Por Ollantay Itzamná
Toda la riqueza que acumularon las rancias
oligarquías racistas de las repúblicas criollas es gracias a las tierras
despojadas a indígenas y a la explotación en situación esclavitud de indígenas
y campesinos. ¿Qué es lo que recibimos del Estado a cambio de todo eso? Más
despojo, miseria y muerte.
El pasado 17 de julio, el Presidente de
Guatemala, Alejandro Giammattei, en el Municipio de Comalapa, en una reunión
formal con autoridades indígenas del lugar, acusó a las y los indígenas de “no
pagar impuestos y pedir hospitales”, “mentirosos”, “calumniadores”…, al límite
que el canal oficial del Estado cortó la transmisión en vivo que realizaba ante
el descontrol visceral del mandatario.
¿Es verdad que familias indígenas no
aportan a las repúblicas bicentenarias?
Fueron las familias y pueblos indígenas
que sostuvieron con sus impuestos y fuerza laboral al sistema de la Colonia
española por tres siglos.
Fuimos y somos los pueblos indígenas que
financiamos con nuestros impuestos a las nacientes repúblicas. ¿Acaso los
fundadores de las repúblicas no restauraron el pago de los impuestos indígenas,
abolida por la Constitución de Cádiz, 1812, desde el momento de la firma de su
mal llamada “Independencia”? ¿Acaso las sublevaciones indígenas no fueron por
el abusivo cobro de impuestos?
Es más. En el caso de Guatemala, y el
resto de los países de Abya Yala, las diferentes revoluciones liberales del
siglo XIX, despojaron las tierras colectivas de los pueblos indígenas para
transferirlo en propiedad privada a los mestizos y europeos para el
emprendimiento de las fincas agrícolas (café en el caso centroamericano).
En Guatemala, para 1850, más del 60% de
las tierras de cultivo estaban registrados como propiedad colectiva de pueblos
indígenas. Eso fue despojado por el Estado durante la Revolución Liberal. Casi
con todas las revoluciones liberales, en los países de la región, hicieron lo
mismo.
Las familias indígenas, una vez despojados
de sus tierras, fueron obligados por Ley a trabajar como colonos en las
haciendas agrícolas, en situación de servidumbre. Esto se mantuvo jurídicamente
hasta mediados del siglo pasado.
Toda la riqueza que acumularon las rancias
oligarquías racistas de las repúblicas criollas es gracias a las tierras
despojadas a indígenas y a la explotación en situación esclavitud de indígenas
y campesinos. ¿Qué es lo que recibimos del Estado a cambio de todo eso? Más
despojo, miseria y muerte.
¿Quiénes son los mayores consumidores en
los mercados nacionales?
Incluso despojados de nuestros
territorios, y obligados al trabajo forzoso para los finqueros, jamás dejamos
de pagar impuestos. Compramos un pan, o una libra de azúcar, o sal, el impuesto
al valor agregado (IVA) lo pagamos en silencio… Aunque cuando vendemos nuestros
productos jamás recibimos el impuesto correspondiente, y lo vendemos al precio
que deciden las grandes empresas.
En los países centroamericanos, ¿Acaso las
economías no se mueven gracias a las remesas que indígenas y campesinos
migrantes envían desde los EEUU?
Los beneficiarios de las bicentenarias repúblicas
criollas jamás nos reconocieron a las y los indígenas como seres humanos. Mucho
menos como ciudadanos. Por eso ellos, cuando un indígena levanta la cabeza y
les habla de igual a igual, develando sus miserias morales, nos maltratan como
si fuésemos la escoria social.
Es una constatación que para las élites
gobernantes de los estados republicanos el indígena “bueno” es el indígena
muerto. Indígena que intente ser sujeto o ciudadano, irremediablemente está
condenado a ser humillado/anulado.
Dos siglos después de estar intentando ser
reconocidos como ciudadanos en un Estado criollo etnofágico nos enseña que
nuestro camino ineludible es la reconstitución de nuestros territorios para
ejercer nuestra autonomía solidaria. Y esto sólo es posible si desmontamos los
podridos estados criollos y nos atrevemos a pensar y construir estados
plurinacionales con autonomías territoriales. Para ello necesitamos que todos
los pueblos y sectores subalternos nos constituyamos de facto en sujetos
sociopolíticos colectivos, con instrumentos políticos propios.
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