Por Ollantay Itzamná
En estas condiciones de pánico psicosocial que
sufren los pueblos latinoamericanos, sus gobernantes recurren nuevamente a
millonarios préstamos internacionales para “afrontar la pandemia” a los mismos
grupos financieros internacionales que impulsaron el sistema neoliberal y
expusieron casi a toda Latinoamérica al riesgo de coronavirus.
Los grupos financieros como el Fondo Monetario
Internacional (FMI), Banco Mundial (BM), Banco Interamericano de Desarrollo
(BID), etc., durante las últimas décadas del pasado siglo fueron los puntales
centrales para la imposición del desastroso sistema neoliberal en los países de
América Latina, y otras regiones.
La estrategia fue distribuir los “petro dólares”
como préstamos a los gobiernos latinoamericanos, sin importar si eran o no
democráticos/legítimos, con la condición que éstos debían aplicar la siguiente
receta:
Entregar las empresas y bienes públicos a las
empresas privadas. Disminuir el tamaño y el poder de los estados nacionales.
Anular la inversión pública. Liberar las fronteras comerciales para que
ingresen los productos transnacionales. Anular los derechos laborales. Entre
otros.
Los gobiernos latinoamericanos aplicaron esta
receta. Quizás algunos creyendo que esta Doctrina del Consenso de Washington
sería un remedio para sus países. Pero, las consecuencias fueron inmediatas y
fatales: Estados sobre endeudados, sin capacidad de amortizar los intereses
fluctuantes de la deuda externa. Sin empresas, ni servicios estratégicos bajo
su control. Estados debilitados en muchos casos, y fallidos en otros.
COVID19 y el credo neoliberal
La pandemia del COVID19 encontró a estos estados
prácticamente sin una aspirina para socorrer a su población infectada. Con un
sistema de sanidad pública en debacle. Sin ningún centro de investigación capaz
de ensamblar un ventilador mecánico. Médicos sin guantes, ni mascarillas,
convertidos en muchos casos en “vectores” del COVID19.
Una ventaja de los países latinoamericanos es que
COVID19 llegó, luego de mostrar su poderío destructivo en Europa y EEUU. En
este sentido, los aciertos y/o desaciertos de estos países se constituyen en
lecciones para afrontar la pandemia que ya se encuentra dentro de las
fronteras.
Durante la larga hegemonía neoliberal, se
militarizó a las fuerzas del orden público para resguardar a los agentes de la
inversión neoliberal y repeler a las resistencias comunitarias. Y durante la
actual pandemia se recurre al uso de esa fuerza militar para contener a la
población hambrienta/ansiosa encarcelada en sus domicilios. ¿Por cuánto tiempo?
El consuelo de estos u otros gobiernos
neoliberales es: “COVID19 apenas mata al 3% de los infectados”. Pero, las
cantidad de infectados no depende de la cantidad de militares en las calles,
sino, sobre todo de una política pública de salud preventiva, y masificación de
pruebas. El encierro funciona hasta cierto tiempo, y depende de las condiciones
socioeconómicas de las familias.
¿Qué harán países como Guatemala que apenas
cuentan en total con 100 ventiladores para cuando el contagio comunitario se
expanda? ¿Podrán los militares latinoamericanos contener a millones de
hambrientos que en algún momento romperán las cuarentenas?
En estas condiciones de pánico psicosocial que
sufren los pueblos latinoamericanos, sus gobernantes recurren nuevamente a millonarios
préstamos internacionales para “afrontar la pandemia” a los mismos grupos
financieros internacionales que impulsaron el sistema neoliberal y expusieron
casi a toda Latinoamérica al riesgo de coronavirus.
¿Bajo qué condiciones sueltan los millones de
dólares los grupos financieros en préstamos incluso a gobiernos con serios
cuestionamientos de legitimidad como el de Honduras o Bolivia? ¿Esos préstamos
son para salvar a personas o a las empresas afectadas por la cuarentena?
Si acaso hay tiempo “después de covid19”, ese
tiempo ya no será para volver a la normalidad de la hegemonía del interés
privado sobre el interés colectivo. Pero, tampoco deberá ser tiempo únicamente
para resignificar estatismo economicistas. Urge, pues, reposicionar la Vida, en
sus diferentes expresiones, como el centro de la coexistencia humana desde
pensamientos y acciones diferentes.
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