Por Ilka Oliva Corado
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Pero, ¿qué tiene de malo que una mujer
tenga el cuerpo rollizo? Me preguntaba yo en la edad del desarrollo. Me lo sigo
preguntando ahora. Nunca fui delgada, al contrario, siempre fui rolliza. Pero
cómo no serlo con el trabajo físico de todos los días en la casa y con la
hielera de helados. Subir y bajar el bulevar principal de Ciudad Peronia,
después su subidona de la calle donde vivíamos y todo esto siempre cargando
algo, ya fuera la hielera, los costales de afrecho, los costales de comida que
me iba a recoger al mercado para los cochitos, todas lo que tiraban quienes
vendían frutas y verduras. Pero la hielera, esa hielera que pesaba más que yo
misma. Rajar leña, acarrar agua. ¿Por qué no iba a tener el cuerpo rollizo? Si
los músculos del cuerpo que se utilizan crecen, si se ejercitan crecen y el
trabajo físico es una forma de ejercicio.
Raras veces usé vestido porque en realidad
no me gusta usar vestido, siento como que ando desnuda, no puedo
caminar a mis anchas, me siento maneada pero además de eso no había dinero para
vestidos, la única mudada con la que crecí era un pantalón que combinada con
dos playeras, todo era de lavar y poner, poner y lavar, lavar y lavar, o como
se diga. La cosa es que esa muda se quitaba y se lavaba y era la que uno se
volvía a poner porque no había más. Montón de veces me tocó ponerme la ropa
mojada porque entre el trajín del trabajo no daba tiempo de lavarla de día, se
lavaba en la noche y en la madrugada a ponérsela para empezar el día.
Una pantaloneta por ahí ya después con los
años pero es que lo de los vestidos no apareció en el panorama. Y se fue
quedando como una prenda de ver puesta a otras adolescentes, tanto que para el
día de mi confirmación me obligaron a ponerme uno que no era
mío y a rastras me tocó ir a misa, me miraba en aquel
gran gabán y sentía que no era yo la que estaba ahí dentro ahogándose.
Me acostumbré a no usarlos, tanto que
cuando uso uno es una experiencia siempre muy rara. Al igual que maquillarme,
no me maquillo seguido por las mismas razones, siento que cargo una gran pasta
de saber qué en la cara y a los veinte minutos me la quiero quitar. Ni qué se
diga de usar escotes, pantalonetas cortas sí, son mi mero mosh pero los escotes
no tanto.
Pero lo disfruto siempre porque es como
usar una máscara, usar vestido para mí es como usar una máscara, ver desde
dentro hacia fuera sin que me vean, rara esa sensación.
Y por supuesto, nunca me molestó que me
dijeran “brazos de tortillera” porque las personas que hacen tortillas trabajan
duro, se levantan temprano y son las horas y no se van a descansar, ya
quisieran muchos tener esos brazos. Solo que con la salvedad que los míos no
son de tortillera, son de heladera y me siento orgullosa de mostrarlos, así rollizos,
envejeciendo con los años. Si fueran de tortillera también los mostraría con el
mismo orgullo.
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