Indígenas con la Wiphala, bandera oficial de Bolivia
Por Ollantay
Itzamná
A casi un
año del Golpe de Estado (10 de noviembre del 2019), luego de varias artimañas
del gobierno de facto para perpetuarse en el poder, finalmente los pueblos de
Bolivia acudieron a las urnas para redimir la institucionalidad de su país.
El proceso
electoral, ya disminuido en su efusividad por las restricciones de la pandemia,
fue una de las más raras en la historia del país.
Desde el
gobierno de facto, utilizando toda la artillería institucional, se buscó
fulminar por todos medios, al Movimiento Al Socialismo (MAS),
encarcelando/desprestigiando a sus integrantes y simpatizantes. Se intentó
instalar en el imaginario colectivo boliviano al MAS como el letal enemigo
interno de la democracia boliviana.
Finalmente,
cerca de 7,3 millones de bolivianos fueron habilitados/convocados a acudir a
las urnas a elegir 177 autoridades del Órgano Ejecutivo (Presidente y
Vicepresidente) y Legislativo (legisladores plurinacionales y representantes
supranacionales) para el día 18 de octubre. Esta fecha se fijó, luego de varias
postergaciones bajo el “argumento de la pandemia” hecha por el régimen de
facto, gracias a una contundente movilización de protesta de movimientos
sociales.
Elecciones
marcadas por el odio, miedo y racismo contra los indígenas
El Golpe de
Estado, y los 11 meses del régimen de facto, estuvo constituido por una
conducta y narrativa oficial de odio racista contra las y los indígenas
organizados y contestatarios a la oligarquía neorepublicana.
Humillar y
escarmentar al “indio o india insumisa” fue la consiga y praxis constante de la
oligarquía patronal. Ese odio se materializó en la fobia contra Evo Morales, en
la tortura y denigración pública de la Alcaldesa de Vinto, Cochabamba, Patricia
Arce, actual Senadora electa…
Jeanine
Áñez, actual usurpadora de la Presidencia boliviana, aclamó con total
naturalidad en Oruro: “No vamos a permitir que los salvajes vuelvan a
gobernarnos”. El Presidente del Comité Cívico Cruceño, reiteró su desprecio y
fobia pública contra las mayorías indígenas de Bolivia llamándolos como:
“Bestias humanas que muerden la mano que los ayuda”…
Con esa
convicción expresaba en la narrativa oficial se masacraron impunemente a más de
30 indígenas que protestaban contra el Golpe. Miles de heridos. Centenares de
encarcelados. El objetivo fue: “escarmentar al indio para que no se atreva a
“asumirse como humano”. Mucho menos se reconozca como ciudadano, ni se
insubordine al patrón…”
“Indios
insumisos del MAS son los enemigos internos de Bolivia”, era la consigna a
instalar en el imaginario boliviano. Para alcanzar este objetivo utilizaron
abiertamente la Biblia, el nombre/imágenes de su Dios, las gargantas de
pastores y obispos, los medios corporativos y alternativos de comunicación…
El objetivo
final del odio y desprecio contra el indio insumiso era evitar el “retorno al
poder de la indiada organizada políticamente en el MAS”. Pero, el fenómeno de
las últimas elecciones generales en Bolivia, por sus resultados, fue un búmeran
y derrota circunstancial contra el racismo y el odio.
¿Qué
lecciones nos dejan los pueblos de Bolivia con el último proceso electoral?
Se puede
derrotar al odio y al miedo en las urnas, pero con una básica cultura política
electoral. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) indica que el 87% de las y los
bolivianos habilitados para votar asistieron a las urnas el 18 de octubre
pasado. El más alto porcentaje de participación en la historia de Bolivia. El
más alto de toda Abya Yala.
La gente,
muy a pesar del miedo a la pandemia de COVID 19, a las represalias de los
golpistas… acudió a las urnas para expresar su voluntad y opción política de
forma tranquila, ordenada, sin altercados. En las pasadas elecciones anuladas
(2019) a las dos horas del cierre de las urnas, los “defensores de la
democracia patronal” ya habían comenzado con la quema de ánforas y sedes del
TSE. Pero, el 18 de octubre, los “salvajes” demostraron una ejemplar cultura
electoral, incluso cuando el TSE se negó a dar resultados preliminares por
varias horas.
Se puede
revertir un Golpe de Estado en las urnas, y vencer democráticamente al
intervencionismo extranjero. El Gobierno norteamericano, mediante su
Organización de los Estados Americanos (OEA), promovió el Golpe de Estado y
anulación del proceso electoral del 20 de octubre del 2019, para volver a
controlar Bolivia y reapropiarse de los bienes comunes como el litio. Pero, sus
técnicos de la OEA no pudieron sostener, ni demostrar, la narrativa del
supuesto fraude. Y, ahora, deben responder de esa patraña que ensangrentó a
Bolivia.
Las
elecciones del 18 de octubre pasado también fue un plebiscito sobre la
presencia/injerencia norteamericana en Bolivia. Y, los pueblos de Bolivia
dijeron nuevamente: “Llocsiy kaymanta” (fuera de aquí, como en el 2005).
El Golpe de
Estado, y el gobierno de facto, tenia como otra de sus finalidades restaurar la
república criolla patronal y aplacar al Estado Plurinacional en todas sus
expresiones simbólicas y materiales. Y, los resultados de las elecciones
indican que las grandes mayorías de los pueblos de Bolivia no quieren más
república criolla, ni a la oligarquía neorepublicana. La voluntad popular votó
para proseguir con la construcción del Estado Plurinacional.
Sin bien
los 4 de los 5 partidos políticos que participaron en dichas elecciones (eran
8, y 3 renunciaron días antes de los sufragios) no tenían un programa de
gobierno serio, todos planteaban, con diferentes eufemismos, el retorno al
sistema neoliberal. Pero, la memoria colectiva boliviana optó por lo que
recordaba de los últimos 14 años del gobierno del MAS. Optó por estabilidad económica
y sociopolítica, inclusión de las grandes mayorías en el proyecto de país…
Como nunca
antes, indígenas aymaras, quechuas, guaraníes, ayoreos…, junto a las y los
mestizos, se articularon circunstancialmente alrededor de un proyecto político
que denominan instrumento político MAS. Evo Morales y Felipe Quispe (Mallku)
nunca dieron gestos afectivos de unidad. En este proceso electoral, David
Choquehuanca (Vicepresidente electo) y Felipe Quispe dieron esperanzas de
reconstitución del Qhollasuyo con abrazo fraterno. Mallku fue uno de los
artífices, no sólo para que se celebrase las elecciones generales el 18 de
octubre pasado, sino también para que los pueblos salieran victoriosos con el
triunfo del MAS.
Guatemala
tuvo su 20 de octubre (triunfo de la Revolución de 1944, que fue truncada en
1954). Bolivia tuvo su 20 de octubre (2019, cuando la OEA/oligarquía comenzaron
a defenestrar el Proceso de Cambio). Guatemala, 66 años después, aún no puede
salir de aquel trauma histórico que la condenó al brutal empobrecimiento
actual. Bolivia, en 11 meses, mediante las urnas, no sólo derrotó al Golpe de
Estado, a la presencia norteamericana en Bolivia, sino, sobre todo, nos inyecta
certezas a todos los pueblos de Abya Yala que si nos organizamos alrededor de
un proyecto de cambios estructurales sí es posible derrotar a los Goliat de
cualquier tiempo con el voto popular consciente. Gracias Bolivia.
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