¿Cómo esperamos al COVID19 las y los indígenas en las comunidades?
Por Ollantay Itzamná
¿Qué ocurrirá cuando COVID19 nos llegue,
si acaso? No lo sabemos con certeza. Lo único cierto es que no abandonaremos a
nuestros abuelos, ni a nuestros seres queridos difuntos. Los enterraremos, con
todos los cuidados posibles, en los huertos, porque muy probable que los
“protocolos de sanidad estatal” jamás voltearán la mirada hacia nuestras
comunidades indígenas
COVID19 desarticula lo poco que quedaba de
“la sociedad” moderna, en especial en las ciudades. De ahora en adelante, al
parecer, el solipsismo (auto aislamiento individual) será sinónimo de
seguridad, y la fobia al “abuelo enfermo”, quizás una virtud de citadinidad.
¿Murió el proyecto moderno de societas? ¿Venció el proyecto “transmoderno” de
comunitas? No sabemos aún.
Desde hace algunos años atrás, retomé mi
proceso de reencantamiento con nuestra Madre Tierra, y salí del asfalto para
volver a la comunidad rural. Allí, a algunos kilómetros de distancia del
asfalto urbano, convivo en comunidad con otras familias indígenas. Algunas de
ellas, culturalmente mestizas, genéticamente indígenas.
Contamos con patios reducidos donde
criamos nuestros animales menores para el sustento. Algunos tenemos huertos.
Otros alquilan pedazos de suelo a las fincas vecinas para el cultivo de granos.
Algunos intercambiamos entre vecinos lo que producimos. Tenemos un nacimiento
de agua comunitario que la criamos con mediano esmero.
Nuestros niños, al igual que los
abuelos/as, conviven con nosotros, en la comunidad. En estos días de “Toque de
Queda”, con satisfacción nos enteramos que fuimos varios los vecinos que
llevamos alimentos a las dos abuelas en sus ranchitos…
¿Cómo transcurre la vida en nuestra
comunidad, en tiempos de agorafobia (fobia al encuentro)?
En lo que va de la pandemia de COVID19, el
ritmo de vida de mi comunidad no cambió en demasía. Ellas continúan saliendo,
antes del amanecer, al molino llevando consigo el nixtamal (maíz hervido) para
hacer las tortillas. Ellos, al clarear el día, continúan marchando temprano
como jornaleros a las fincas vecinas. Nuestros niños ya no van a la escuela
comunitaria, pero continúan reuniéndose para jugar, y aprendiendo en los
huertos.
Nuestra comunicación con el pueblo más
cercano se redujo al mínimo. Ya no pasan los camioncitos de transporte público
por nuestra comunidad. Salimos una vez a la semana al mercado del pueblo para
comprar lo esencial… Al parecer, ¿el pueblo, o la zona urbana, se vuelve menos
atractiva que antes para indígenas rurales?
Aunque el Estado carece de capacidad para
registrar casos de contagios de COVID19, indican que el caso de contagio
confirmado más próximo está a un promedio de 150 Km de distancia… No está muy
lejos geográficamente, pero socioculturalmente pareciera que estuviese en otro
Continente…
Algunos de nuestros vecinos de comunidades
aledañas continúan aún saliendo hacia la ciudad próxima a trabajar. Incluso en
la comunidad, dos de nuestros vecinos aún salen diario a trabajar a la ciudad
próxima… Posiblemente nos llegará COVID19 si las ciudades no tienen capacidad, ni
voluntad política, para controlar el virus.
Por ahora, estamos en “auto” aislamiento
comunitario. Mas no encarcelados. Consumimos menos del mercado, pero nos
dedicamos más a cultivar/criar en el patio/huerto. No sufrimos el pánico
colectivo. Temor sí tenemos. Pero, seguimos criando y cuidando la vida en
comunidad.
¿Qué ocurrirá cuando COVID19 nos llegue,
si acaso? No lo sabemos con certeza. Lo único cierto es que no abandonaremos a
nuestros abuelos, ni a nuestros seres queridos difuntos. Los enterraremos, con
todos los cuidados posibles, en los huertos, porque muy probable que los
“protocolos de sanidad estatal” jamás voltearán la mirada hacia nuestras
comunidades indígenas. Y no tendrían por qué hacerlo, porque estas u otras
comunidades indocampesinas subsistimos sin estados, ni repúblicas por cerca de
doscientos años. Incluso contra la voluntad estatal subsistimos. Tampoco
seremos motivos de titulares noticiosos.
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