Fotos proporcionadas
por Análisis a Fondo
· El clamor de los pueblos indígenas
· Siguen siendo objeto de exclusión
Por Francisco
Gómez Maza
Hace tres
semanas – el 24 de septiembre de este año – apareció en la Web un video firmado
por una organización llamada Alianza por la libre determinación y autonomía
(Aldea), que me recordó la lucha de los indígenas levantados en armas en enero
de 1994, que lucharon por las autonomías de los pueblos y comunidades indígenas
y que nunca fueron escuchados por los gobiernos del PRI y menos por los del
PAN. Sólo destacó la fanfarronería de Vicente Fox, quien, al tomar posesión,
fanfarroneó que él iba a solucionar el conflicto zapatista en 15 minutos.
La Aldea divulgó un manifiesto, que pasó
inadvertido, inclusive por el gobierno de López Obrador, y confirmó que los
indígenas, que conmemoraron ayer la intromisión española en sus vidas y
haciendas hace, por lo que toca a México, 499 años, aún no salen del presente
doloroso que sobreviven y menos pueden planear una vida mejor para sus hijos en
lo futuro.
Ahora, continúan exigiendo; continúan
clamando por justicia, esa justicia que siempre se les ha negado desde que los
“conquistadores” llegaron a masacrarlos porque eran “animales” que no tenían
“alma”. Ahora le exigen al Gobierno de López Obrador la consolidación del
respeto a sus derechos y formas propias de organización.
Pareciera que pueblos indígenas
mexicanos y gobierno federal transitaran hacia quién sabe dónde, por caminos
paralelos que jamás van a juntarse, porque pareciera que no interesa a los
políticos involucrarse con los indígenas, sean de uno u otro ángulo de la
geometría política. López Obrador lleva ya dos años y aún no hay una política
pública aplicable al reconocimiento de las naciones indígenas, el respeto a su
cultura, a su religión ancestral, a sus valores morales, a sus usos y
costumbres.
Y es que la letra de la Carta Magna, que
reconoce al país como una nación pluricultural, aún nadie se decide a ponerla
en práctica; continúa siendo únicamente una fanfarronería de los gobiernos
“revolucionarios” del pasado, adalides del populismo nacionalista o del populismo
neoliberal.
Las comunidades y los pueblos indígenas,
sin embargo, no están detenidos; siguen construyendo su propia historia
colectiva y comunitaria hacia la consolidación de sus aspiraciones como pueblos
originarios, sin ningún acompañamiento de un presunto gobierno democrático.
Los integrantes de la nueva Aldea
señalan, en el video aludido, que los pueblos originarios del actual territorio
mexicano construyen su autonomía cotidianamente, gracias a mecanismos de
autogobierno con la aplicación de sus propios sistemas normativos de "usos
y costumbres", vinculados a la defensa de sus territorios y al respeto de
su integridad. Esa autonomía se la negó el gobierno de Ernesto Zedillo, en
aquellos años en que el neoliberalismo se arraigó en la estructura gubernamental.
El pleno siglo 21, los indígenas siguen
siendo incómodos a representantes irredentos de la sociedad de consumo y
desperdicio, occidental cristiana. Sus estructuras tradicionales, de toma de
decisiones colectivas, sufren atentados de poderes gubernamentales y
fácticos; empresas y grupos paramilitares, como ocurre en Chiapas, continúan
amenazando a pueblos, municipios y comunidades indígenas que no se doblegan más
al arbitrio de caciques y políticos defensores del racismo, la exclusión, la
explotación.
Este "contexto de injusticia y
discriminación sistemática" requiere de "medidas eficaces y
coordinadas entre todas las instituciones" para abordar esta compleja
situación, que incluyen reformas al marco jurídico local para garantizar esos
derechos, tomando como base la Relatoría especial sobre los derechos de los
pueblos indígenas del Estado mexicano.
Las reformas institucionales deben
entablarse junto a las comunidades, tomando como base los acuerdos
internacionales de derechos humanos y, sobre todo, los Acuerdos de San Andrés
Larráinzar, firmados por el Gobierno mexicano con representantes de todos los
pueblos originarios de México, tras el alzamiento del EZLN, en 1994.
Representantes de tsotsiles, tseltales,
lacandones, caneks, nahuas, mayas, hñahñues, purépechas, na savis, tepecanos,
wixáricas, zapotecas, yaquis, mixes y me´phaas, con la solidaridad de
organizaciones civiles, son quienes integran la Aldea.
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