Por
Jorge A. Lera Mejía
Cada
vez le es más difícil maniobrar su 'estilo personal de gobierno' al presidente
Andrés Manuel López Obrador.
Cada
paso que en sí mismo opera, por la misma dinámica que al principio le
favoreció, ahora lo está acotando, acorralando, me refiero al uso y abusivo
exceso de sus conferencias mañaneras, que las extendió a medio día y nocturnas
muchas veces. Incluso alargó a mensajes frecuentes de fin de semana.
El
abuso de la imagen mediática, con discursos sin contenido ni narrativa, sin
mediar tele pronter, ni siquiera apuntador mucho menos tarjetas ejecutivas, le
han provocado graves resbalones y un manejo anárquico de mensajes
descabellados.
Por
otra parte, podemos descifrar el gobierno de la llamada 4T en cuatro tiempos:
1.
El primero de luces y aplausos. Aquel que al tomar posesión se embiste de gala
y es aclamado por propios y extraños como 'la esperanza de México'. Donde todo
es miel y promesas.
2.
El segundo de altibajos, pero dentro su tendencia de más de la mitad de
popularidad. Dominado por el arranque de sus programas asistenciales como
'jóvenes construyendo el futuro'.
3.
El tercero, con más caídas que aciertos, provocado por el aumento de la
inseguridad, la amenaza de EE. UU. de imponer aranceles y la clara baja del
PIB.
4.
El actual momento, donde se pierden las formas por el mal manejo del tema de
feminicidios y la intolerancia hacia las manifestaciones femeninas. Este se ve
rebasado por la crisis económica y de sanidad del Coronavirus.
Estos
momentos se cruzan con una clara caída de la popularidad, pero principalmente
se expresa en la exhibición ante los adversarios como sus propios militantes,
en una muestra fehaciente de su falta de pericia, sensibilidad y experiencia de
lo que se conoce como 'manejo del gobierno en tiempos de crisis'.
El
gobierno de la 4T ha expresado ante los mexicanos como la opinión pública
extranjera, una careta de impericia y de descontrol. En crisis este fenómeno
necesita ser respaldado por equipos de expertos y de tiempos y movimientos.
López
Obrador con su peculiar 'estilo de gobernar' bajo el principio de un solo
hombre, con los excesos de prepotencia y grandilocuencia, pero sobre todo sin
dejar por ningún segundo de denostar, denigrar y polarizar a todo aquel que no
le rinda pleitesía, permite que los gobernados cada día se vean rebasados en su
'bien desear' a su 'mal percibir'.
El
tema de distracción cada vez le es más difícil sostener, las formas de gobernar
con 'cajas chinas', donde una noticia o una declaración debe ser cada vez más estridente
con el fin de apagar el fuego anterior, ha provocado que además de no apagar
esa primer conflagración, la siguiente sea más aparatosa e incendiaria.
Este
es precisamente el tiempo actual, ya no sabe cómo salir y justificar su propia
mentira afincada sobre otra estulticia mayor.
El
mejor ejemplo es su reciente ensayo que se fincó en una pésima interpretación
del 'Coeficiente de Gini'. Al grado tal que tuvieron que detener la divulgación
del ensayo.
Otro
golpe demoledor, del cual será muy difícil superar, se basa en el decreto contra
la operación de las 'energías limpias y renovables', sumado esto al intento
fracasado e infantil de tratar de cambiar el uso y medición del crecimiento vía
el PIB, especulando cambiarlo por un concepto no medible como es lo
'espiritual' como sinónimo de 'bienestar', ha provocado que propios y extraños
piensen seriamente que ya lo perdimos, no se puede creer que esté hablando con
seriedad.
Esto
último sí que es un predicamento para una primer autoridad para un país como el
nuestro.
La
esperanza de crecer o al menos seguir estancados, ya es una causa perdida de
todos los mexicanos de nivel intelectual con medianía de estudios. Creer que
saldremos de esta triple crisis con solo buenos deseos, es generalizable que la
mayoría de los mexicanos ya lo tienen en duda.
Creer
que generaremos dos millones de nuevos empleos en el resto del año, ya se
guardó en el cajón de los fracasados.
Ahora
lo que resta a los mexicanos, es buscar que las autoridades de los tres órdenes
de gobierno, se sienten a dialogar y conciliar.
Es
tiempo de hacer un alto en el camino, es tiempo de lanzar una gran Alianza
nacional. Entre la sociedad, universidades, intelectuales, empresarios,
trabajadores, campesinos e iglesias.
Pero
sobre todo. Es tiempo que el inquilino de Palacio retome la cordura. La
dignidad del pueblo que nos representa. En una sola voz y en un solo relato.
Sin definiciones ni denostaciones entre conservadores y liberales, fifís y
chairos, esas no son clases sociales. Son clichés resultantes de una mala
concepción de lo que representa nuestra soberanía. Nuestra mexicanidad. Estamos
todavía a tiempo.
México
es más fuerte que sus problemas...
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