Discurso pronunciado por el Comandante Ernesto Che Guevara como representante de la República de Cuba en la Asamblea General de las Naciones Unidas
Por Nuestra America News Service
11 de
diciembre de 1964
Señor
Presidente, Señores Delegados:
La
representación de Cuba ante esta Asamblea se complace en cumplir, en primer
término, el agradable deber de saludar la incorporación de tres nuevas naciones
al importante número de las que aquí discuten problemas del mundo. Saludamos,
pues, en las personas de su Presidente y Primeros Ministros, a los pueblos de
Zambia, Malawi y Malta y hacemos votos porque estos países se incorporen desde
el primer momento al grupo de naciones no alineadas que luchan contra el
imperialismo, el colonialismo y el neocolonialismo.
Hacemos
llegar también nuestra felicitación al Presidente de esta Asamblea, cuya
exaltación a tan alto cargo tiene singular significación, pues ella refleja
esta nueva etapa histórica de resonantes triunfos para los pueblos de Africa,
hasta ayer sometidos al sistema colonial del imperialismo y que hoy, en su
inmensa mayoría, en el ejercicio legítimo de su libre determinación, se han
constituido en Estados soberanos. Ya ha sonado la hora postrera del
colonialismo y millones de habitantes de Africa, Asia y América Latina se
levantan al encuentro de una nueva vida e imponen su irrestricto derecho a la
autodeterminación y el desarrollo independiente de sus naciones. Le deseamos,
Señor Presidente, el mayor de los éxitos en la tarea que le fuera encomendada
por los países aliados.
Cuba viene a
fijar su posición sobre los puntos más importantes de controversia y lo hará
con todo el sentido de la responsabilidad que entraña el hacer uso de esta
tribuna, pero, al mismo tiempo, respondiendo al deber insoslayable de hablar
con toda claridad y franqueza.
Quisiéramos
ver desperezarse a esta Asamblea y marchar hacia adelante, que las Comisiones
comenzaran su trabajo y que éste no se detuviera en la primera confrontación.
El imperialismo quiere convertir esta reunión en un vano torneo oratorio en vez
de resolver los graves problemas del mundo; debemos impedírselo. Esta Asamblea
no debiera recordarse en el futuro sólo por el número XIX que la identifica. A
lograr ese fin van encaminados nuestros esfuerzos.
Nos sentimos
con el derecho y la obligación de hacerlo debido a que nuestro país es uno de
los puntos constantes de fricción, uno de los lugares donde los principios que
sustentan los derechos de los países pequeños a su soberanía están sometidos a
prueba día a día, y minuto a minuto y, al mismo tiempo, una de las trincheras
de la libertad del mundo situada a pocos pasos de imperialismo norteamericano
para mostrar con su acción, con su ejemplo diario, que los pueblos sí pueden
liberarse y sí pueden mantenerse libres en las actuales condiciones de la
humanidad. Desde luego, ahora existe un campo socialista cada día más fuerte y
con armas de contención más poderosas. Pero se requieren condiciones
adicionales para la supervivencia: mantener la cohesión interna, tener fe en
los propios destinos y decisión irrenunciable de luchar hasta la muerte en
defensa del país y de la revolución. En Cuba se dan esas condiciones, Señores
Delegados.
De todos los
problemas candentes que deben tratarse en esta Asamblea, uno de los que para
nosotros tiene particular significación y cuya definición creemos debe hacerse
en forma que no deje dudas a nadie, es el de la coexistencia pacífica entre
Estados de diferentes regímenes económico-sociales. Mucho se ha avanzado en el
mundo en este campo; pero el imperialismo -norteamericano sobre todo- ha
pretendido hacer creer que la coexistencia pacífica es de uso exclusivo de las
grandes potencias de la tierra. Nosotros expresamos aquí lo mismo que nuestro
Presidente expresara en El Cairo y lo que después quedara plasmado en la
declaración de la Segunda Conferencia de Jefes de Estado o de Gobierno de
países No Alineados: que no puede haber coexistencia pacífica entre poderosos
solamente, si se pretende asegurar la paz del mundo. La coexistencia pacífica
debe ejercitarse entre todos los Estados, independientemente de su tamaño, de
las anteriores relaciones históricas que los ligara y de los problemas que se
suscitaren entre algunos de ellos, en un momento dado.
Actualmente,
el tipo de coexistencia pacífica a que nosotros aspiramos no se cumple en
multitud de casos. El reino de Cambodia, simplemente por mantener una actitud
neutral y no plegarse a las maquinaciones del imperialismo norteamericano se ha
visto sujeto a toda clase de ataques alevosos y brutales partiendo de las bases
que los yanquis tienen en Viet Nam del Sur. Laos, país dividido, ha sido objeto
también de agresiones imperialistas de todo tipo, su pueblo masacrado desde el
aire, las convenciones que se firmaran en Ginebra han sido violadas y parte del
territorio está en constante peligro de ser atacado a mansalva por las fuerzas
imperialistas. La República Democrática de Viet Nam, que sabe de todas estas
historias de agresiones como pocos pueblos en la tierra, ha visto una vez más
violadas sus fronteras, ha visto como aviones de bombardeo y cazas enemigos
disparaban contra sus instalaciones; como los barcos de guerra norteamericanos,
violando aguas territoriales, atacaban sus puestos navales. En estos instantes,
sobre la República Democrática de Viet Nam pesa la amenaza de que los
guerreristas norteamericanos extiendan abiertamente sobre su territorio y su
pueblo la guerra que, desde hace varios años, están llevando a cabo contra el
pueblo de Viet Nam del Sur. La Unión Soviética y la República Popular China,
han hecho advertencias serias a los Estados Unidos. Estamos frente a un caso en
el cual la paz del mundo está en peligro, pero, además, la vida de millones de
seres de toda esta zona del Asia está constantemente amenazada, dependiendo de
los caprichos del invasor norteamericano.
La
coexistencia pacífica también se ha puesto a prueba en una forma brutal en
Chipre debido a presiones del gobierno turco y de la OTAN, obligando a una
heroica y enérgica defensa de su soberanía hecha por el pueblo de Chipre y su
gobierno.
En todos estos
lugares del mundo, el imperialismo trata de imponer su versión de lo que debe
ser la coexistencia; son los pueblos oprimidos, en alianza con el campo
socialista, los que le deben enseñar cuál es la verdadera, y es obligación de
las Naciones Unidas apoyarlos.
También hay que
esclarecer que no solamente en relaciones en las cuales están imputados Estados
soberanos, los conceptos sobre la coexistencia pacífica deben ser bien
definidos. Como marxistas, hemos mantenido que la coexistencia pacífica entre
naciones no engloba la coexistencia entre explotadores y explotados, entre
opresores y oprimidos. Es, además, un principio proclamado en el seno de esta
Organización, el derecho a la plena independencia contra todas las formas de
opresión colonial. Por eso, expresamos nuestra solidaridad hacia los
pueblos, hoy coloniales, de la Guinea llamada portuguesa, de Angola o
Mozambique, masacrados por el delito de demandar su libertad y estamos
dispuestos a ayudarlos en la medida de nuestras fuerzas, de acuerdo con la
declaración del Cairo.
Expresamos
nuestra solidaridad al pueblo de Puerto Rico y su gran líder, Pedro Albizu
Campos, el que, en un acto más de hipocresía, ha sido dejado en libertad a la
edad de 72 años, sin habla casi, paralítico después de haber pasado en la
cárcel toda una vida. Albizu Campos es un símbolo de la América todavía
irredenta pero indómita. Años y años de prisiones, presiones casi insoportables
en la cárcel, torturas mentales, la soledad, el aislamiento total de su pueblo
y de su familia, la insolencia del conquistador y de sus lacayos en la tierra
que le vio nacer; nada dobló su voluntad. La Delegación de Cuba rinde, en
nombre de su pueblo, homenaje de admiración y gratitud a un patriota que
dignifica a nuestra América.
Los
norteamericanos han pretendido durante años convertir a Puerto Rico en un
espejo de cultura híbrida; habla española con inflexiones en inglés, habla
española con bisagras en el lomo para inclinarlo ante el soldado yanqui.
Soldados portorriqueños han sido empleados como carne de cañón en guerras del
imperio, como en Corea, y hasta para disparar contra sus propios hermanos, como
es la masacre perpetrada por el ejército norteamericano, hace algunos meses,
contra el pueblo inerme de Panamá -una de las más recientes fechorías del
imperialismo yanqui-.
Sin embargo,
a pesar de esa tremenda violentación de su voluntad y su destino histórico, el
pueblo de Puerto Rico ha conservado su cultura, su carácter latino, sus
sentimientos nacionales, que muestran por sí mismos la implacable vocación de
independencia yacente en las masas de la isla latinoamericana.
También
debemos advertir que el principio de la coexistencia pacífica no entraña el
derecho a burlar la voluntad de los pueblos, como ocurre en el caso de la
Guayana llamada británica, en que el gobierno del Primer Ministro Cheddy Jagan
ha sido víctima de toda clase de presiones y maniobras y se ha ido dilatando el
instante de otorgarle la independencia, en la búsqueda de métodos que permitan
burlar los deseos populares y asegurar la docilidad de un gobierno distinto al
actual colocado allí por turbios manejos, para entonces otorgar una libertad
castrada a este pedazo de tierra americana.
Cualesquiera
que sean los caminos que la Guayana se vea obligada a seguir para obtenerla,
hacia su pueblo va el apoyo moral y militante de Cuba.
Debemos
señalar, asimismo, que las islas de Guadalupe y Martinica están luchando por su
autonomía desde hace tiempo, sin lograrla, y ese estado de cosas no debe
seguir.
Una vez más
elevamos nuestra voz para alertar al mundo sobre lo que está ocurriendo en Sur
Africa; la brutal política del «Apartheid» se aplica ante los ojos de las
naciones del mundo. Los pueblos de Africa se ven obligados a soportar que en
ese continente todavía se oficialice la superioridad de una raza sobre otra,
que se asesine impunemente en nombre de esa superioridad racial. ¿Las Naciones
Unidas no harán nada para impedirlo?
Quería
referirme específicamente al doloroso caso del Congo, único en la historia del
mundo moderno, que muestra cómo se pueden burlar con la más absoluta impunidad,
con el cinismo más insolente, el derecho de los pueblos. Las ingentes riquezas
que tiene el Congo y que las naciones imperialistas quieren mantener bajo su
control son los motivos directos de todo esto. En la intervención que hubiera
de hacer, a raíz de su primera visita a las Naciones Unidas, el compañero Fidel
Castro advertía que todo el problema de la coexistencia entre las naciones se
reducía al problema de la apropiación indebida de riquezas ajenas, y hacía la
advocación siguiente: «cese la filosofía del despojo y cesará la filosofía de
la guerra.» Pero la filosofía del despojo no sólo no ha cesado, sino que se
mantiene más fuerte que nunca y, por eso, los mismos que utilizaron el nombre
de las Naciones Unidas para perpetrar el asesinato de Lumumba, hoy, en nombre
de la defensa de la raza blanca, asesinan a millares de congoleños.
¿Cómo es
posible que olvidemos la forma en que fue traicionada la esperanza que Patricio
Lumumba puso en las Naciones Unidas? ¿Cómo es posible que olvidemos los
rejuegos y maniobras que sucedieron a la ocupación de ese país por las tropas
de las Naciones Unidas, bajo cuyos auspicios actuaron impunemente los asesinos
del gran patriota africano?
¿Cómo
podremos olvidar, Señores Delegados, que quien desacató la autoridad de las
Naciones Unidas en el Congo, y no precisamente por razones patrióticas, sino en
virtud de pugnas entre imperialistas, fue Moise Tshombe, que inició la secesión
de Katanga con el apoyo belga?
¿Y cómo
justificar, cómo explicar que, al final de toda la acción de las Naciones
Unidas, Tshombe, desalojado de Katanga, regrese dueño y señor del Congo? ¿Quién
podría negar el triste papel que los imperialistas obligaron a jugar a la
Organización de Naciones Unidas?
En resumen se
hicieron aparatosas movilizaciones para evitar la escisión de Katanga, y hoy
Katanga está en el poder, las riquezas del Congo en manos imperialistas... y
los gastos deben pagarlos las naciones dignas. ¡Qué buen negocio hacen los
mercaderes de la guerra! Por eso, el gobierno de Cuba apoya la justa actitud de
la Unión Soviética, al negarse a pagar los gastos del crimen.
Para colmo de
escarnio, nos arrojan ahora al rostro estas últimas acciones que han llenado de
indignación al mundo.
¿Quiénes son
los autores? Paracaidistas belgas, transportados por aviones norteamericanos
que partieron de bases inglesas. Nos recordamos que ayer, casi, veíamos a un
pequeño país de Europa, trabajador y civilizado, el reino de Bélgica, invadido
por las hordas hitlerianas; amargaba nuestra conciencia el saber de ese pequeño
pueblo masacrado por el imperialismo germano y lo veíamos con cariño. Pero esta
otra cara de la moneda imperialista era la que muchos no percibíamos.
Quizás hijos
de patriotas belgas que murieran por defender la libertad de su país, son los
que asesinaran a mansalva a millares de congoleños en nombre de la raza blanca,
así como ellos sufrieron la bota germana porque su contenido de sangre aria no
era suficientemente elevado.
Nuestros ojos
libres se abren hoy a nuevos horizontes y son capaces de ver lo que ayer
nuestra condición de esclavos coloniales nos impedía observar; que la
«civilización occidental» esconde bajo su vistosa fachada un cuadro de hienas y
chacales. Porque nada más que ese nombre merecen los que han ido a cumplir tan
«humanitarias» tareas al Congo. Animal carnicero que se ceba en los pueblos
inermes; eso es lo que hace el imperialismo con el hombre, eso es lo que
distingue al «blanco» imperial.
Todos los
hombres libres del mundo deben aprestarse a vengar el crimen del Congo.
Quizás muchos
de aquellos soldados, convertidos en subhombres por la maquinaria imperialista,
piensen de buena fe que están defendiendo los derechos de una raza superior;
pero en esta Asamblea son mayoritarios los pueblos que tienen sus pieles
tostadas por distintos soles, coloreadas por distintos pigmentos, y han llegado
a comprender plenamente que la diferencia entre los hombres no está dada por el
color de la piel, sino por las formas de propiedad de los medios de producción,
por las relaciones de producción.
La delegación
cubana hace llegar su saludo a los pueblos de Rhodesia del Sur y Africa
Sudoccidental, oprimidos por minorías de colonos blancos. A Basutolandia,
Bechuania y Swazilandia, a la Somalia francesa, al pueblo árabe de Palestina, a
Adén y los protectorados, a Omán y a todos los pueblos en conflicto con el
imperialismo o el colonialismo y les reitera su apoyo. Formula además votos por
una justa solución al conflicto que la hermana República de Indonesia encara
con Malasia.
Señor
Presidente: uno de los temas fundamentales de esta Conferencia es el del
desarme general y completo. Expresamos nuestro acuerdo con el desarme
general y completo; propugnamos además, la destrucción total de los artefactos
termonucleares y apoyamos la celebración de una conferencia de todos los países
del mundo para llevar a cabo estas aspiraciones de los pueblos. Nuestro
Primer Ministro advertía, en su intervención ante esta Asamblea, que siempre
las carreras armamentistas han llevado a la guerra. Hay nuevas potencias
atómicas en el mundo; las posibilidades de una confrontación crecen.
Nosotros
consideramos que es necesaria esta conferencia con el objetivo de lograr la
destrucción total de las armas termonucleares y, como primera medida, la
prohibición total de las pruebas. Al mismo tiempo, debe establecerse claramente
la obligación de todos los países de respetar las actuales fronteras de otros
estados; de no ejercer acción agresiva alguna, aun cuando sea con armas convencionales.
Al unirnos a
la voz de todos los países del mundo que piden el desarme general y completo,
la destrucción de todo el arsenal atómico, el cese absoluto de la fabricación
de nuevos artefactos termonucleares y las pruebas atómicas de cualquier tipo,
creemos necesario puntualizar que, además, debe también respetarse la
integridad territorial de las naciones y debe detenerse el brazo armado del
imperialismo, no menos peligroso porque solamente empuñe armas convencionales.
Quienes asesinaron miles de indefensos ciudadanos del Congo, no se sirvieron
del arma atómica; han sido armas convencionales, empuñadas por el imperialismo,
las causantes de tanta muerte.
Aun cuando
las medidas aquí preconizadas, de hacerse efectivas, harían inútil la mención,
es conveniente recalcar que no podemos adherirnos a ningún pacto regional de
desnuclearización mientras Estados Unidos mantenga bases agresivas en nuestro
propio territorio, en Puerto Rico, Panamá, y otros estados americanos donde se
considera con derecho a emplazar, sin restricción alguna, tanto armas
convencionales que nucleares. Descontando que las últimas resoluciones de la
OEA, contra nuestro país, al que se podría agredir invocando el Tratado de Río,
hace necesaria la posesión de todos los medios defensivos a nuestro alcance.
Creemos que,
si la conferencia de que hablábamos lograra todos esos objetivos, cosa difícil,
desgraciadamente, sería la más trascendental en la historia de la humanidad.
Para asegurar esto sería preciso contar con la presencia de la República
Popular China, y de ahí el hecho obligado de la realización de una reunión de
ese tipo. Pero sería mucho más sencillo para los pueblos del mundo reconocer la
verdad innegable de que existe la República Popular China, cuyos gobernantes
son representantes únicos de su pueblo y darle el asiento a ella destinado,
actualmente usurpado por la camarilla que con apoyo norteamericano mantiene en
su poder la provincia de Taiwan.
El problema
de la representación de China en las Naciones Unidas no puede considerarse en
modo alguno como el caso de un nuevo ingreso en la Organización sino de
restaurar los legítimos derechos de la República Popular China.
Debemos
repudiar enérgicamente el complot de las «dos Chinas». La camarilla
Chiangkaishekista de Taiwan no puede permanecer en la Organización de las
Naciones Unidas. Se trata, repetimos, de expulsar al usurpador e instalar al
legítimo representante del pueblo chino.
Advertimos
además contra la insistencia del Gobierno de los Estados Unidos en presentar el
problema de la legítima representación de China en la ONU como una «cuestión
importante» al objeto de imponer el quórum extraordinario de votación de las
dos terceras partes de los miembros presentes y votantes.
El ingreso de
la República Popular China al seno de las Naciones Unidas es realmente una
cuestión importante para el mundo en su totalidad, pero no para el mecanismo de
las Naciones Unidas donde debe constituir una mera cuestión de procedimiento.
De esta forma se haría justicia, pero casi tan importante como hacer justicia
quedaría, además, demostrado de una vez que esta augusta asamblea tiene ojos
para ver, oídos para oír, lengua propia para hablar, criterio certero para
elaborar decisiones.
La difusión
de armas atómicas entre los países de la OTAN y, particularmente la posesión de
estos artefactos de destrucción en masa por la República Federal Alemana,
alejarían más aún la posibilidad de un acuerdo sobre el desarme, y unido a
estos acuerdos va el problema de la reunificación pacífica de Alemania.
Mientras no se logre un entendimiento claro, debe reconocerse la existencia de
dos Alemanias, la República Democrática Alemana y la República Federal. El
problema alemán no puede arreglarse si no es con la participación directa en
las negociaciones de la República Democrática Alemana, con plenos derechos.
Tocaremos
solamente los temas sobre desarrollo económico y comercio internacional que
tienen amplia representación en la agenda. En este mismo año del 64 se celebró
la Conferencia de Ginebra donde se trataron multitud de puntos relacionados con
estos aspectos de las relaciones internacionales. Las advertencias y
predicciones de nuestra delegación se han visto confirmadas plenamente, para
desgracia de los países económicamente dependientes.
Sólo queremos
dejar señalado que, en lo que a Cuba respecta, los Estados Unidos de América no
han cumplido recomendaciones explícitas de esa Conferencia y, recientemente, el
Gobierno norteamericano prohibió también la venta de medicinas a Cuba,
quitándose definitivamente la máscara de humanitarismo con que pretendió
ocultar el carácter agresivo que tiene el bloqueo contra el pueblo de Cuba.
Por otra parte,
expresamos una vez más que las lacras coloniales que detienen el desarrollo de
los pueblos no se expresan solamente en relaciones de índole política: el
llamado deterioro de los términos de intercambio no es otra cosa que el
resultado del intercambio desigual entre países productores de materia prima y
países industriales que dominan los mercados e imponen la aparente justicia de un
intercambio igual de valores.
Mientras los
pueblos económicamente dependientes no se liberen de los mercados capitalistas
y, en firme bloque con los países socialistas, impongan nuestras relaciones
entre explotadores y explotados, no habrá desarrollo económico sólido, y se
retrocederá, en ciertas ocasiones volviendo a caer los países débiles bajo el
dominio político de los imperialistas y colonialistas.
Por último,
Señores Delegados, hay que establecer claramente que se están realizando en el
área del Caribe maniobras y preparativos para agredir a Cuba. En las costas de
Nicaragua sobre todo, en Costa Rica también, en la zona del Canal de Panamá, en
las Islas Vieques de Puerto Rico, en la Florida; probablemente, en otros puntos
del territorio de los Estados Unidos y, quizás, también en Honduras, se están
entrenando mercenarios cubanos y de otras nacionalidades con algún fin que no
debe ser el más pacífico.
Después de un
sonado escándalo, el Gobierno de Costa Rica, se afirma, ha ordenado la
liquidación de todos los campos de adiestramiento de cubanos exiliados en ese
país. Nadie sabe si esa actitud es sincera o si constituye una simple coartada,
debido a que los mercenarios entrenados allí estén a punto de cometer alguna
fechoría. Esperamos que se tome clara conciencia de la existencia real de bases
de agresión, lo que hemos denunciado desde hace tiempo, y se medite sobre la
responsabilidad internacional que tiene el gobierno de un país que autoriza y
facilita el entrenamiento de mercenarios para atacar a Cuba.
Es de hacer
notar que las noticias sobre el entrenamiento de mercenarios en distintos
puntos del Caribe y la participación que tiene en tales actos el Gobierno
norteamericano se dan con toda naturalidad en los periódicos de los Estados
Unidos. No sabemos de ninguna voz latinoamericana que haya protestado
oficialmente por ello. Esto nos muestra el cinismo con que manejan los Estados
Unidos a sus peones. Los sutiles Cancilleres de la OEA que tuvieron ojos para
ver escudos cubanos y encontrar pruebas «irrefutables» en las armas yanquis
exhibidas en Venezuela, no ven los preparativos de agresión que se muestran en
los Estados Unidos, como no oyeron la voz del presidente Kennedy que se
declaraba explícitamente agresor de Cuba en Playa Girón.
En algunos
casos, es una ceguera provocada por el odio de las clases dominantes de países
latinoamericanos sobre nuestra Revolución; en otros, más tristes aún, es
producto de los deslumbrantes resplandores de Mammon.
Como es de
todos conocido, después de la tremenda conmoción llamada crisis del Caribe, los
Estados Unidos contrajeron con la Unión Soviética determinados compromisos que
culminaron en la retirada de cierto tipo de armas que las continuas agresiones
de aquel país -como el ataque mercenario de Playa Girón y las amenazas de
invadir nuestra patria- nos obligaron a emplazar en Cuba en acto de legítima e
irrenunciable defensa.
Pretendieron
los norteamericanos, además, que las Naciones Unidas inspeccionaran nuestro
territorio, a lo que nos negamos enfáticamente, ya que Cuba no reconoce el
derecho de los Estados Unidos, ni de nadie en el mundo, a determinar el tipo de
armas que pueda tener dentro de sus fronteras.
En este
sentido, sólo acataríamos acuerdos multilaterales, con iguales obligaciones
para todas las partes.
Como ha dicho
Fidel Castro: «Mientras el concepto de soberanía exista como prerrogativa de
las naciones y de los pueblos independientes; como derecho de todos los
pueblos, nosotros no aceptamos la exclusión de nuestro pueblo de ese derecho.
Mientras el mundo se rija por esos principios, mientras el mundo se rija por
esos conceptos que tengan validez universal, porque son universalmente
aceptados y consagrados por los pueblos, nosotros no aceptaremos que se nos
prive de ninguno de esos derechos, nosotros no renunciaremos a ninguno de esos
derechos.»
El señor
Secretario General de las Naciones Unidas, U Thant, entendió nuestras razones.
Sin embargo, los Estados Unidos pretendieron establecer una nueva prerrogativa
arbitraria e ilegal: la de violar el espacio aéreo de cualquier país pequeño.
Así han estado surcando el aire de nuestra patria aviones U-2 y otros tipos de
aparatos espías que, con toda impunidad, navegan en nuestro espacio aéreo.
Hemos hecho todas las advertencias necesarias para que cesen las violaciones
aéreas, así como las provocaciones que los marinos yanquis hacen contra
nuestras postas de vigilancia en la zona de Guantánamo, los vuelos rasantes de
aviones sobre buques nuestros o de otras nacionalidades en aguas
internacionales, los ataques piratas a barcos de distintas banderas y las
infiltraciones de espías, saboteadores y armas en nuestra isla.
Nosotros
queremos construir el socialismo; nos hemos declarado partidarios de los que
luchan por la paz; nos hemos declarado dentro del grupo de países no alineados,
a pesar de ser marxistas leninistas, porque los no alineados, como nosotros,
luchan contra el imperialismo. Queremos paz, queremos construir una vida mejor
para nuestro pueblo y, por eso, eludimos al máximo caer en las provocaciones
maquinadas por los yanquis, pero conocemos la mentalidad de sus gobernantes;
quieren hacernos pagar muy caro el precio de esa paz. Nosotros contestamos que
ese precio no puede llegar más allá de las fronteras de la dignidad.
Y Cuba
reafirma, una vez más, el derecho a tener en su territorio las armas que le
conviniere y su negativa a reconocer el derecho de ninguna potencia de la
tierra, por potente que sea, a violar nuestro suelo, aguas jurisdiccionales o
espacio aéreo.
Si en alguna
asamblea, Cuba adquiere obligaciones de carácter colectivo, las cumplirá
fielmente; mientras esto no suceda, mantiene plenamente todos sus derechos,
igual que cualquier otra nación.
Ante las
exigencias del imperialismo, nuestro Primer Ministro planteó los cinco puntos
necesarios para que existiera una sólida paz en el Caribe. Estos son:
«Primero: Cese
del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económica
que ejercen los Estados Unidos en todas partes del mundo contra nuestro país.
Segundo: Cese de
todas las actividades subversivas, lanzamiento y desembarco de armas y
explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, filtración
de espías y saboteadores, acciones todas que se llevan a cabo desde el
territorio de los Estados Unidos y de algunos países cómplices.
Tercero: Cese
de los ataques piratas que se llevan a cabo desde bases existentes en los
Estados Unidos y en Puerto Rico.
Cuarto: Cese
de todas las violaciones de nuestro espacio aéreo y naval por aviones y navíos
de guerra norteamericanos.
Quinto:
Retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano
ocupado por los Estados Unidos. No se ha cumplido ninguna de estas exigencias
elementales, y desde la Base Naval de Guantánamo, continúa el hostigamiento de
nuestras fuerzas. Dicha Base se ha convertido en guarida de malhechores y
catapulta de introducción de éstos en nuestro territorio.
Cansaríamos a
esta Asamblea si hiciéramos un relato medianamente detallado de la multitud de
provocaciones de todo tipo. Baste decir que el número de ellas, incluidos los
primeros días de este mes de diciembre, alcanza la cifra de 1.323, solamente en
1964.
La lista
abarca provocaciones menores, como violación de la línea divisoria, lanzamiento
de objetos desde territorio controlado por los norteamericanos, realización de
actos de exhibicionismo sexual por norteamericanos de ambos sexos, ofensas de
palabra; otros de carácter más grave como disparos de armas de pequeño calibre,
manipulación de armas apuntando a nuestro territorio y ofensas a nuestra enseña
nacional; provocaciones gravísimas son: el cruce de la línea divisoria
provocando incendios en instalaciones del lado cubano y disparos con fusiles,
hecho repetido 78 veces durante el año, con el saldo doloroso de la muerte del
soldado Ramón López Peña, de resultas de dos disparos efectuados por las postas
norteamericanas situadas a 3,5 kilómetros de la costa por el límite noroeste.
Esta gravísima provocación fue hecha a las 19:07, del día 19 de julio de 1964,
y el Primer Ministro de nuestro Gobierno manifestó públicamente, el 26 de
Julio, que de repetirse el hecho, se daría orden a nuestras tropas de repeler
la agresión. Simultáneamente, se ordenó el retiro de las líneas de avanzada de
las fuerzas cubanas hacia posiciones más alejadas de la divisoria y la
construcción de casamatas adecuadas.
1.323
provocaciones en 340 días significan aproximadamente 4 diarias. Sólo un
ejército perfectamente disciplinado y con la moral del nuestro puede resistir
tal cúmulo de actos hostiles sin perder la ecuanimidad.
47 países
reunidos en la Segunda Conferencia de Jefes de Estado o de Gobierno de países
No Alineados, en El Cairo, acordaron, por unanimidad:
«La Conferencia
advirtiendo con preocupación que las bases militares extranjeras constituyen,
en la práctica, un medio para ejercer presión sobre las naciones, y entorpecen
su emancipación y su desarrollo, según sus concepciones ideológicas, políticas,
económicas y culturales, declara que apoya sin reserva a los países que tratan
de lograr la supresión de las bases extranjeras establecidas en su territorio y
pide a todos los Estados la inmediata evacuación de las tropas y bases que
tienen en otros países.
La Conferencia
considera que el mantenimiento por los Estados Unidos de América de una base
militar en Guantánamo (Cuba), contra la voluntad del Gobierno y del pueblo de
Cuba, y contra las disposiciones de la Declaración de la Conferencia de
Belgrado, constituye una violación de la soberanía y de la integridad
territorial de Cuba.
La
Conferencia, considerando que el Gobierno de Cuba se declara dispuesto a
resolver su litigio con el Gobierno de los Estados Unidos de América acerca de
la base de Guantánamo en condiciones de igualdad, pide encarecidamente al
Gobierno de los Estados Unidos que entable negociaciones con el Gobierno de
Cuba para evacuar esa base.»
El gobierno
de los Estados Unidos no ha respondido a esa instancia de la Conferencia de El
Cairo y pretende mantener indefinidamente ocupado por la fuerza un pedazo de
nuestro territorio, desde el cual lleva a cabo agresiones como las detalladas
anteriormente.
La
Organización de Estados Americanos, también llamada por los pueblos Ministerio
de las Colonias norteamericanas, nos condenó «enérgicamente», aun cuando ya
antes nos había excluido de su seno, ordenando a los países miembros que
rompieran relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba. La OEA autorizó la
agresión a nuestro país, en cualquier momento, con cualquier pretexto, violando
las más elementales leyes internacionales e ignorando por completo a la
Organización de las Naciones Unidas.
A aquella
medida se opusieron con sus votos los países de Uruguay, Bolivia, Chile y
México; y se opuso a cumplir la sanción, una vez aprobada, el gobierno de los
Estados Unidos Mexicanos; desde entonces no tenemos relaciones con países
latinoamericanos salvo con aquel Estado, cumpliéndose así una de las etapas
previas de la agresión directa del imperialismo.
Queremos
aclarar, una vez más, que nuestra preocupación por Latinoamérica está basada en
los lazos que nos unen: la lengua que hablamos, la cultura que sustentamos, el
amor común que tuvimos. Que no nos anima otra causa para desear la liberación
de Latinoamérica del yugo colonial norteamericano. Si alguno de los países
latinoamericanos aquí presentes decidiera restablecer relaciones con Cuba,
estaríamos dispuestos a hacerlo sobre bases de igualdad y no con el criterio de
que es una dádiva a nuestro gobierno el reconocimiento como país libre del
mundo, porque ese reconocimiento lo obtuvimos con nuestra sangre en los días de
la lucha de liberación, lo adquirimos con sangre en la defensa de nuestras
playas frente a la invasión yanqui.
Aun cuando
nosotros rechazamos que se nos pretenda atribuir ingerencias en los asuntos
internos de otros países, no podemos negar nuestra simpatía hacia los pueblos
que luchan por su liberación y debemos cumplir con la obligación de nuestro
gobierno y nuestro pueblo de expresar contundentemente al mundo que apoyamos
moralmente y nos solidarizamos con los pueblos que luchan en cualquier parte
del mundo para hacer realidad los derechos de soberanía plena proclamados en la
Carta de las Naciones Unidas.
Los Estados
Unidos sí intervienen; lo han hecho históricamente en América. Cuba conoce
desde fines del siglo pasado esta verdad, pero la conocen también Colombia,
Venezuela, Nicaragua y la América Central en general, México, Haití, Santo
Domingo.
En años
recientes, además de nuestro pueblo, conocen de la agresión directa Panamá,
donde los «marines» del Canal tiraron a mansalva sobre el pueblo inerme; Santo
Domingo, cuyas costas fueron violadas por la flota yanqui para evitar el
estallido de la justa ira popular, luego del asesinato de Trujillo; y Colombia,
cuya capital fue tomada por asalto a raíz de la rebelión provocada por el
asesinato de Gaitán.
Se producen
intervenciones solapadas por intermedio de las misiones militares que
participan en la represión interna, organizando las fuerzas destinadas a ese
fin en buen número de países, y también en todos los golpes de estado, llamados
«gorilazos», que tantas veces se repitieron en el continente americano durante
los últimos tiempos.
Concretamente,
intervienen fuerzas de los Estados Unidos en la represión de los pueblos de
Venezuela, Colombia y Guatemala que luchan con las armas por su libertad. En el
primero de los países nombrados, no sólo asesoran al ejército y a la policía,
sino que también dirigen los genocidios efectuados desde el aire contra la
población campesina de amplias regiones insurgentes y, las compañías yanquis
instaladas allí, hacen presiones de todo tipo para aumentar la ingerencia
directa.
Los imperialistas se preparan a reprimir a los pueblos americanos y
están formando la internacional del crimen. Los Estados Unidos intervienen en
América invocando la defensa de las instituciones libres. Llegará el día en que
esta Asamblea adquiera aún más madurez y le demande al gobierno norteamericano
garantías para la vida de la población negra y latinoamericana que vive en este
país, norteamericanos de origen o adopción, la mayoría de ellos. ¿Cómo puede
constituirse en gendarme de la libertad quien asesina a sus propios hijos y los
discrimina diariamente por el color de la piel, quien deja en libertad a los
asesinos de los negros, los protege además, y castiga a la población negra por
exigir el respeto a sus legítimos derechos de hombres libres?
Comprendemos que
hoy la Asamblea no está en condiciones de demandar explicaciones sobre hechos,
pero debe quedar claramente sentado que el gobierno de los Estados Unidos no es
gendarme de la libertad, sino perpetuador de la explotación y la opresión
contra los pueblos del mundo y contra buena parte de su propio pueblo.
Al lenguaje
anfibológico con que algunos delegados han dibujado el caso de Cuba y la OEA
nosotros contestamos con palabras contundentes y proclamamos que los pueblos de
América cobrarán a los gobiernos entreguistas su traición.
Cuba, señores
delegados, libre y soberana, sin cadenas que la aten a nadie, sin inversiones
extranjeras en su territorio, sin procónsules que orienten su política, puede
hablar con la frente alta en esta Asamblea y demostrar la justeza de la frase
con que la bautizaran: «Territorio Libre de América.»
Nuestro
ejemplo fructificará en el Continente como lo hace ya, en cierta medida en
Guatemala, Colombia y Venezuela.
No hay enemigo
pequeño ni fuerza desdeñable, porque ya no hay pueblos aislados. Como establece
la Segunda Declaración de La Habana: «Ningún pueblo de América Latina es
débil, porque forma parte de una familia de doscientos millones de hermanos que
padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo
enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino y cuentan con la solidaridad de
todos los hombres y mujeres honrados del mundo.
Esta epopeya que
tenemos delante la van a escribir las masas hambrientas de indios, de
campesinos sin tierra, de obreros explotados; la van a escribir las masas
progresistas, los intelectuales honestos y brillantes que tanto abundan en
nuestras sufridas tierras de América Latina. Lucha en masas y de ideas, epopeya
que llevarán adelante nuestros pueblos maltratados y despreciados por el
imperialismo, nuestros pueblos desconocidos hasta hoy, que ya empiezan a
quitarle el sueño. Nos consideraban rebaño impotente y sumiso y ya se empieza a
asustar de ese rebaño, rebaño gigante de doscientos millones de
latinoamericanos en los que advierte ya sus sepultureros el capital monopolista
yanqui.
La hora de su
reivindicación, la hora que ella misma se ha elegido, la vienen señalando con
precisión también de un extremo a otro del Continente. Ahora esta masa
anónima, esta América de color, sombría, taciturna, que canta en todo el
Continente con una misma tristeza y desengaño, ahora esta masa es la que
empieza a entrar definitivamente en su propia historia, la empieza a escribir
con su sangre, la empieza a sufrir y a morir, porque ahora los campos y las
montañas de América, por las faldas de sus sierras, por sus llanuras y sus
selvas, entre la soledad o el tráfico de las ciudades, en las costas de los
grandes océanos y ríos, se empieza a estremecer este mundo lleno de corazones
con los puños calientes de deseos de morir por lo suyo, de conquistar sus
derechos casi quinientos años burlados por unos y por otros. Ahora sí la
historia tendrá que contar con los pobres de América, con los explotados y
vilipendiados, que han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre,
su historia. Ya se los ve por los caminos un día y otro, a pie, en marchas sin
término de cientos de kilómetros, para llegar hasta los «olimpos» gobernantes a
recabar sus derechos. Ya se les ve, armados de piedras, de palos, de machetes,
en un lado y otro, cada día, ocupando las tierras, afincando sus garfios en las
tierras que les pertenecen y defendiéndolas con sus vidas; se les ve, llevando
sus cartelones, sus banderas, sus consignas; haciéndolas correr en el viento,
por entre las montañas o a lo largo de los llanos. Y esa ola de estremecido
rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado, que se empieza a levantar
por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola irá
creciendo cada día que pase. Porque esa ola la forman los más, los mayoritarios
en todos los aspectos, los que acumulan con su trabajo las riquezas, crean los
valores, hacen andar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo
sueño embrutecedor a que los sometieron.
Porque esta
gran humanidad ha dicho «¡Basta!» y ha echado a andar. Y su marcha, de
gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la
que ya han muerto más de una vez inútilmente. Ahora, en
todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón,
morirán por su única, verdadera e irrenunciable independencia.»
Todo eso,
Señores Delegados, esta disposición nueva de un continente, de América, está
plasmada y resumida en el grito que, día a día, nuestras masas proclaman como
expresión irrefutable de su decisión de lucha, paralizando la mano armada del
invasor. Proclama que cuenta con la comprensión y el apoyo de todos los pueblos
del mundo y especialmente, del campo socialista, encabezado por la Unión
Soviética.
Esa proclama
es: Patria o muerte.
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