martes, 23 de junio de 2020

NUESTRA LATINOAMÉRICA: Fiesta del Sol (año 5528) y sus desafíos para los pueblos de Abya Yala




Por Ollantay Itzamná

El año 5528 que comenzamos, que coincide en algunas repúblicas con el bicentenario de los estados, las y los indígenas, organizados o no, debemos plantear y abonar procesos construcción de estados plurinacionales que nos permitan reconstruir/fortalecer nuestros autogobiernos territoriales. El Estado Plurinacional no es nuestra meta final, pero es un punto intermedio que debe ayudarnos en nuestros procesos de auto regeneración como pueblos vivos.
En diferentes pueblos indígena/originarios de Abya Yala Sur, en estos días, festejamos el “retorno” del Sol (luego de las noches más largas, oscuras y frías) con abundantes ofrendas rituales de gratitud y solicitud (en el marco del principio de reciprocidad).
¿Por qué celebramos la vuelta del Sol?
El 21 de junio, desde diferentes astronomías de los pueblos, está fijado como el Solsticio de Invierno para el hemisferio sur. Y, en esta fecha se realiza la ritualidad central del Inti Raymi (Fiesta del Sol, en quechua) o Willka Kuti (Vuelta del Sol, en aymara). Y en los pueblos amazónicos o entre los mapuches llevan diferentes nombres.
En los valles de Cusco, Perú, donde nací, esa ritualidad lo realizaban mis padres. Aún recuerdo los preparativos y salidas que hacían mis padres hacia los barrancos más inaccesibles y solitarios, envueltos en una atmósfera de “secretividad”, llevando consigo la ofrenda a quemar… “Inti Wiraqhochaq kutimunampaq (para que vuelva el Señor Sol)”, solían decirnos en voz baja…No habían curas en el lugar, pero había temor de ser descubiertos…
Mis padres era originarios de la parte alta del Cusco, y en esos lugares, en la medida que se aproxima el 21 de junio, el frío es más gélido y las noches más largas. Esa parte de la Tierra se ubica, en ese tiempo, en el punto más lejano en relación al Sol.
Toda la vegetación se marchita por heladas. El ambiente se torna de color pardo oscuro, melancólico y solitario.
Es en ese ambiente de ausencia de la vida y de la luz que se hacen las ofrendas al Sol para que vuelva trayendo calor, luz y vida a la Tierra…
¿Por qué celebramos la llegada del año 5528 en el calendario lunisolar Andino Amazónico?
Detractores de las fiestas del Año Nuevo Andino Amazónico indican que dichas ritualidades serían un reciente legado del folclorismo de las ONG… Nadie duda que este tercer sector abone o haya abonado la revitalización de estas u otras expresiones culturales, pero decir que nuestras ritualidades son “narrativa de ONG” peca de racismo e ignorancia por parte de quién lo dice.
El 21 de junio pasado se celebró la llegada del año 5528 porque, muy a pesar que existen diferentes interpretaciones sobre el origen o inicio del calendario lunisolar en la región andino amazónico, subsiste un consenso entre los hamaut’as (sabios) que dicho calendario comenzó a corres 3508 años antes de Cristo.
Para quienes desde los territorios defendemos y ejercemos derechos colectivos, la precisión de las fechas son importantes, más no primordiales. Nos interesa reconstruir/fortalecer nuestras identidades como hijo/as de la Madre Tierra, reconciliarnos con Ella, avanzar en la restitución política de los territorios indígenas. Y para ello tiene que abonar las vivencias espirituales y rituales.
¿Cuáles son nuestros desafíos en el nuevo año?
Se constata aún que las celebraciones rituales indígenas se agotan en el folclorismo, espiritualismo o en selfie culturalista para atrapa un like… Aunque también es innegable la potencia de la espiritualidad andino amazónico para los conocidos procesos de la constitución del sujeto colectivo sociopolítico de los pueblos indígenas, en especial entre aymaras, mapuches…
En el Perú, “víctimas” de la fallida reforma agraria, la gran mayoría de indígenas aún se niegan como indígenas y se auto afirma como campesinos. Muestra de ello, en el Perú, la fiesta del Sol, por ejemplo, lo celebran el 24 de junio (Día de San Juan, o Día del Campesino). Así lo definió el etnofágico Estado criollo peruano.
Esta situación de esquizofrenia identitaria, se empeora a nivel colectivo por la “efervescencia” de la racista industria del turismo que hace del indígena una pieza de museo vendible/ consumible.
Entonces, ya no sólo nos negamos como indígenas para asumirnos como campesinos y así buscar “acceder” a la nacionalidad (peruana, boliviana, ecuatoriana…, aunque jamás como ciudadano plenos), sino también nos convertimos en objetos culturales para la consumopatía del turismo. No somos objetos. Somos runas. Somos seres humanos dentro de la comunidad cósmica.
Por nuestras condiciones materiales y simbólicas de subalternidad en las sociedades y estados criollos o acriollados, nos agotamos aún en el victimismo. Nuestras auto narrativas como “representantes” indígenas aún son lamentos o quejidos buscando conmiseración en el auditorio…. Y no es verdad. Nosotros somos subalternos, sí. Fuimos derrotados oficialmente, sí. Pero nunca fuimos vencidos.
Y, ahora, ante la auto derrota de la civilidad moderna, se constata que los proyectos de vida (Buen Vivir) construidos por nuestros pueblos se constituyen en la “piedra angular” para postergar la debacle climática planetaria
Para ser indígena no es suficiente con hablar idiomas nativos, vestir tejidos coloridos o remendados… Urge reconstruir nuestra conciencia/identidad Tierra. Urge reconectarnos/reencantarnos con la Madre Tierra… Urge iniciar/abonar procesos de retorno a nuestros territorios para hilvanar comunidad humana y cósmica.
Necesitamos superar el folclorismo/culturalismo que se agota en las prácticas espiritualistas o mediáticas para transitar hacia el ejercicio responsable de nuestros derechos sociopolíticos.
No somos víctimas derrotadas. Somos hijos e hijas de la Madre Tierra habitados por sueños y compromisos por reconstruir/recuperar nuestros territorios, ejercer autodeterminación sociopolítica como establece el Derecho Internacional Indígena vigente.
El año 5528 que comenzamos, que coincide en algunas repúblicas con el bicentenario de los estados, las y los indígenas, organizados o no, debemos plantear y abonar procesos construcción de estados plurinacionales que nos permitan reconstruir/fortalecer nuestros autogobiernos territoriales. El Estado Plurinacional no es nuestra meta final, pero es un punto intermedio que debe ayudarnos en nuestros procesos de auto regeneración como pueblos vivos.


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