Por Armando García
Editor y Fundador de Nuestra América
Cuando escucho al presidente Trump hablar
sobre la crisis sanitaria en el país, me doy cuenta de que es una persona que
no siente dolor alguno por lo que sufre la población de Estados Unidos.
Habla muy fríamente sobre las estadísticas
mortales que ha ocasionado el enemigo invisible en el país. El presidente se
preocupa más por la distribución y la cantidad de insumos a los estados,
siempre mirando en cómo beneficiar a sus
amigos oligarcas.
Mientras tanto las personas se lamentan
solas en sus casas, departamentos y habitaciones, muchas de ellas separadas de
sus familiares y seres queridos, y fuera de las cuatro paredes de sus hogares,
las personas se enferman y mueren. Hemos visto las imágenes de tráileres
refrigerados depositando a los muertos que ya no caben en las morgues y
funerarias.
A este paso, ya las historias en los
periódicos y en la televisión cuestionan las estimaciones de la Casa Blanca de
100,000 a 250,000 muertos. Quizá estemos viendo más de un millón de muertes por
COVID-19 antes de fin de año.
Ver por televisión los testimonios de
personas que han perdido a un ser querido, duele bastante. No hay manera de
consolar, las palabras no son suficientes, ni los discursos demagógicos, ni las
citas bíblicas, ni los discursos, ni las oraciones vacías de religiosos, ni las
frases cívicas de héroes patriotas o históricos ayudan a amortiguar el dolor
humano.
Nuestro presidente por su inacción y sus
mentirosos señalamientos y su falta de responsabilidad, considero que está
preparando el terreno para una dictadura totalitaria a nivel mundial.
Esto es un caos en una escala que nunca
hemos visto antes. Gran parte del caos es responsabilidad de Donald Trump en su
papel de presidente de los Estado s Unidos. Negó a principios el tamaño y la
gravedad de la amenaza. Hace poco Los Ángeles Times reportó que asesores de la
campaña de Trump le dijeron al presidente que prestara atención de lo contrario
iba a perder las elecciones ".
Aparentemente, esas palabras sacaron a
Trump de su mentalidad de negación de lo peligroso de la pandemia y fue cuando
permitió que los expertos de su grupo de trabajo presentaran sus proyecciones
de víctimas, hasta que finalmente les dijo a los estadounidenses: "Quédense
en casa".
El mundo está en guerra, una guerra no bélica,
sino de carácter bacteriológico o mejor dicho viruteriológico, la cual quizá no
sea ahora, pero con el paso del tiempo, sabremos si son ciertas las teorías o suposiciones
o conjeturas o hipótesis sobre si el virus fue plantado a propósito para crear pánico
mundial y así tener un nuevo orden económico. De ser así, ya será demasiado
tarde para encontrar culpables y enjuiciarlos por crímenes de lesa humanidad.
Por supuesto, este es un desastre que
podría haberse evitado y, Trump ahora está tratando de usar el tsunami de la
enfermedad y sus consecuencias para su beneficio. Comenzó con sus conferencias
diarias desde la sala de prensa de la Casa Blanca, y tan pronto como vio los
elogios que recibía el vicepresidente Pence, se hizo cargo de dar la
información principal. Esto ha dejado a los demócratas en una posición poco
envidiable de no tener una plataforma comparable desde la cual hacer campaña.
Y ahora que Bernie Sanders ya desertó como
posible contrincante, Trump ahora apuesta su reelección a cómo lleve la crisis
de la pandemia. Los demócratas ya han retrasado su convención de julio a agosto
y pospusieron la mayoría de las primarias restantes. A la sombra del virus y el
gran apoyo de Trump a los medios, los demócratas han abandonado efectivamente
el campo de batalla de la campaña, de la cual Biden no creo que tenga el
temperamento ni la energía de levantar una campaña muerta.
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