El fatídico caso de nuestro hermano Domingo Choc, es sólo un iceberg en un horizonte del colonialismo religioso en el que como países estamos sumidos
Pintura
relativa a la ejecución de Fray Fco. de la Cruz. Rector de la Universidad de
San Marcos. Lima. 1578
Por Ollantay
Itzamná
El pasado
6 de junio del presente año, en la Aldea Chimay, Municipio de San Luis, Petén,
a 230 Km al norte de la ciudad de Guatemala, un numeroso
grupo de personas quemaron vivo a Don Domingo Choc, acusándolo de “brujo”,
como consta en un video que inmediatamente subieron a las redes sociodigitales.
Chimay es
una Aldea maya q’echí empobrecida, conformada por un aproximado de 250 familias
(el idioma es q’echí y castellano). La última vez que visité la zona,
contabilicé cerca de 6 iglesias evangélicas en dicha Aldea, aparte de la
imponente capilla católica. Hay más iglesias que escuelas.
En el
video se mira que el asesinato se produce en el centro poblado, en presencia de
varias personas corriendo en diferentes direcciones. Se miran equipos de
celulares tomando fotos o grabando video del hecho. La víctima, envuelta en
llamas, corre varios metros hacia las viviendas, mientras varios hombres
intentan impedir cualquier tipo de ayuda. Al final la víctima cae… El video lo
publican con el título: “Lo quemaron por brujo”.
Un día
después, una colega de Don Domingo Choc, publica una nota narrando que: Don
Domingo Choc era un Guía Espiritual, Médico Maya. Integrante de
equipos de investigación científica sobre plantas medicinales. Además, detalla
que Don Domingo, junto a otros guías y médicos, redactaba un libro sobre
medicina ancestral.
¿Por qué
quemaron vivo a Don Domingo?
Los
asesinos son genéticamente maya q’echis, pero espiritualmente cristianos. Lo
matan por “brujo”. Es decir, por practicar su espiritualidad maya, y por
promover su conexión con la Madre Tierra en defensa de la Vida.
En toda
Abya Yala, y Chimay no es la excepción, los principales culturicidas en los
últimos tiempos son y fueron los cristianos pentecostales (evangélicos y
católicos). Incluso, el genocidio cometido por militares, en Guatemala, en la
década de los 80 del pasado siglo, tenía móvil religioso pentecostal (indios
idólatras deben morir para salvar Guatemala para Cristo, era la consigna para
el militar evangélico pentecostal E. Ríos Montt)
Si bien,
las teologías católicas progresistas incorporaron en su narrativa el concepto
de la inculturación, a finales del pasado siglo, e incluso en los últimos
tiempos hablan de la interculturalidad religiosa, en las teologías
pentecostales (bibliólatras) no existe ninguna posibilidad para el
reconocimiento o diálogo con el “Otro” diferente (llámese espiritualidades
indígenas).
El
monoteísmo y el cristocentrismo llevan al creyente a matar al “Otro” diferente
Para el
cristianismo pentecostal, el indígena para ser cristiano debe de matar su
espíritualidad indígena y aceptar en plenitud a Cristo como su único Dios
verdadero, como el único camino de salvación. …”Las prácticas espirituales
indígenas despiertan la ira inclemente del Dios castigador, celoso”…
En este
sentido, el cristianismo pentecostal, al igual que el cristianismo de la
cristiandad, en países multiculturales, está condenado a cometer las peores
aberraciones sanguinarias como las que se cometió con el Maestro y Médico
Domingo Choc. Su monoteísmo (un solo Dios) y su prepotencia cristológica
(Cristo es el único camino para llegar a Dios) se constituyen en su traba y en
su contradicción fulminante: predicar a Dios matando al que no profesa su fe.
Al
parecer, las aberraciones cristianas encuentran sus raíces en conceptos o teologías
aberrantes como el monoteísmo o el cristocentrismo. En este sentido, es
imposible ser cristiano e indígena al mismo tiempo, porque el indígena que
renuncia a su alma (espiritualidad cósmica) no puede ser indígena, ni puede ser
cristiano quien practica simultáneamente otras espiritualidades que no sea
únicamente el culto al “único Dios verdadero”. Un Dios que es macho, blanco,
único… en un planeta multicolor.
¿Quiénes
mataron al Maestro y Médico Domingo Choc?
En
sociedades racistas, ante este dantesco suceso difundido en redes
sociodigitales, se asume que son indígenas salvajes, primitivos, quienes
quemaron vivo a otro indígena. Y esto no es del todo cierto.
Los
asesinos, cual inquisidores (justicieros de la verdadera doctrina cristiana) lo
hicieron en proclama y defensa de su fe cristiana. En ese sentido, la salvajada
lo cometieron los cristianos pentecostales de habla q’echí.
El ser
indígena es diferente al ser cristiano. Y desde mi perspectiva, por las
dificultades del monoteísmo y cristocentrismo, es imposible ser indígena y
cristiano al mismo tiempo.
El
pentecostalismo cristiano, por su “salvajismo culturicida” nos tiene que
motivar a repensar la permisividad indígena frente a la presencia de dichas
iglesias en nuestros territorios. Jurídicamente no estamos obligados a permitir
y/o aceptar la presencia de pastores, biblias, iglesias… en nuestros
territorios.
Nuestro
derecho colectivo a la autodeterminación y el derecho al consentimiento nos
faculta a decidir si aceptamos o no a las iglesias en nuestros territorios.
Porque, al parecer el fatídico caso de nuestro hermano Domingo Choc, es sólo un
iceberg en un horizonte del colonialismo religioso en el que como países
estamos sumidos.
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