domingo, 11 de octubre de 2020

NUESTRA POESÍA

 


Foto: PINTEREST

 

 

APRECIO LA BOCA DEL HOMBRE…

Autora: América Santiago.

Todos los derechos reservados.

Aprecio la boca del hombre

que habla con verdades contundentes,

no le teme al déspota ni al villano decadente

y calla emocionado ante la humildad sorprendente.

.

Aprecio la boca del hombre

ferviente en la expresión de sus sentires

que eleva tajante su voz contra las injusticias y aberraciones

y susurra con ternura al niño que entre sus brazos mece.

.

Aprecio la boca del hombre

que no disimula la mueca cuando algo lo entristece

ni esquiva la furia en su alma si algo lo embravece

y en la paz de la oración en silencio pleno se guarece.

.

Aprecio la boca del hombre

que entre suspiros y gemidos en amor seduce

aviva los instintos del placer y sin apuro, enardece,

desata la frágil carne en gozosas sensaciones que estremece.

.

Aprecio la boca del hombre

que revela, calla, desata, enardece

y el amor en toda su expresión

vive, disfruta y agradece.




UN NIÑO
 

Un niño dormido sueña pedazos de pan bajo su almohada. Almohada que no es almohada; son puñales de miedo que rompen sus ojos.
 
Desde la esquina oscura infestada de escarabajos ennegrecidos suben las horas hambrientas, peldaño a peldaño, con butacas patirrencas sobre sus hombros. 
 
El niño dormido siente arañas que muerden su vientre y una sonaja de crujidos intestinales amenizan la palidez desnutrida de su sonrisa.
 
¿Mami por qué las arañas muerden mi pancita?
No, mi niño, las arañas no te muerden. Es un feo sueño que tragaste cuando bostezabas por hambre.
 
¿Mami, quien me quitó el pan estaba bajo la almohada?
Diles que me lo devuelvan. Sin mi pan no puedo soñar.
Mi niño, tu pan solo era un sueño bonito. No lo sueñes más porque te hiere.
¿Mami, tú has tú has sentido hambre? 
Si, mi niño, he tenido hambre, he tenido sed.  Tuve amor, te amo ti.
Seré el pan que sueñas.
 
Elí Omar Carranza Chaves
San Ramón, Costa Rica

 

 

 

Escribo los poemas de mi libro SOLFEA MIS CURVAS.
 María José CASTEJON TRIGO

 

POEMA
 
Te llevo en mi pensamiento 
Y sufro mi condena
Tal vez resucite
Si apareces
Pero para no comprometer
Tal instante
Dejaré en este poema 
Que vuele por el aire
Tu melodía 
Para compartir el sufrimiento 
De que la creación 
Es cómplice. 
Y en una ilusión 
Nuestra imagen
Se diluya
En el mar de las vanidades
 
 

 

ESPEJO MÁGICO

Con sus dedos, ritualmente peinaba sus recuerdos revueltos, tres veces diariamente frente a la mirada inmutable del espejo de sus ayeres.  Como un tercer ojo colgado en mitad de la pared discontinua de su vida, vivida sin vivirla.  La cara reluciente del espejo se desgastó, más que por el tiempo, por ejercicio continuado de devolverle a ella durante cinco décadas, todos los días, tres veces diariamente la figura juvenil de su rostro veinteañero. El cabello sedoso, la sonrisa radiante, la voluptuosidad de su cuerpo enfundado en el vestido de novia, exquisito como fruta madura. Esa era la única imagen, el único recuerdo de sí misma con que ella comulgaba.  Ahora su cabello sedoso era un manchón blanquecino, su rostro un mar de olas de piel, la luz de sus ojos un sendero oscuro, la exquisitez de su cuerpo virginal sumido en abandono. El espejo fiel nunca quiso alterar las estatuas de sus recuerdos. Recuerdos que ella revivía solamente cuando el espejo le devolvía su figura de novia virginal. De la profundidad inacabada del espejo afloraba el barullo tumultuoso de voces, risas, congratulaciones, el tintineo cristalino de copas de champan, el colorido semblante de ramilletes de flores, el ritmo acompasado y danzante de la música amenizando el alegre ambiente de una boda. El chasquido suntuoso de un beso nupcial. Son el tropel de imágenes desordenadas que día a día el espejo mágico revive en sus ojos oscuros, donde ni el llanto vive.  El tiempo, sus vivencias, su conciencia se congelaron en el preciso instante que los labios de su amado se posaron en los suyos para sellar sus destinos promisorios. Para ella esa es su única verdad, su único recuerdo. Todo se petrificó cuando el bullicio febril del festejo fue quebrado por el alarido quemante y ensordecedor como un trueno perdido en mitad de la oscuridad de un escupitajo arrojado al rostro de su amado por una escopeta celosa. El día se hizo oscuridad y la vida muerte. Su alma y sus ansias viajaron son su amado. Ella se quedó viviendo sin vivir, alimentando su fuerza con cristales rotos, soñando a través de las rendijas sin saber que soñar, sin saber para que vivir. Pero siempre su espejo fiel le devuelve sus recuerdos intactos: la dulce novia de luminosa sonrisa, cabello sedoso, esplendorosamente radiante en su vestido blanco. Es siempre lo que ella ve y siente.  El cansado espejo opacado, ahora de luz ambarina, de reflejo empañado por el dolor y el tiempo no logra más sostener la fantasía que es su pan de vida. El ruido quebradizo del espejo fue el tañido que atravesó el espectro de su inconciencia. En serena pasividad reconoce su cuerpo desgastado, sin un gesto de amargura abraza las astillas filosas del antiguo espejo. Siente sus manos húmedas y tibias, descubre que su nuevo vestido es de color rojo carmesí. El caudal que fluye de sus manos le arrastra con pasividad a través de un túnel de miel y paz.  No le importó descubrir que había envejecido, ni tampoco saber que la vida que no vivió le impidió ser feliz. Al final una luz le abría el deseo de continuar el beso que su amado interrumpió al partir.

Elí Omar Carranza Chaves
San Ramón, Costa Rica
 



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