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· El neoliberalismo, intrínsecamente injusto
· Las personas homosexuales tienen derechos
Por Francisco Gómez Maza
No podía dejar de lado, ahora, las más
recientes manifestaciones de cambio profundo en el mundo, proclamadas por el
Papa Francisco, porque se refieren directamente a los graves problemas que
enfrenta la humanidad y, particularmente, México: el capitalismo de casino y
las preferencias sexuales de los seres humanos.
El modelo económico que pone en manos de
unos cuantos la propiedad de la economía, a costa de la inmensa mayoría de la
población; la concentración de la riqueza, no sólo del capital, en unas cuantas
manos, que desde hace medio siglo impera en las sociedades modernas y que, en
México, se entronizó con el arribo de los privatizadores salinistas, es desechado
por el Pontífice en la carta encíclica Fratelli Tutti, que
abordamos en su momento en este espacio.
Lo dice con todas sus letras: el
neoliberalismo.
No únicamente los católicos, sino todo
individuo de cualquier signo religioso, ideológico, político, tendría que leer
y reflexionar la carta encíclica del papa argentino. Es una voz que, quiérase o
no, pesa en el pensamiento universal.
La sociedad de hombres libres no puede
soportar más el capitalismo salvaje, inoculado por los filósofos del consenso
de Washington, a través del Fondo Monetario Internacional, pues la pobreza de
las mayorías juega en contra de la misma ganancia de los detentadores del
capital. Si hay pobreza, el capital no crece, pues se ve obstaculizado por la
nula demanda de los bienes y servicios que ofrecen los grandes productores.
Esta situación, que amenaza con el caos
social, es reconocida por una corriente importante de multimillonarios del
mundo, que plantea la urgencia de pagar más impuestos para calmar el
descontento de los obreros ante la desigualdad imperante. Y no es que teman por
su cabeza. Es que la brutal desigualdad es ya difícil de aceptar por cualquiera
que se declare ser humano. Todos están hasta la náusea.
Tutti Fratelli es un llamado de atención a los detentadores del
gran capital y a los gobiernos que encabezan estructuras burocráticas
neoliberales para trastocar esas relaciones peligrosas del capital con la
fuerza de trabajo. Peligrosísimas, agregaría.
La segunda gran bomba estallada en el
Vaticano, prácticamente hace unas horas, son las declaraciones papales en el
sentido de que: “Las personas homosexuales tienen derecho a estar en la
familia; son hijos de Dios; tienen derecho a una familia. No se puede echar de
la familia a nadie, ni hacer la vida imposible por eso”.
Así lo advirtió Francisco,
escandalizando a los conservadores del estado de cosas. Pero el pontífice fue
más adelante, escandalizando a muchos teólogos integristas y a los devotos y
devotas de la “Vela perpetua”: Defendió "una ley de convivencia civil" para las
parejas homosexuales, que
"tienen derecho a estar cubiertos legalmente".
Así lo grabó, en el documental
'Francesco', el cineasta ruso Evgeny
Afineevsky y que se presentó en el festival
de cine de Roma.
Una propuesta muy reveladora que
aparentemente rompe con la ortodoxia de la teología moral tradicional,
planteada por los llamados Padres de la Iglesia.
Obviamente, ambas manifestaciones
papales – el rechazo al neoliberalismo y el reconocimiento de las preferencias
sexuales de los seres humanos, fueron ampliamente festejadas por los líderes
progresistas de las iglesias no católicas e inclusive por guías espirituales de
religiones y corriente espirituales del mundo entero, así como por los
colectivos de personas con diferentes preferencias sexuales.
Lo que el Concilio Vaticano II, allá por
los años 60 del siglo pasado, dio paso, pero que nadie se atrevió a aceptar y
menos a declarar institucionalmente, lo acaba de materializar en Papa
Francisco. En hora buena. Eso es parte de lo que los teólogos llaman “la
libertad de los hijos de Dios”.
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