Por Ilka Oliva Corado.
Ayer por la mañana coseché los primeros rábanos tiernos.
Parecían jocotes tronadores al morderlos. Me tocó sacarlos antes de tiempo
porque los animalitos ya se los estaban empezando a comer. El primer año que
coseché, no hombre yo bien feliz de la vida viendo crecer aquellas grandes
hojotas, para cuando según yo era tiempo de cosecharlos no había nada abajo, no
sé cómo se pudieron sostener las hojas y los tallos durante tanto tiempo si los
animalitos se habían comido los rábanos, apenas pude cosechar uno, eso sí,
galanón. Ese día lloré de la risa con mis hojas y mi rábano en la mano, porque
los animalitos me habían dado vuelta y media.
Y así es todos los años, una especie de juego
de ver si unos se comen los frutos primero o la otra los cosecha
antes. Mi parcelita rentada es pequeña, más que todo la sigo cultivando por la
necedad de mantener la raíz campesina de mis abuelos, maternos y paternos.
Siembro al estilo de Jutiapa, en surcos. Está el surco de chile dulce, chile
chiltepe, de tomate, remolacha, milpa, ocra, ayote, pepino, sandía. Claro está
que es más la bulla, qué diera yo porque todas las semillas germinaran y
aquello fuera una de frutos de todos colores. Pero el clima no ayuda tanto,
vivo en una ciudad en la que el verano aparece cuando se le da la gana y
también cuando se le da la gana se va. Pretextos quiere la vida…
La parcelita está ubicada en un lugar no tan estratégico
y recibe mucha sombra de las ramas de un arce, es lo que hay y se hace lo que
se puede. Lo que se logre cosechar es bienvenido. Pero el proceso de preparar
la tierra es fascinante, hacer los surcos y sembrar. Luego ir a la parcelita
día a día a disfrutar de las semillas germinando, de las hojas mojadas cuando
se riega. También de los dolores de cabeza tratando de sacar los pajaritos que
se meten no sé cómo y no logran salir de la malla contra aves y venados. Por
donde vivo hay muchos venados entonces la parcelita tiene que estar cercada.
Pero las que hacen de las suyas todo el tiempo son las ardillas y unos
animalitos familiares de las ardillas a los que les llaman ardillas
listadas.
A veces al final de verano termino cosechando tres
tomates y dos chiles, porque lo demás se lo disfrutaron los animalitos, pero
está bien, ellos también necesitan comer. Este año sembré frijol y fue lo
primero que se comieron. Después siguieron con los rábanos. Me dijeron que
sembrara ajo alrededor porque no les gusta el olor y los arrancaron todos, los
condenados. Tres veces fui y los volví a sembrar hasta que me di por vencida,
ganaron ellos.
Los dos años que la parcelita dio frutos al por mayor fue
cuando sin querer sembré una mata de hierbabuena en medio y se hizo la gran
parra, me dijeron que el olor no les guste a los animalitos entonces no se
acercaron mucho. Este año la transplanté, entonces entran y salen y se llevan
lo que quieren, me recuerdan mi infancia, cuando nos íbamos con los patojos a
cortar jocotes a los palos de las fincas de la aldea y nos sacaban a
machetazos. No hombre, nosotros allá arriba entre las ramas bien a
gusto dándoles con las dos manos a los jocotes cuando llegaban los
dueños con machete en mano, de esa altura pegábamos los brincos y
patas para qué te quiero a correr sin parar hasta llegar a la cuadra, sin ni un
solo jocote, todos los habíamos dejado tirados en el camino y las
canillas choreando sangre, de tanto cerco de alambrado que nos habíamos saltado
y ni cuenta nos habíamos dado.
Entonces, ¿quién soy yo para pelear con los animalitos
porque se meten a la parcela a darle diente a lo que encuentren sembrado? Al
contrario, me divierten por chispudos e ingeniosos.
Hoy me almorzaré las hojas de rábano.
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