Con
la cruz del desempleo y la cartera vacía
Salen
los capitalinos del encierro y sin rumbo
Por
Francisco Gómez Maza
Este
lunes 15 de junio comenzó otro nuevo e incierto tramo del camino del calvario
para millones de personas en México. Millones salieron a las calles de la
Ciudad de México con la cruz del desempleo, de la pobreza, del hambre, del
dolor por un muerto, de la aflicción por un familiar ahogándose en una cama del
UCI, a cuestas, a abordar el Metro o el Metrobús, sin rumbo, sólo con la
esperanza de quién sabe qué.
Cientos
de miles de casi fantasmas que emergieron de los sótanos del confinamiento,
como pájaros liberados de su jaula, en busca de una nueva normalidad, que aún
nadie acaba de definir, si es dramática o esperanzadora de un nuevo mundo.
Muchos
se enfrentaron a una realidad extraña, antisocial, con la cara cubierta,
protegida, para librarse de los regaderazos de saliva de sus alteridades porque
por ahí anda el coronavirus. Nadie sabe quién de los transeúntes, o de los
empleados de los comercios está contaminado con el SARS-Cov-2, que tiene todo
el permiso para matar, como cualquier matarife de una banda de la delincuencia.
Raro
que entre las actividades que se reactivaron este lunes estuvieran las que
cerraron para reducir contagios, como las estaciones del Metro y el Metrobús,
así como el Hoy No Circula excepcional que se aplicó debido a que el país
se encontraba en la fase 3 de la pandemia. Raro porque millones no tuvieron a
dónde ir. Acaso hay trabajo, acaso hay dinero, acaso hay solidaridad de los viejos
patrones, aunque muchos despedidos retornaron a su viejo puesto en una
verdulería o en un centro de verificación de motores.
Raro
porque los citadinos, de una de las ciudades más grandes del mundo, lo que más
necesitan ahora es recuperar su puesto de trabajo, o buscar uno, porque fueron
despedidos al estallido del coronavirus, y ahora la economía nacional está
desecha, con empresas hechas trizas por la ausencia de recursos y el desempleo,
por lo mismo, hace presa del hambre a millones de desempleados que, aunque el
presidente diga lo contrario, no recibieron apoyos suficientes para, por lo
menos, comer y darle de comer a su familia.
Y
así, con hambre, salieron a buscar quién sabe qué. Lo menos que habrán
encontrado es a un contagiado de coronavirus que les dejó prendido el
animalejo. Muchos salieron como pedro por su casa. Sin protección alguna,
creyendo que ya la pandemia había llegado a su fin, por obra y gracia de los
alcances de los medios de información que llegan a muy escasas audiencias
comparándolas con el tamaño de la población. Millones no saben de periódicos
impresos, inclusive ni de los insulsos noticiarios de radio y televisión, y ya
no digamos de las redes “sociales”.
Muy
difícil será la pendiente que los mexicanos tendrán que escalar para alcanzar
una recuperación económica de injusta medianía, contradiciendo la “justa
medianía” que le gusta mencionar al presidente. En lugar de inversiones y
nuevas inversiones lo que emerge es odio.
Muchas
empresas medianas, pequeñas y micro quedaron en la bancarrota en tres meses de
inactividad, de no producir, de no distribuir, de no vender. Los que se
salvaron, como siempre, son algunos comerciantes de productos de primera
necesidad como los de los supermercados y las boticas, en las que escaseó y
sigue escaseando lo más importante. Y muchos aprovecharon el desconcierto para
inflar los precios. Un galón de satinizante llegó a costar hasta 500 pesos.
Parece
que la única rama de la economía que está trabajando bien es la minería, sólo
parece, pero está en manos de extranjeros, así que su plusvalía emigra a los
países de origen de las compañías concesionarias del oro mexicano, o de la
plata, y de otros muchos minerales valiosísimos como el litio. El beneficio que
se queda en el país no es suficiente para empujar hacia arriba la curva de
Gini.
La
aviación está prácticamente en bancarrota. Y como la gente, en su mayoría,
dedicó los ahorros a sobrevivir en estos meses, pues las aerolíneas tendrán que
batallar con muy bajos precios, que no muchos viajantes podrán pagar, por las
prioridades. El desempleo es mayúsculo. Se habla de que, a abril pasado, ya
había algo más de 12 millones de desocupados.
Sólo
los barones del dinero no tendrán problemas. Su dinero no es para levantar a
sus empresas. Son empresarios, no empresas. Ellos son ricos. La empresa que se
joda. Duro, pero así piensan muchos con un descarado desprecio para sus
trabajadores.
Pero
bueno. Tendremos que caminar a troche moche y durante largas jornadas, para
encontrar el hilo de este ovillo enredado por un virus hasta ahora inmortal.
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