|
Miguel
Franjul
Santo
Domingo, RD
Poco
a poco, el coronavirus también ha ido asfixiando a la prensa en aquellos
lugares del mundo abatidos por su fuerza asesina.
Por más que luchan para abrirse paso con noticias actualizadas y orientaciones confiables en la etapa, ¡vaya paradoja!, de más lectoria y consumo de contenidos, los medios impresos y digitales afrontan un real riesgo de extinción en casi todo el mundo.
Muchos diarios han suprimido, por el momento, sus ediciones impresas ante la imposibilidad de reunir el personal de la Redacción que se ocupa de buscar las noticias en la calle y preparar las ediciones, así como a los operarios de los talleres que manejan la producción y tirajes en las rotativas y a los que reparten los periódicos.
Otros han limitado sus ediciones impresas a pocos días de la semana, han disminuido al máximo posible su paginaje por falta de anuncios publicitarios o han perdido suscriptores.
Sin anuncios y sin suscriptores, debido a la parálisis de la vida ordinaria en aquellas sociedades sometidas a cuarentena total para evitar que la gente se contagie y muera, estos diarios no tienen maneras de subsistir.
En esta agonía, y tratando de sobrevivir, recurren a la dolorosa alternativa de suprimir a buena parte de su personal, recortar salarios y costos y dar vacaciones con mínimas compensaciones a sus trabajadores, porque se les agotan los recursos que antes recibían por anuncios y suscripciones.
El camino más expedito para no morir de golpe, es el de publicar sus ediciones en formato digital, aprovechando el superlativo número de usuarios que buscan informarse a través de las redes, pero aun en esta esfera nada está asegurado, porque tampoco llegan la publicidad ni las suscripciones pagadas, estas últimas sus mejores fuentes de oxigenación financiera.
Ninguna de ambas plataformas, la impresa y la digital, es capaz de resistir la asfixia paulatina del coronavirus por largo tiempo.
Por más que luchan para abrirse paso con noticias actualizadas y orientaciones confiables en la etapa, ¡vaya paradoja!, de más lectoria y consumo de contenidos, los medios impresos y digitales afrontan un real riesgo de extinción en casi todo el mundo.
Muchos diarios han suprimido, por el momento, sus ediciones impresas ante la imposibilidad de reunir el personal de la Redacción que se ocupa de buscar las noticias en la calle y preparar las ediciones, así como a los operarios de los talleres que manejan la producción y tirajes en las rotativas y a los que reparten los periódicos.
Otros han limitado sus ediciones impresas a pocos días de la semana, han disminuido al máximo posible su paginaje por falta de anuncios publicitarios o han perdido suscriptores.
Sin anuncios y sin suscriptores, debido a la parálisis de la vida ordinaria en aquellas sociedades sometidas a cuarentena total para evitar que la gente se contagie y muera, estos diarios no tienen maneras de subsistir.
En esta agonía, y tratando de sobrevivir, recurren a la dolorosa alternativa de suprimir a buena parte de su personal, recortar salarios y costos y dar vacaciones con mínimas compensaciones a sus trabajadores, porque se les agotan los recursos que antes recibían por anuncios y suscripciones.
El camino más expedito para no morir de golpe, es el de publicar sus ediciones en formato digital, aprovechando el superlativo número de usuarios que buscan informarse a través de las redes, pero aun en esta esfera nada está asegurado, porque tampoco llegan la publicidad ni las suscripciones pagadas, estas últimas sus mejores fuentes de oxigenación financiera.
Ninguna de ambas plataformas, la impresa y la digital, es capaz de resistir la asfixia paulatina del coronavirus por largo tiempo.
Salvo que se encuentren fórmulas mediante las cuales los Estados provean algún tipo de subsidios o préstamos en condiciones excepcionales, como las que se están otorgando a distintas instituciones de servicio público (y el periodismo es una de ellas), los periódicos no tienen otras fuentes sostenibles para cumplir su invaluable papel de informar y brindar conocimiento a la ciudadanía.
Es esta la peor y más trágica disyuntiva que ha afrontado la prensa libre e independiente en la historia moderna. Lo que nunca morirá, puede darse por seguro, es el periodismo, cuya misión va más allá de las noticias, porque su naturaleza es ser ojos, oídos y voz de las sociedades y guardián de sus mejores y más caros intereses.
Ese es el único antídoto eficaz contra el coronavirus asesino que hoy trata de matarnos. Luchemos para que jamás tengamos que escribir su epitafio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario