Por Pablo Jofre Leal
Periodista Chileno
¿Qué impulsa a millones de seres humanos a
recorrer largas distancias, cruzar montañas, vadear ríos, trechos de selva,
caminar bajo el calor húmedo o soportando lluvias torrenciales, abandonar sus
hogares, su familia, el entorno social en el que viven, para buscar nuevos
horizontes, mejores perspectivas de vida?
Cuando esta pregunta se hace con relación a
los habitantes de la región centroamericana, las causas son múltiples y suelen
ser campo de estudios económicos, sociológicos y políticos. Sin embargo, a
pesar de los análisis, los diagnósticos y las políticas que han sido llevadas a
cabo, para intentar variar esta situación de desangramiento de la población,
generalmente, la población más joven de América Central, sigue siendo una
realidad y seguirá aconteciendo, mientras las razones estructurales que
permiten esta emigración se mantengan.
De los 35 millones de migrantes
internacionales provenientes de América Latina y El Caribe, 17 millones de
ellos proceden de Centroamérica, cuyo norte principal es arribar a Estados
Unidos, teniendo a México como territorio de tránsito principal. En documentos
elaborados por organismo internacionales como es la Comisión Económica para
América Latina y El Caribe (CEPAL) a través del titulado Atlas de Migración (1)
elaborado junto a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y
Agricultura (FAO) se constata, que la mayoría de los migrantes hacia
Norteamérica provienen de México y del llamado Triángulo del Norte
centroamericano, conformado por Guatemala, Honduras y El Salvador. Migrantes,
que en forma mayoritaria provienen de sus áreas rurales, donde se concentra la
población con mayores carencias de esos países. La Secretaria Ejecutiva de la
CEPAL, Alicia Bárcenas señala respecto a esto que “El 77% de los habitantes
rurales en Guatemala son pobres, y la pobreza en Honduras afecta al 82% de los
habitantes rurales, en El Salvador esa cifra es del 50%”. Cifras, que bajo el
marco de la pandemia global del Coronavirus, indudablemente tienden a empeorar la
situación.
Mientras los organismos mencionados llaman al
estudio pero también al cambio, el énfasis de los países destinatarios de esos
procesos migratorios (especialmente Estados Unidos) es intensificar el control
y las prohibiciones, que impidan la migración de “indeseables, pobres,
delincuentes y narcotraficantes” como han sido denominados, por el presidente
estadounidense Donald Trump, en una clara discriminación a millones de
personas, que buscan un mejor vivir. Es evidente que la migración tensiona
fuertemente la política interna estadounidense, principalmente por las
presiones a la que es sometida por los grupos de extrema derecha y en general
la masa de votantes de Trump, renuentes a la diversidad y sobre todo dotados de
una fuerte carga racista.
Donald Trump ve a los inmigrantes como
enemigos, a los cuales “hay que disparar a las piernas o como lo dijo en
el discurso a la nación del año 2018 “Durante
décadas, las fronteras abiertas han permitido entrar drogas y pandilleros a
nuestras comunidades más vulnerables. La inmigración ha permitido a millones de
trabajadores poco cualificados competir por empleos y salarios con los
estadounidenses más pobres”. Un discurso racista, que alienta la violencia y
que no da cuenta del valor de esos inmigrantes, que según datos de la CEPAL el
70% de los centroamericanos provenientes del Triángulo Norte, que están en los
Estados Unidos trabaja. Pero, así como aportan a la riqueza estadounidense, el
63% de ellos no posee protección social. Es decir aportan pero no existe
reciprocidad. Personas, que además con sus remesas (15 mil millones de dólares
el año 2019) permiten crear un circuito económico de mejora en los países
mencionados. Envíos de dinero, que según la CEPAL, adquieren un rol
preponderante debido, fundamentalmente, a la debilidad estructural de las
economías receptoras, dejando en evidencia las razones y causas de migración.
Se verifica que en el caso centroamericano,
la complejidad de los procesos migratorios ha aumentado, sobre todo por el
número de migrantes en tránsito, retornados, deportados, menores no
acompañados, políticas de contención fuertemente cuestionada por considerarse
violatorias de los derechos humanos de las personas sometidas a prisión y
resoluciones que termina con el impedimento de ingresar al país. Hoy, la
migración se ha convertido en un tema sensible internacionalmente, de la más
alta prioridad no sólo en América, sino también en Europa, África, Asia
Occidental, entre otras zonas con conflictos migratorios migratorias que
tensionan la relaciones entre los países, desatándose además crisis
humanitarias, que han significado el incremento en el número de refugiados, el
tráfico de personas y la muerte de miles de ellas tratando de llegar a sus
destinos, ya sea en el Mar Mediterráneo, en la ruta de los Balcanes o en la
frontera entre México y Estados Unidos.
El análisis fino respecto a los procesos
migratorios, estudios como el señalado de la CEPAL y la FAO, informes de
organismos defensores de los derechos humanos coinciden, que los factores
principales que explican este éxodo, sobre todo del Triángulo Norte son: la
violencia e inseguridad social en estos países, que los sitúan con los mayores
índices de criminalidad y asesinatos. El Triángulo Norte de Centroamérica es la
región más insegura en América Latina, según el informe ‘Estudio Mundial
sobre el Homicidio’ de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el
Delito (UNODC). Razones vinculadas a la reunificación familiar ya que muchos de
estos migrantes tienen familiares directos que suelen ser un buen impulso para
acometer estos viajes. El 82% de los migrantes que provienen del Triángulo
Norte, tienen familiares en los Estados Unidos y esas redes son factores que
sustentan la migración. Catástrofes naturales: terremotos, huracanes, sequias,
avance de la desertificación incrementan la vulnerabilidad social de aquellas
poblaciones que suelen visualizar, como única salida posible, la búsqueda de
mejores horizontes.
Sumemos a lo mencionado, las crónicas crisis
económicas de los países de origen, la desigualdad social abismal, donde la
concentración de la tierra implica aumentar la pobreza rural de las familias
con pedazos de terreno que no alcanzan para alimentar a sus familias. Otro
punto concluyente refiere al cambio climático, donde en los últimos años, las
plantaciones de café, frijoles, arroz, calabaza, plátano, maíz se han visto
afectados generando altos niveles de desempleo, junto con afectar la producción
de alimentos. La población rural dedicada a estas labores se ha visto forzada a
migrar fuera de la región y a trabajar como mano de obra asalariada, ya que los
efectos de los fenómenos climáticos se extienden en lo que se conoce como
el “Corredor Seco Centroamericano” (2)
que justamente abarca Guatemala, Honduras, El Salvador y parte de Nicaragua.
Este Corredor Seco, está viviendo una de las
sequías más graves de los últimos 10 años, lo que implica que 3,5 millones de
personas necesiten asistencia humanitaria. La inestabilidad política es,
indudablemente, otro de los puntos a considerar, que obliga a buscar refugio
frente al incremento de bandas, gobiernos corruptos, violencia,
paramilitarismo, narcotráfico, entre otras. A la luz de los informes, la
realidad descrita por los propios migrantes y el análisis comparado con otras
migraciones, la modificación del actual curso de emigración, que deja a los
pueblos campesinos sin su savia nueva, sólo puede tener un cambio modificando
estructuralmente las razones que posibilitan esta migración.
Ello implica por trabajar e impulsar modelos
y sistemas económicos sociales y políticos distintos a los que actualmente
rigen estos países. Terminar con la violencia, las bandas criminales, el
narcotráfico que usa a los países centroamericanos como lugares de
almacenamientos y protección de la droga, que sale de los países andinos
(Bolivia, Perú y Colombia) hacia el mercado norteamericano. Terminar con la
dependencia política y económica, que permite el surgimiento de gobiernos
sometidos a Washington y por tanto sujeto a sus políticas hegemónicas, que
impiden los cambios que permitirían modificar el mapa actual de Centroamérica.
Existen desafíos, sociales, económicos, ambientales, seguridad e
institucionales en los países de origen de los migrantes, que su cambio
impulsaría, no sólo el retorno de parte de su población (voluntariamente no
deportada), sino también impedir, mediante la creación de un clima país
virtuoso, la salida de millones de personas, indispensables para el desarrollo
de sus países de origen.
Centroamérica, y en particular los países del
Triángulo Norte, ha devenido en una subregión con profundas deficiencias y ello
plantea desafíos, no sólo para esas sociedades y sus gobiernos, sino del
conjunto de los países y gobiernos involucrados, además de los organismos
vinculados a este tema, para abordar de manera profunda, estructural los por
qué, las causas y responder con políticas adecuadas, que respeten los derechos
humanos de esa población en forma principal.
1. "La masiva migración irregular que
hemos visto en los últimos meses es una consecuencia directa de la inseguridad
alimentaria, las crisis climáticas, la erosión del tejido social y la falta de
oportunidades económicas en las aldeas y territorios rurales de estos
países", explicó Kostas Stamoulis, Subdirector General del Departamento de
Desarrollo Económico y Social de la FAO en el lanzamiento del Atlas.
2. El Corredor Seco Centroamericano es una
subregión de bosque tropical seco de Centroamérica, compartida por los países
pertenecientes al NCA y Nicaragua (y en menor proporción por territorios en
Costa Rica y Panamá). Se estima que la población de esa zona llega a 10,5
millones de personas, correspondiendo la mayor parte de esta a los países del
Triángulo Norte o NCA (FAO, 2012)
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