Por Katu Arkonada
El Domingo 3 y lunes 4 de mayo de 2020. En
plena pandemia mundial, 3 grupos de mercenarios entran en aguas territoriales
venezolanas provenientes de la Guajira colombiana.
En total, más de 50 mercenarios
venezolanos y 2 estadounidenses: Luke Denman y Airan Berry, del grupo 10 de las
Fuerzas Especiales de los Estados Unidos, y con varios tours en Irak durante
los años posteriores a la invasión y ocupación.
Una de las embarcaciones es interceptada
por patrulleros y helicópteros de combate, resultando muertos 8 mercenarios y
siendo incautadas lanchas rápidas, armas de gran calibre, vehículos con
ametralladoras instaladas y telefonía satelital, en una operación al parecer
financiada por el narcotráfico.
Al mismo tiempo, se hace público un vídeo
donde el capitán Nieto Quintero, egresado de la Escuela de Formación de
Oficiales (Efofac) de la Guardia Nacional y Jordan Goudreau, dueño de la
empresa de seguridad Silvercorp, con sede en Florida, y que proporciona
contratistas militares, se atribuyen la operación y afirman que la acción
paramilitar fue acordada con el líder opositor Juan Guaidó, mientras muestran
un contrato que lo confirma.
No, no es la última película de Netflix,
sino una operación real que acaba de suceder en Venezuela y donde los dos ex
boinas verdes al parecer serían parte de la asesoría de seguridad de Donald
Trump, que difícilmente, por acción u omisión, podría no estar enterado de lo
que iba a suceder en territorio soberano venezolano.
De lo que no cabe ninguna duda es de la
implicación de agencias de inteligencia de Estados Unidos, especialmente de la
DEA, así como del gobierno colombiano, pues uno de los mercenarios abatidos, el
capitán Robert Colina, era responsable de un campamento paramilitar en suelo
colombiano, denunciado varias veces por el gobierno venezolano incluso
ofreciendo públicamente la ubicación GPS de varios de estos campamentos, sin
que el gobierno de Duque tomara ningún tipo de medida contra estos campamentos.
Además, hay sospechas de que Colombia pudiera haber liberado algunos presos
acusados de narcotráfico que habrían tomado parte en la operación, como Elkin
Javier López Torres, alias "La Silla" o "Doble Rueda",
apodado así por haber sido objeto de una balacera que le dejó en silla de
ruedas. La Silla es responsable de la masacre del Rodadero en Santa Marta,
Colombia, conocido por descuartizar y dejar en bolsas de basura a sus víctimas,
y ha sido identificado como el anfitrión de los mercenarios en una finca en
territorio colombiano días antes de partir por mar a Venezuela.
Por si fuese poco siniestra esta historia,
otro personaje clave parece haber sido JJ Rendón, quien ha reconocido ser parte
de un comité estratégico para promover el derrocamiento de Maduro, y que esta
operación está ligada con el bloqueo económico y las sanciones.
Finalmente, además de Estados Unidos, la
DEA, Colombia y JJ Rendón, el otro actor fundamental en esta trama han sido las
milicias bolivarianas, una de las principales herencias de Chávez, que dijo que
el pueblo venezolano era un pueblo pacífico, pero no desarmado. Unas milicias
que han permitido, junto al aparato de inteligencia, y las Fuerzas Armadas,
desmontar una nueva agresión estadounidense contra Venezuela.
Pero esta agresión es parte de una
campaña, que si bien permanente y ya con un golpe de Estado que casi fue
exitoso en 2002, tiene como punto de quiebre marzo de 2013 y la muerte del
Comandante Chávez.
A partir de ahí, y en 6 años, se
sucedieron ordenes ejecutivas de Obama (2015) y Trump (2017, 2018, 2019)
declarando a Venezuela un peligro para la seguridad nacional de los Estados
Unidos e imponiendo sanciones económicas, buscando además golpear a la
petrolera estatal PDVSA, principal motor económico del país. Todo ello
combinado con la desestabilización mediante guarimbas al interior del
territorio nacional (2014 y 2017).
Pero es a partir de 2019, una vez que
Nicolás Maduro toma posesión el 10 de enero para un nuevo mandato de 5 años,
que el terrorismo se intensifica, con la autoproclamación del títere Guaidó el
23 de enero, el show cultural “Venezuela Aid Live” en Cúcuta el 22 de febrero,
y la quema por parte de la oposición de ayuda “humanitaria” en los puentes que
unen Colombia y Venezuela el 23 de febrero. Sin olvidar tampoco el sabotaje
eléctrico de marzo que afectó a 18 de los 23 estados del país.
La operación cívico-policial-militar Negro
Primero, que ya cuenta con más de 25 mercenarios detenidos, demuestra que el
chavismo es algo más que una identidad política. Desde la muerte del Comandante
Chávez en 2013 se ha perdido el gobierno kirchnerista argentino en las urnas,
el gobierno correísta ecuatoriano mediante una traición, y el gobierno del
proceso de cambio boliviano fruto de un golpe de Estado. Y sin embargo, y a
pesar de las dificultades, el bloqueo y las sanciones económicas, la revolución
bolivariana y chavista sigue en pie gracias a que se ha construido un pueblo
organizado que a pesar de ser crítico, defiende ese proceso de transformación
que tanto costó conseguir, y su soberanía política, económica, y territorial.
Ya en 2006, conversando con un compa de la
Coordinadora Simón Bolívar en el barrio 23 de enero de Caracas, me dejó claro
el horizonte de la revolución: “Con Chávez o sin Chávez, al pasado no
regresamos nunca más”.
Y hoy la Venezuela sin Chávez, pero
chavista, lucha contra el imperialismo para no regresar al pasado.
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