Por Ilka Oliva Corado
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Anoche llovió y la alborada tenía
impregnado el olor a tierra mojada, hojas frescas y a chiliguas en flor. Las
chiliguas son las flores de mi infancia, la raíz de mi Comapa natal, su aroma
me trae el recuerdo de los guatales, las casas de adobe y el polletón de mi
abuela. Sus manos palmeando la masa al medio día en aquella cocina lejana que
en el paso de los años añeja en mi memoria el olor a atol shuco y a café de
máiz hirviendo en el batidor.
Aquí se llaman Lantanas, y
hay en varios colores. En Guatemala solo conocí las rojas y las rosadas.
Siempre comí sus fritos negros y rosados.Anoche llovió y las hojas frescas de las chiliguas en flor inundaron con su aroma mi estudio-habitación. En donde no cabe un lienzo más, donde está mi pelota de voleibol, mis raquetas de bádminton, mi pelota de fútbol, el puro a medio fumar y los botes de pinturas. Las ramas secas de la lavanda y un puñado de cincos sobre una hoja de tusa que junto a la semilla de un encino descansan a los pues del quinqué azul en mi escritorio.
La mañana huele a chiliguas, que es como que oliera a los zacatales galanes de mi Comapa natal.
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