Por Pablo Jofre Leal
Se acercan las elecciones presidenciales en
Estados Unidos y con ello, como suele ser habitual, la posibilidad que estalle
una nueva guerra, la intensificación de otras, alguna agresión vía un atentado
directo o de bandera falsa.
Ese es el panorama que amenaza a algunos países
del mundo: Irán, Venezuela, Corea del Norte, Rusia, China, principalmente,
enfrentados a la administración Trump y la política belicista características
de los gobiernos norteamericanos. Una realidad con hechos concretos,
implementados y con efectos visibles tales como: la intensificación de
sanciones contra los mencionados gobiernos y pueblos, catalogados como un
“peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos” o como “una amenaza inusual” con acciones violatorias del
derecho internacional. Sumando, además, el apoyo que otorga Washington a los
crímenes sionistas contra el pueblo palestino y la Monarquía saudí contra el
pueblo de Yemen.
En el caso específico de la llamada “política de
máxima presión” contra la República Islámica de Irán, esta es una de las líneas
centrales de la política exterior estadounidense, implementada al amparo de la
violación por parte de la Casa Blanca, del Plan Integral de Acción Conjunta
(Jcpoa por sus siglas en inglés) que el pasado 14 de julio cumplió 5 años
desde su firma en Suiza. Máxima presión que implica sanciones económicas,
tecnológicas, financieras, sanitarias, congelamiento de bienes de la nación
persa y la amenaza de impedir el levantamiento de las sanciones en el campo
militar, que debe terminar el próximo mes de octubre pero que en manos de Trump
se ha convertido en una presa electoral para satisfacer al complejo
militar-industrial, que necesita para su desarrollo y posibilidades de venta de
armas, que el mundo esté en constante desestabilización.
Lo sintomático, es que además de las sanciones
unilaterales que lleva a cabo contra Irán, Estados Unidos impulsa que sus
aliados, en específico los países europeos firmantes del Jcpoa: Francia, Gran
Bretaña y Alemania también se sumen a esa política de máxima presión, so pena
de sufrir ellos también las medidas coercitivas de una administración
cuestionada internacionalmente por el asesinato del teniente general Qasem
Soleimani Comandante de las fuerzas Quds del Cuerpo de Guardianes de la
Revolución Islámica (CGRI) asesinado en territorio iraquí por misiles lanzados
por fuerzas estadounidenses estacionadas en bases militares del país árabe, que
recibieron la respuesta contundente de Irán como represalia ante ese crimen.
En el caso de la Federación Rusa, la presión
contra la nación euroasiática se expresa de múltiples formas, donde la más
peligrosa es la militar. Esto, a través de la exigencia que hace Washington a sus socios europeos,
agrupados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), para que
aumenten el gasto de su PIB al 2% antes del año 2024 y que posteriormente se
incremente hasta un 4%. Ya 15 países de un total de 29 que conforman la Unión
Europea han señalado que subirán su porcentaje del PIB como lo demanda Estados
Unidos. Esto, con el objetivo de fortalecer a la OTAN que implica,
medularmente, el aumentar la compra de armas, equipos y sistemas de seguridad
estadounidenses. Trump ha sido categórico con los países europeos, en
obligarlos a asumir ese mayor costo económico, incluso con la decisión de
disminuir, un porcentaje importante, los efectivos militares estadounidenses
acantonados en Alemania, que implica pasar de 35.400 tropas a 25.000 soldados,
que serían trasladados a Polonia, parte de la estrategia de presión contra
Rusia.
Lo consignado es un objetivo planteado, sin
remilgos, por el jefe del Pentágono, Mark Esper, quien ha hecho llamados
permanentes a sus socios europeos, para fortalecer la OTAN con el objeto de
“disuadir a Rusia y así potenciar a nuestros socios como esperamos” Objetivo
que implica la mejora de las capacidades de combate de la OTAN que debe
asegurarse con la contribución de la menos el 2 por ciento de su Producto
Interior Bruto destinado a la defensa Hemos progresado mucho en eso en los
últimos dos años, pero hay que hacer más” afirmó Esper, quien no ha escatimado
esfuerzos por conseguir que el cerco contra la Federación Rusa se incremente, a
través de fronteras militarizadas y el esfuerzo destinado a lograr un
enfrentamiento más directo entre Rusia y Ucrania a través de provocaciones
territoriales y suma de sanciones apelando al supuesto apoyo de Moscú a los
movimientos separatistas del este ucraniano – que en un 90% son rusoparlantes-.
Pencer, como secretario de defensa de Trump ha
delineado una política que contempla tanto a la Federación Rusa como a la
República Popular China, como peligros para Estados unidos y el mundo “Cada vez
está más claro que Rusia y China quieren perturbar el orden internacional
mediante el veto de las decisiones económicas, diplomáticas y de seguridad de
otros países” En el caso específico de la nación norteamericana, Pencer
consigna que los gobiernos de Putin y Xi Jinping son un peligro para la
defensa, economía y seguridad y que tal peligro debe ser contrarrestados. China
es considerada un peligro en materia comercial y tecnológica, lo que explica
las decisiones contra la empresa Huawei, las acusaciones de guerras
cibernéticas que Beijing habría impulsado contra Estados Unidos y la guerra
arancelaria y económica iniciada por Washington desde junio del año 2018.
En la misma zona asiática, con relación a
Norcorea, Estados unidos incrementa su presión militar enviando aviones espías,
al mismo tiempo que trata de mostrar una cara amable, llamando a un diálogo al
Gobierno de Kim Jong-un que ha resultado vano. Como apoyo a esta política de
presión contra Corea del norte, Washington se vale también de Gran Bretaña, que
para no ser menos, a principios de julio colocó en su lista negra de personas y
entidades sancionadas, a la Oficina del Ministerio de Seguridad del Estado y la
Oficina Correccional del Ministerio de Seguridad Popular haciéndose parte de la
política hostil del Gobierno de Trump.
Un conflicto que también tiene elementos de
tensión militar, sobre todo cuando la referencia es el Mar de la China, al
Península coreana y las presiones que Washington ejerce con ayuda de sus
aliados de Australia, Japón y Corea del Sur, fundamentalmente y lo apoyos de
Washington a los grupos opositores en Hong Kong, acusando a China de afanes
expansionistas y de acosar a la región administrativa especial mediante la
imposición de una ley que castiga los actos considerados de sedición lo que
determinó que Washington le quitara a Hong Kong, el tratamiento preferencial en
materia económica.
Beijing contesto, a través del Embajador de China
en Estados Unidos Cui Tiankai, quien señaló “Washington debe reconocer la
realidad de una China fuerte donde tenemos el derecho legítimo de convertir a
nuestro país en un estado modernizado, fuerte y próspero, como cualquier otra
nación del mundo…¿Está EE.UU. listo o dispuesto a vivir con otro país, con una
cultura muy diferente, un sistema político y económico muy diferente (...) en
paz y cooperar en los numerosos desafíos globales que siguen creciendo?”
interrogante que aún no tiene respuesta pero que visualizó negativa, sobre todo
porque la estrategia electoral del equipo de Trump ha elegido tomar dos focos
de ataque. Joe Biden y Beijing, en forma principal y a rusia, Venezuela e irán
como segundo foco en aras de conseguir apoyos a un régimen con baja adhesión d
ela ciudadanía.
Con relación a Venezuela esa política de máxima
presión referida, ha tenido diversos cuadros que muestran a Washington de
derrocar al gobierno el presidente Nicolás Maduro, “castigar” a su población,
ejecutar acciones que implican operaciones militares a cargos de mercenarios y
desertores del ejército venezolano, además de ampliar en forma absolutamente
brutal, el embargo, las sanciones e incluso propiciar el robo de los recurso
financieros venezolanos en el extranjero como ha sido los 1.200 millones de
dólares en oro (31 toneladas) que se suponían resguardados en una entidad
financiera británica. Recordemos que en marzo de este año, coincidente con el
aniversario del fallecimiento del comandante Hugo Chávez Frías, Trump ordenó,
por quinto año consecutivo, el renovar el decreto que signa a Venezuela como
“una amenaza inusual para Estados unidos. Un decreto que tuvo su origen en el
gobierno del ex presidente Barack Obama. Mostrando con ello que la supuesta
diferencia en política exterior entre republicanos y demócratas es simplemente
una fábula.
Para su labor contra la nación sudamericana,
Estados unidos se vale del apoyo de regímenes incondicionales, como es el caso
del Gobierno de Boris Johnson, que aupado por la propia justicia británica, ha
expoliado el depósito en oro, que el gobierno venezolano mantiene en el Banco
de Inglaterra, argumentando reconocimiento al autoproclamado Juan Guaidó y con
ello una potestad espuria sobre bienes venezolanos. Tal como lo señalé en el
artículo Gran Bretaña y su esencia de Bucanero, publicado en
el portal segundo paso.es, ha quedado en evidencia que “La Isla Europea da
muestras que su monarquía Constitucional, el gobierno presidido por el
conservador Boris Johnson y esta monserga de supuesta defensa del modelo
occidental de la democracia, el respeto a la legalidad internacional tiene
comportamientos similares e incluso superiores, en niveles de delincuencia, que
su primo estadounidense”.
Debemos estar alertas, nada bueno se puede
esperar de una política estadounidense basada en la agresión, en la búsqueda de
sometimiento y menosprecio a la soberanía de los pueblos. Nada positivo es
posible esperar de un Gobierno, que pretende contender su crisis sanitaria,
económica y social, apelando a la agresión contra aquellos países que se
levantan con dignidad e independencia. Un mundo, que a través de algunas
naciones, ha decidió dar lucha a un imperialismo a la baja, con una hegemonía
que no resiste el ímpetu de numerosos pueblos, que reclaman un lugar
preponderante en el escenario mundial, no en base al poderío impuesto, sino con
relaciones internacionales donde las mismas leyes, que nos hemos dado como
pueblos, se cumplan. No es utópico pensar en ello, está establecido, es el
marco legal que nos rige pero hemos “dormido el sueño embrutecedor, de un
imperialismo que actúa como el opio, como una droga que paraliza y ciega.
La unilateralidad estadounidense exige nuestro
objetivo de multilateralismo. La agresión exige un frente común y develar, que
aquellos que se jactan de su tipo de democracia, son simplemente embusteros,
corsarios, piratas y violadores de las leyes internacionales, que suelen exigir
su aplicación cuando se trata de otros, pero negarse acatarla cuando su
intimidación, sus violaciones son desnudadas. Hoy, más que nunca, a pocos meses
de las elecciones presidenciales en estados unidos, debemos estar atentos al
lobo que se viste con piel de cordero.
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