· No más capitalismo de casino; ahora, nuevo contrato
social y nuevo pacto global
· La reconstrucción y transformación tienen que ser con
igualdad y sostenibilidad
Por Francisco Gómez Maza
Frente al
pesimismo de sectores conservadores que lamentan el empuje tomado por los
movimientos populares, progresistas, en este que, durante el tiempo de las
dictaduras militares, fue llamado “el continente de la esperanza”, surge la voz
serena, pacificadora, esperanzadora de la Comisión Económica Para América
Latina (la CEPAL), escuchada en el marco de su Trigésimo Octavo periodo de
sesiones.
Ministras
y ministros de Relaciones Exteriores de los países miembros de la Comisión,
avalada por la autoridad de las Naciones Unidas, solicitaron, vía streaming,
que se intensifiquen, ahora sí con urgencia, la solidaridad, el
multilateralismo y la cooperación internacional en todos los ámbitos de la vida
de los países de Latinoamérica.
Obviamente
que el tema toral, inevitable, de las sesiones cepalinas ha sido la pandemia del coronavirus, que ha dado
al traste con todo. La Covid-19 acabó con las realidades ya venían desechándose
por obsoletas y porque habían creado, entre todas las epidemias
socioeconómicas, una de las sociedades más desiguales de todos los tiempos, al
abrigo de corrientes inhumanas y deshumanizadoras como el capitalismo salvaje,
el capitalismo de casino, que degrada la vida de las mayorías, depauperadas,
expropiadas por un reducido grupo de plutócratas, asistidos por una burocracia
corrupta.
La CEPAL,
una de las escasas voces realistas de la ONU, ha reconocido que la pandemia ha
tenido un impacto sin precedentes en América Latina y el Caribe, y ya se
transformó en la peor crisis económica y social de los últimos 100 años,
dejando en evidencia las graves brechas estructurales del modelo de desarrollo
de la región.
Ahora, en
medio de los rebrotes del coronavirus en el mundo, es necesario apostar por
transformaciones profundas y no caer en la tentación de considerar la pandemia
como un accidente, o un mero paréntesis, sino entenderla como la expresión de
una situación límite, que demanda un viraje ante lo que cada vez más se revela
como una encrucijada transformadora, de acuerdo con los expertos cepalinos.
Se trata
de un llamado desesperado a dotarse de un nuevo contrato social y a construir
un nuevo pacto global. La región latinoamericana y caribeña deben transformar
su modelo de desarrollo hacia un estilo de desarrollo inclusivo y sostenible,
en el que se garanticen las condiciones para la gobernabilidad y se alcance un
equilibrio entre el crecimiento económico, la inclusión social y la
sostenibilidad ambiental. Este equilibrio, advierte la Comisión que encabeza la
mexicana Alicia Bárcena, entre otros factores, precisa de pactos políticos que
coloquen la igualdad en el centro del desarrollo, y la sostenibilidad como las
claves para que el desarrollo sea sostenible.
O sea: La
reconstrucción y transformación con igualdad y sostenibilidad será entonces por
lo que habrá que pugnar en los días, meses y años por venir.
Pero ojo.
Los graves problemas no los creó la pandemia. De esto hay que quedar muy
claros. De acuerdo con los estudios de la CEPAL, hacia fines de 2019, cuando
nadie imaginaba lo que acontecería en 2020, América Latina y el Caribe llevaban
más de un lustro de desaceleración económica, lo que comenzaba a traducirse en
aumentos del desempleo, la pobreza y la desigualdad en distintos países de la
región.
El
escenario de languidez económica incluía tasas de inversión decrecientes,
volúmenes de exportación estancados, brechas de productividad en aumento y
niveles de endeudamiento interno y externo crecientes, factores que, al retroalimentarse,
impiden restablecer un crecimiento más vigoroso.
Este
contexto exige una reflexión crítica en torno a la estrategia de salida de la
crisis, pues, si algo revela la trayectoria económica y social anterior a la
pandemia en la región, es que una senda exitosa de salida no puede remitirse a
regresar a la situación preexistente. Es necesario, han advertido los analistas
cepalinos, apostar por transformaciones profundas, escapando de la tentación de
considerar la pandemia como un accidente o un paréntesis y no como la expresión
de una situación límite que demanda un viraje, ante lo que cada vez más se
considera como una encrucijada transformadora.
La crisis
y el fuerte desencanto en la región deben ser entendidos como un punto de
quiebre respecto de la continuidad del modelo de desarrollo. En este marco, el
cambio de estrategia es esencial para una recuperación económica inclusiva y
sostenible. El actual modelo de desarrollo tiene limitaciones evidentes, no
sólo en términos de su contribución al crecimiento económico, sino
principalmente respecto de la capacidad de satisfacer las justas y crecientes
demandas de la población, y de alcanzar los necesarios equilibrios sociales y
ambientales que permiten la gobernabilidad e incluso la profundización de las
democracias.
El
llamado de la CEPAL es a dotarse de un nuevo contrato social y construir un
nuevo pacto global. Esa es la magnitud y profundidad que requiere este cambio
de época. La reconstrucción y transformación con igualdad y sostenibilidad
serán entonces por lo que habrá que pugnar en los días, meses y años por
venir.
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