Qué
le celebramos al Día de la Libertad de Prensa
Si
somos chayoteros, conservadores, doble cara
Por Francisco Gómez Maza
Bueno.
Pues hoy amaneció tres horas más tarde. A las 9:00. Se vale. A estas alturas
del encierro, para evitar el contagio del coronavirus, ya perdí el complejo de
culpa por ganar el tiempo durmiendo, que dormir es lo que le hace falta
cotidianamente a un periodista.
Me
desayuné un par de huevos revueltos con camarón seco, unos frijolitos negros
refritos y una tostada de esas que venden en el mercado de Portales. (He
descubierto que así como me gusta tundirle al tablero de la compu, así también
me gusta coger una sartén, rociarla de aceite de semilla de uva, y preparar un
opíparo almuerzo.) Y de nuevo se me quemó la olla donde caliento el agua para
el café.
Esto
aún no lo entiendo a mis 75 años. O trabajo de periodista, o de señora de la
casa. Invariablemente se me hace chicharrón el recipiente donde pongo a hervir
el agua para ese cafecito que me trajeron de la Sierra Madre. Lástima. Nunca he
podido atender dos asuntos a la vez.
Aparte
de que no degusté el cafecito que me manda la prima Esperanza desde Jaltenango,
que abro la computadora y mi bandeja de correos, y lo primero que veo es un
mensaje de mi amigo Pepe Martínez Mendoza con un material sobre el Día de la
Libertad de Prensa. Todo menos pensar que hoy es el día de la libertad de
prensa. Jamás he celebrado el día de la libertad de prensa. No celebro ni mi
cumpleaños, voy a celebrar semejante sandez. Pero bueno., Siempre he sabido que
es el 7 de junio. En la actualidad, diariamente se celebra hasta el día del
orgasmo femenino, o el día de juan de la ch.
Pero
me reconforto luego de terminar la lectura de pieza tan periodística escrita
por Pepe, denunciando el desprecio que el presidente López Obrador abriga en
contra de los periodistas. Y sí, he de reconocer que me siento aludido y muy
molesto con el primer mandatario de la cuatrote, porque yo soy periodista;
estudié expresamente para ser periodista, y he ejercido este oficio desde 1966,
sin que nadie me dijera qué nota debía publicar, que otra no. Nunca nadie, en
poco más de medio siglo que llevo de periodista, se había expresado tan
soezmente contra el periodismo como actualmente lo hace Andrés.
Y
es que el presidente no hace la diferencia. Una cosa son los empresarios del
periodismo. Otra, los empleados, los reporteros, los articulistas, todo el
personal que hace posible la publicación de un periódico impreso, o una página
digital. Dice el músico poeta, Agustín Lara, que hasta la mujer más vil tiene
algo de divino. Y los periodistas podemos ser vendidos, podemos ser chayoteros,
podemos ser aplaudidores del gobierno, como ahora hay muchos, podemos ser
independientes hasta de nuestra propia conciencia, podemos ser libres, podemos
ser duros en la crítica, podemos ser duros con los hombres del poder porque son
injustos, pero somos periodistas: periodistas malos, periodistas buenos,
periodistas vendidos, periodistas íntegros, periodistas corruptos, periodistas
incorruptibles, periodistas tontos, periodistas listos. En fin. Pero todos
merecen respeto. Y López Obrador no tiene la más mínima consideración por los
periodistas. Los pone como lazo de cochino. Los pone a todos en el mismo saco.
Y de esto se quejaba cuando los de la televisión lo comparaban con el resto de
los políticos.
No
soporto que el presidente exprese tanto desprecio, tanto odio, hacia el gremio
periodístico. Más a aquellos que no comulgan con sus ideas ni su estilo de
gobernar. Es defensor de ese axioma fascista que die: Quien no está
conmigo está contra mi…No estoy de acuerdo con que se celebre el día de la
libertad de prensa, porque, en estas condiciones, no existe la libertad de
prensa. Uno como periodista tiene que “agandallarse” la propia libertad de
reportar, de analizar, de criticar, de denunciar las injusticias, las
violaciones a los derechos humanos y toda la porquería que hay en esas cloacas
políticas y económicas.
Por
ejemplo: no me creo la cantaleta contra el neoliberalismo. Si los principios
del neoliberalismo son lo que está aplicando tanto la secretaría de hacienda
como el banco de México, para afrontar la crisis económica que ya nos alcanzó
después de tanto infectado y muerto por el Covid-19. No he visto otra
estrategia económica más que mantener el status quo, mediante las dádivas que
nomás llegan a las llamadas cuentas bancarias de transferencia y se esfuman.
Pero
si creo en mi libertad. Y la seguiré defendiendo de quien sea, especialmente de
las diatribas de López Obrador y de las de algunos “periodistas” que han
renunciado a su papel de informadores y críticos y se han convertido en remedos
de teóricos de la propaganda política, pésimos alumnos de Joseph Goebbels.
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