Se agotan las remesas
Y florece el desempleo
Por Francisco Gómez Maza
El sueño americano está convirtiéndose en
pesadilla para millones de mexicanos que emigraron de sus comunidades, pueblos
y ciudades en busca de una vida menos oprimida por la pobreza material en los
Estados Unidos.
En condados, ciudades, pueblos y el campo
de la potencia mundial, aún racista y excluyente, viven y trabajan unos 38
millones de los llamados “paisanos”, que se fueron un día, y cruzaron la
frontera marcada por el Río Grande o Río Bravo por las buenas o por las malas,
con pasaporte y visa o sin ningún documento, caminando por el desierto. La
libraron y se establecieron en El Otro Lado, en algún pueblo lejos de la vista
de la Migra y ahí vendieron su fuerza de trabajo.
Pero ahora apareció el Covid-19 y millones
se quedaron paralizados, sin trabajo y sin esperanzas, y varados. El SARS-CoV-2
les arrebató el empleo y la posibilidad de continuar siendo el principal apoyo
de la familia que dejaron en muchos pueblos y comunidades de México que,
inclusive, florecieron gracias a los dólares que les enviaba el padre, el
esposo, el hijo, dese algún lugar a donde fueron, como gambusinos, en busca de
los dólares.
Hasta hace un par de meses aún brillaban
intensamente las cifras del ingreso a México de divisas, gracias a las remesas
que mexicanos, que viven y trabajan en suelo estadounidense, envían (enviaban)
a sus familiares.
Pero todo se nubló. Todo cambió, todo empobreció
y desaparecieron las filas de mexicanos que, en cualquier pueblo o ciudad
mexicana, se forman cada mes o cada quincena para cambiar sus dólares por pesos
mexicanos, dólares que recibían religiosamente del esposo o del hijo o la hija,
desde cualquier lugar de los Estados Unidos.
Así, la vida cambió sin dólares. La
pobreza empezó hacer presa de miles, y yo diría que de millones que dependen de
las remesas que les envían sus familiares para sobrevivir, e incluso para
formar un patrimonio, tener un gran desahogo económico y elevar sus niveles
materiales de vida. Pero ahora, por lo pronto, sólo respiran la incertidumbre
en la pobreza de antaño.
Ya no llega la cantidad de dólares que
llegaba a los hogares mexicanos, que ayuden a seguir viviendo con cierta
holgura, o llegan muy pocos. Obvio. Las mayorías de quienes los envían, desde
diversos lugares de los Estados Unidos, están parados y varados, porque ni
tienen empleo, ni tienen ingresos, ni tienen ahorros; ni pueden marcharse para
regresar a sus pueblos. Muchos regresarían con una mano adelante y otra atrás,
como se dice coloquialmente. Deben los servicios y el alquiler del lugar
donde viven, más bien donde duermen.
De acuerdo con los organismos financieros
mundiales de la Organización de las Naciones Unidas (principalmente el Banco
Mundial), las remesas caerán este año de 2020, no obstante que los mexicanos en
Estados Unidos batieron récord, en marzo pasado, cuando enviaron cuatro mil
millones de dólares, flujo reducido al mes siguiente, pero recuperado en mayo.
En esos meses, las remesas fueron el principal ingreso del país en plena
pandemia.
Sin embargo, mucho de ese dinero procedió
de emigrantes que cobraron generosos pagos de desempleo del gobierno
estadounidense. O sea que no es únicamente producto de las jornadas de trabajo,
lo que indica que las familias de los emigrados en Estados Unidos lo resentirán
fuertemente. Ya lo empezaron a resentir.
Más cuando los apoyos por desempleo del
gobierno estadounidense finalicen en los próximos meses
Y no debemos olvidar que los ingresos más
sustanciales, en la cuenta corriente en balanza de pagos del Banco de México,
son recursos que los mexicanos en el exterior envían primordialmente del
mercado estadounidense. porque el país depende, desde hace mucho, de ese dinero:
los ingresos por remesas son más copiosos que los que generan las exportaciones
de petróleo o el turismo extranjero.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario