entre el magnate y el caudillo tabasqueño.
Slim confiaba en que su amigo José Antonio Meada ganara las elecciones presidenciales, pero eso era un simple deseo, la realidad era otra. Y si bien ya tenía en la bolsa la renovación de la Concesión del Título de Telmex, estaba dispuesto a defender la construcción del nuevo aeropuerto.
Durante la campaña Slim y Obrador protagonizaron un enfrentamiento por ese tema. Obrador decía que lo iba a cancelar y aceptaba las críticas de Slim porque el magnate era uno de los cuatro principales contratistas del proyecto autorizado por el presidente Peña.
Cuando Slim salió a dar la conferencia en defensa del aeropuerto, Obrador afirmó que el empresario era parte de una estrategia para “contrarrestar” el avance de su movimiento.
“No tengo pleito con él ni con nadie, pero Peña y Salinas están utilizando a Slim. “Seguramente le pidieron que saliera a dar esta conferencia”. Obrador entonces pidió al empresario que se tranquilizara. “No estoy en contra de los empresarios. Lo único que quiero es que no haya más corrupción. Ya no se van hacer negocios al amparo del poder público”.
Obrador pidió al empresario “tranquilizarse y serenarse porque yo no estoy en contra de los empresarios. Lo único que quiero es que ya no haya corrupción. Ya no se van a hacer negocios al amparo del poder público”.
El nuevo aeropuerto representa un barril sin fondo de corrupción, un enorme socavón que no tienen que pagar los mexicanos… Si es como él dice, es un buen negocio, pues que lo haga con su dinero”.
La respuesta de Slim fue que cancelar dicha obra equivaldría a suspender el crecimiento de México.
Cuando un reportero le preguntó a Slim si temía al proyecto político de Obrador, el ingeniero Slim contestó:
“Me preocuparía y me daría miedo por todo lo que siga, porque si ese va a ser el criterio, yo creo que van a ser criterios equivocados de inversión. Hay el riesgo de que se equivoquen tomando pocos factores en la decisiones”.

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En una de sus habituales conferencias mañaneras, el presidente Obrador se dio el lujo de “jubilar” a Slim.
Obrador hizo una confidencia:
“Slim me ofreció que en este sexenio va a terminar su vida empresarial ayudando el crecimiento de México y el bienestar”.
La noticia de su “jubilación” fue recibida por Slim de mal humor. Molesto ordenó a su yerno Arturo Elías Ayub que hiciera pública su respuesta.
Ayub, el vocero del Grupo Carso, en su calidad de director de Alianzas estratégicas y Contenidos de América Móvil, lo hizo saber mediante su cuenta de Twitter:
Expansión buscó a América Móvil, propiedad de Slim, para solicitar una postura pero remitieron a un mensaje escrito por el empresario Arturo Elías Ayub, director de Alianzas Estratégicas y Contenidos de América MóviI, en su cuenta de Twitter.
“El Ing. Slim comentó con el Presidente que los dos tienen casi seis años de trabajo intenso por el País. El Presidente por mandato electoral y el Ingeniero por su edad”.

Hacia los medios Slim y Obrador han minimizado sus diferencias. Slim se ha mostrado condescendiente con el presidente Obrador, como ocurrió cuando el tabasqueño le entregó el Premio Nacional de Ingeniería en un acto solemne en una ceremonia en Palacio Nacional.
A diferencia del amor donde los polos opuestos se atraen, la relación entre políticos y empresarios es tan añeja al punto de ser considerada como “algo natural”, la de Slim con Obrador es una relación extraña, un tanto masoquista y más si el tabasqueño puso a Slim en el primer lugar de la lista de la llamada “Mafia del Poder” encabezada por el expresidente Salinas.

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Obrador tiene claro que hay apellidos que son imperios.
Jamás ha sido un secreto sombrío la habilidad de Carlos Slim para saber estar con Dios y con el diablo. Slim no es un hombre de amigos, es un hombre de intereses. Ha dicho que su grupo empresarial jamás ha hecho negocios con políticos y por lo tanto ante la insidia de sus críticos, como dijo el poeta, hay plumajes que cruzan el pantano y no se manchan…


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*JOSÉ MARTÍNEZ M. Periodista y escritor. Autor de los libros: Carlos Slim, Retrato Inédito y Slim, los Secretos del Hombre Más Rico del Mundo. Este texto es un fragmento de un nuevo libro La Dinastía, los herederos del imperio Slim, que forma parte de un trabajo periodístico para una bioserie sobre el magnate Carlos Slim Helú.


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