Por Moisés Absalón Pastora
Permítanme salirme un poco de esos temas que nos son tan comunes
como lo político, lo económico y lo social, para hablar de nosotros como seres
humanos y que independientemente de cómo pensemos debemos meditar y reflexionar
sobre la responsabilidad que tenemos en la familia y en la sociedad.
Hoy por hoy estamos viviendo días sumamente difíciles. La pandemia
que afecta al planeta nos cambió la vida a todos los terrícolas y no sabemos a
ciencia cierta cuánto tiempo tomará esto porque, además de que no hay vacuna
contra el COVID-19, tampoco existe una idea clara de esta amenaza y lo único
que sabemos es que mata y que cuando toca a un ser querido y éste es llevado a
un centro hospitalario, donde estará batallando aislado, posiblemente lo
estaremos viendo por última vez porque ni siquiera podremos ir a enterrarlo
pues como lo dicta el protocolo en estos casos va del lecho de muerte
directamente al cementerio dentro de un ataúd totalmente sellado a ser
inmediatamente sepultado.
Soy enemigo de la fatalidad y me jacto de ser una persona muy
positiva, pero también soy muy pragmático y sé que estamos frente a una amenaza
que, aunque hasta hoy nos golpea menos que a otros, no nos deja de golpear y
nos va a dejar de golpear y a pesar de las sabias decisiones tomadas por el
gobierno en Nicaragua, para amortiguar el impacto del COVID-19, y del
reconocimiento a ese trabajo que se hace desde cualquier cantidad de frentes
para disminuir los efectos de la pandemia, de la aceptación de la infraestructura
hospitalaria que tenemos y a la capacidad profesional de nuestros recursos
humanos, hechos por la Organización Mundial de la Salud y hasta del mismo Fondo
Monetario Internacional, el riesgo por un contagio está en cualquier parte y
evitarlo está únicamente en nosotros.
He escuchado testimonios desgarradores de gentes que mandaron en
ambulancia a familiares sumamente cercanos o con las precauciones del caso los
llevaron en sus propios medios a los hospitales y simplemente no los volvieron
a ver más porque la peste los complicó y se fueron al viaje sin retorno.
Muchas de esas personas que perdieron a sus familiares hasta que les
quedó un inmenso vacío en el corazón y experimentaron en carne propia lo serio
de esta pandemia comenzaron a predicar sinceramente sobre la rigurosidad que
debemos tener para cuidarnos, para tomar nota que de nuestra responsabilidad
depende cohabitar con el COVID-19 Y de nuestra inmadurez que la peste nos pase
una factura letal.
Es triste perder aun esposo, esposa, padre, madre, hermano o primo.
Gracias a Dios tengo hasta hoy, y pido que así sea, a toda mi familia sana, por
lo menos de esa amenaza del COVID-19, pero este fin de semana perdí a dos
amigos y ando algo feo y asfixiante en mi corazón porque eran amigos muy queridos
y aunque no determinaron en ellos el virus sí eran enfermos crónicos y tras ser
internados por neumonía y ser vencidos por la muerte, les aplicaron lo que
manda el protocolo para estos casos, los embalaron, esperaron solo la caja que
salió sellada del hospital y ambos directo al cementerio con apenas un familiar
que de larguito solo constataron que los enterraron y se acabó.
Esta escena se repite muy frecuentemente por el mundo y aquí conozco
el caso de un amigo, que perdió a cuatro seres queridos de su familia en Miami
y ese amigo, que vive en Nicaragua, es hoy desde un medio de comunicación un
abanderado de la lucha contra el COVID-19 e insistentemente no cesa en llamar a
la responsabilidad que cada ciudadano debe tener frente a la amenaza porque
este no es un tema solo del gobierno, es también de los gobernados, sin
distingo de colores políticos, ideológicos, religiosos, de condición social o
posición económica porque esta peste le parte la vida al que se descuida, sea
quien sea.
Cada país trata esta amenaza pandémica de diferentes formas, desde
la magnitud en que han sido impactados y de acuerdo a la fase en que se
encuentran siguen las recomendaciones de la Organización Mundial de la salud,
porque hasta hoy no hay fórmulas científicas ni administrativas que la detengan
y la única arma que tenemos, mientras no aparezca una vacuna, lo cual hasta
ahora es un asunto incierto, es lo que depende de nosotros mismos y entre esas
recomendaciones que son universales están las siguientes.
Lávese las manos frecuentemente con agua y jabón preferentemente o
con un desinfectante a base de alcohol. Esta es la primera de todas las medidas
porque hasta hoy es la auténtica vacuna conocida, sin embargo, esta acción que
te puede salvar la vida es considerada obsesiva por algunos irresponsables que
creen que se trata de una broma.
Al toser o estornudar, cúbrase la boca y la nariz con el codo
flexionado o con un pañuelo es otra recomendación, pero hay salvajes que hasta
te escupen intencionalmente en la cara como fue un caso conocido en PriceSmart,
en el que un golpista identifica en el Chef Nelson Porta a un sandinista y
entonces tose en la cara, acción que generó la inmediata y furibunda reacción
del maestro culinario ante un acto vulgar que para mí es de carácter criminal.
Usted debe mantener al menos 2 metros (6 pies) de distancia entre su
persona y los demás siendo este un tema difícil porque si esto no se observa y
en una fila alguien estornuda tenga la plena seguridad que usted va a salir
pringado y de una gotita puede salir toda una estampida de COVID.
A mí francamente me cuesta, pero poco a poco estoy logrando no
tocarse los ojos, la nariz y la boca, la cara integralmente hablando, porque
nuestras manos tocan muchas superficies que pueden estar contaminadas con el
virus y por eso me alegra que observo cada vez con más conciencia a los
establecimientos comerciales donde se generalizan los lavatorios improvisados,
los guardas echándonos alcoholgel y hasta abriéndonos las puertas para que no
nos contaminemos.
Use mascarillas si anda en la calle o caretas si lo prefiere. Ahora
hay para todos los gustos y en cantidades navegables que están por todos lados
y a todo tipo de precios. Hay gente, indudablemente muy ignorante, que cree que
andar con la nariz y la boca tapada es ridículo, pero saben qué, es mejor que
te cubra el rostro una mascarilla que siete cuartas de tierra lo hagan con tu
cuerpo.
Si tiene fiebre, tos y dificultad para respirar no esperes estar en
una condición crítica para buscar el centro de salud de tu barrio más si tu
condición es la de un paciente con padecimientos crónicos.
Se franco con tu médico a la hora que te pregunte sobre los últimos
contactos que tuviste antes de presentar los síntomas porque de tu sinceridad
podría depender la salvación de muchísimas personas.
Aunque el tema del COVID-19 te tenga hasta la coronilla mantente
informado sobre las últimas novedades en relación con la pandemia porque eso
dará poder a tu sanidad y rechaza toda esa distorsión que emanada de las
lombrices digitales pretenden atiborrarte con mentiras para desatar en ti el
miedo porque a través de él te tumbaran tu sistema inmunológico que es lo que
al final te deja expuesto a los ataques de la peste.
Los nicaragüenses somos vencedores de muchísimas adversidades y
hemos sufrido en carne propia cosas peores que el COVID-19 y de esta vamos a
salir victoriosos porque tenemos armas que no tienen otros con las que luchar y
lo haremos sin dejar morir al país, sin condenar al hambre al que vive del
diario, sin obligar a los empresarios a pagar salarios que no pueden, sin
quebrar los negocios, sin cerrar el gobierno y sin privatizar la salud.
Nos corresponde entonces cuidarnos, asumir la inmensa
responsabilidad, qué, como ciudadanos, en defensa de nuestra propia familia y
de nuestros intereses, tenemos. Demos un portazo en mitad de la nariz a las
lombrices digitales que nos quieren enfermar y que desde la miseria politiquera
que les caracteriza lo que pretenden es que bajemos la guardia para facilitar
el macabro ataque de un imperio que sin fuerza moral quiere cuestionar el éxito
que aquí hemos tenido contra una pandemia que en el propio suelo de la
pesadilla americana es el criadero del COVID-19.
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