Por
un lado, el colérico ataque de los perdedores
Por el otro, la respuesta febril de
López Obrador
Por Francisco Gómez Maza
La gran crisis sanitaria y la recesión
económica han destapado cloacas y descubierto fuentes de agua transparente, en
este país en donde no acaba de surgir el Gobierno Justo y Equitativo, y se
imponen, por un lado, el lenguaje banal de la demagogia y, por el otro, el soez
cuestionamiento de los detractores.
Por un lado, el presidente Andrés Manuel
López Obrador se hace guaje, hablando y hablando de su lucha en contra de la
corrupción, aunque no de los corruptos. Y convierte su autodefensa en lucha
política, como cuando era dirigente de una corriente inmensamente mayoritaria,
que cuestionaba la corrupción, la impunidad, la simulación y el cinismo de los
gobernantes priistas y panistas. No acaba de asimilar que ya no es opositor.
Que ahora es presidente constitucional, estadista, guía. Le cuesta trabajo
comprenderlo.
Por el otro, los perdedores, miembros de
los partidos perdedores, que todos los días destapan sus heridas aún ensangrentadas
mediante sus ataques a quien consideran como el peligro real para México, un
comunista irredento. Y que nunca abandonarán su lucha, a veces pareciera que “a
muerte”, en contra de su vencedor, acusándolo de ser el responsable hasta de
las muertes, que viene regando por la geografía mexicana el más espantoso
depredador que ha asolado al mundo, el SARS-CoV-2.
Con la pandemia de coronavirus se
destaparon las contradicciones: por ejemplo, la insensibilidad del nuevo
gobierno frente a las familias de los detenidos-desaparecidos, de la que
hablamos este martes aquí, así como su incapacidad por cumplir con su promesa
de encontrar vivos a muchos desaparecidos por soldados y marinos, por la
delincuencia organizada, por las empresas del narcotráfico y por perversos
gobernantes y aquí destaco las agresiones, desapariciones y asesinatos de
periodistas y defensores de derechos humanos; la inconformidad de muchos
trabajadores de la salud por la muerte de muchos de sus compañeros, que no
debían de haber muerto si hubiera habido más coordinación de sus directivos
para dotarlos de protección ante la enfermedad que médicos, enfermeras, sobre
todo, tienen que enfrentar cotidianamente en hospitales destartalados; las
condiciones en que desempeñan su labor; las injusticias de funcionarios a los
que se les dificulta desembarazarse de actos de corrupción y conflicto de
intereses; las preferencias para repartir los bonos por el riesgo que implica
su trabajo, como el bono del 20 por ciento que no fue parejo y que muchos que debían
de haberlo disfrutado no lo recibieron.
Pero para esperanza de muchos también
ocurren hechos de buenos augurios, como el increíble buen comportamiento de
importantes variables económicas: el tipo de cambio, que yo creí que ahora
estaría por los suelos, o el de las cuentas nacionales e inclusive de las
variables financieras como el de la cuenta corriente en balanza de pagos del
país.
Como lo difundió el Banco de México, por
ejemplo, viene siendo muy positivo, a pesar de las grandes crisis, el aumento
de las reservas internacionales, cuyo saldo, al cierre de la semana concluida
el 22 de mayo, ascendió a 187,172 millones de dólares. Y hasta la semana pasada
se había registrado un muy buen ingreso de divisas, especialmente impulsado por
las remesas de los mexicanos en el exterior.
Mientras tanto, el desempleo se
enseñorea, los pobres nos multiplicamos casi exponencialmente, la clase media
casi desaparece y sólo los grandes barones del dinero se regocijan. Y nadie
sabe a dónde vayamos con la “nueva normalidad”.
Y todo lo que está sucediendo me hacer
recordar el libro aquel libro del conservador Joseph H. L.
Schlarman, que se titula “México, tierra de volcanes”.
Y así, entre malas y buenas, y el
encierro, que para muchos ya es insufrible, aquí seguimos, dándole lata a la
vida, con la certeza de que es bella, como dice el querido Raúl Pérez López
Portillo. Ah. Y mucha alegría porque el hijo de Sergio Perdomo Casado, del
mismo nombre, salió ya de la enfermedad del Covid-19, después de mucho
sufrimiento físico, emocional y espiritual. Bienvenido a la vida, querido
Sergio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario